La tensión con Rusia resucita a una OTAN en crisis existencial
La OTAN se encontraba en “muerte cerebral”, decía el presidente francés, Emmanuel Macron, en 2019. La Alianza cumplió entonces los 70 años en plena crisis existencial por ser la única organización activa de la Guerra Fría, una institución militar pensada originalmente para un mundo dividido en bloques y hacer frente a una hipotética agresión de la URSS. Un mundo que ya no existe.
Hoy, la posibilidad de un conflicto en la frontera entre Ucrania y Rusia ha dado a la organización de defensa colectiva el empujón que necesitaba. “Putin ha conseguido reanimar a la OTAN y darle una razón de ser”, dice a elDiario.es Carmen Claudín, investigadora del CIDOB especializada en Rusia.
Hasta tal punto la OTAN se encontraba en “el rincón de pensar”, aunque había ido extendiéndose hacia el Este desde 1997 en países antes integrantes del Pacto de Varsovia con los recelos rusos, que en el verano pasado celebró una cumbre en Bruselas en la que se encomendó a establecer un nuevo “concepto estratégico” con el fin de aprobarlo en la siguiente reunión de líderes, convocada en junio de este año en Madrid.
Es decir, el “concepto estratégico” estaba desfasado, lo cual no es cosa menor en una organización militar. Eso sí, ya entonces la Alianza Atlántica apuntaba a Rusia y China, pero más en el terreno de los ataques cibernéticos que en el movimiento de tropas como se está viviendo en los últimos meses en torno a Ucrania.
Si Vladímir Putin pretendía con esta crisis poner coto a la OTAN, lo cierto es que, de momento, la alianza militar está recuperando el sitio perdido en portadas, informativos y espacios de decisión mundiales, hasta el punto de que empieza a pronunciarse el nombre de su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, en el cargo desde 2014 y a quien muchos le están poniendo cara estas semanas por primera vez.
Incluso se ha reabierto el debate sobre la Alianza en Finlandia y Suecia, países de la UE fronterizos con Rusia que de momento están fuera de la organización. Además, la OTAN está reforzando su presencia militar en el flanco oriental a raíz de la crisis en Ucrania. En los últimos días, varios aliados han anunciado despliegues: Dinamarca envía una fragata al Báltico y cuatro F-16 a Lituania; España dos fragatas y estudia el envío de aviones de combate a Bulgaria; Francia ha dicho que está preparada para enviar tropas a Rumanía; Países Bajos enviará dos F-35 a Bulgaria; y EEUU también ha dejado claro que considera aumentar su presencia militar en la parte este de la alianza, poniendo en alerta a 8.500 de sus soldados.
“Celebro la contribución de los aliados a la OTAN con fuerzas adicionales. la OTAN tomará todas las medidas necesarias para proteger y defender a todos los aliados, incluido el refuerzo de la parte oriental”, afirmó estos días Stoltenberg. Algo similar ocurrió después de la crisis de 2014 en Ucrania, cuando la alianza defensiva estableció cuatro batallones multinacionales en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. “No había fuerzas de la OTAN en la parte oriental de la alianza antes de 2014”, recuerda la organización. Este jueves, el ministro de Defensa letón ha pedido a los aliados incrementar el presupuesto en defensa del 2% al 2,5%.
“La OTAN se va a ver fortalecida a nivel interno y esto favorece a EEUU y Reino Unido”, sostiene Kerim Has, analista de política rusa radicado en Moscú. “También los países de Europa del Este están fortaleciendo su cooperación defensiva y de seguridad con el eje EEUU-Reino Unido. Es muy beneficioso para ellos”.
No en vano, el Kremlin señala como interlocutor para la seguridad en Europa a EEUU y la OTAN, al tiempo que deja fuera de las conversaciones a la UE. Así, de un plumazo, saca de la negociación para hablar de Europa a los europeos, pero al tiempo concede una posición de privilegio no sólo a Washington, sino también a una organización discutida por algunos de sus miembros integrantes.
“Nadie me puede decir que la OTAN de hoy es una estructura que, en sus fundamentos, sigue siendo pertinente”, dijo Macron en el Financial Times en febrero de 2021: “Fue fundada para hacer frente al Pacto de Varsovia. Ya no existe un Pacto de Varsovia”. No obstante, al presidente francés le bailaban las fechas, en tanto que la OTAN se fundó en abril de 1949 y el Pacto de Varsovia en mayo de 1955, después de la entrada de la República Federal Alemana en la Alianza Atlántica.
La brújula estratégica de Europa
Y todo esto pilla a los europeos, además, con el debate abierto sobre la brújula estratégica –“strategic compass”– europea diseñada por el Alto Representante de la UE para la Cooperación y Seguridad de la UE, Josep Borrell. Una brújula cuyo principal elemento, más allá de los planteamientos teóricos, pasa por una fuerza de intervención rápida militar de unos 5.000 soldados.
Los jefes de Estado y de Gobierno tienen que dar el visto bueno en marzo, pero el fiasco de Afganistán el verano pasado hizo ver de nuevo a los europeos su dependencia geopolítica de quien tiene peso militar. Y la UE no sólo no lo tiene como entidad, sino que además carece de voz única exterior porque la política exterior europea requiere de unanimidad y sigue siendo competencia de los Estados. Y eso es lo que se pretende atajar con la brújula estratégica.
Desde hace años son varias las voces que destacan la necesidad de una independencia estratégica de la UE frente a EEUU, pero es complicado que esa idea prospere en la situación actual. Los países más cercanos a Rusia, como por ejemplo los bálticos, consideran esencial para su seguridad el vínculo transatlántico.
Hace dos semanas, Macron decía en el Parlamento Europeo, en el inicio de su presidencia de turno del Consejo de la UE: “Hace falta un rearme estratégico de Europa, en particular en el diálogo con Rusia. Tenemos que plantear nuestras exigencias, hay que construir un orden europeo basado en principios y reglas, entre las que se incluyen el rechazo al uso de la fuerza y a las esferas de influencia. Europa tiene que hacer oír su voz única. Estas semanas deberán llevarnos a una nueva promesa europea, con otra arquitectura de seguridad decidida entre nosotros, los europeos, luego con la OTAN y, después proponerla a Rusia. Se trata de una Europa independiente para decidir por sí misma sin depender de otras potencias”.
En este sentido, Borrell reivindica su brújula estratégica, las orientaciones para que la UE se convierta en un actor geopolítico: “Demos el salto hacia la nueva seguridad y defensa europea”.
Kerim Has sugiere que el eje liderado por Washington y Londres se está aprovechando de la amenaza de una invasión rusa. “Macron dijo que la OTAN estaba en ‘muerte cerebral’, pero creo que ahora eso ha quedado fuera de toda discusión para los próximos años”, añade.
Disparidad de mensajes
En este sentido, en los últimos días se ha dado una disparidad de mensajes importante entre Estados Unidos y las autoridades ucranianas. Mientras Washington retira a parte de su personal de la embajada de Kiev, pone en alerta a sus tropas y sigue insistiendo en que la invasión podría ser inminente y llegar “en cualquier momento”, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, llama a la calma. “¿No empezó la invasión en 2014? ¿Ha emergido justo ahora la amenaza? El riesgo ha existido desde hace más de un año y no ha aumentado. Lo que ha aumentado es la atención mediática sobre ello”, declaró el presidente ucraniano el pasado 20 de enero.
“A todos los medios, seguid siendo medios de comunicación, no medios de histeria. No ayudéis al enemigo”, dijo Zelenski. Cuando EEUU redujo el personal de su embajada, el portavoz del Ministerio de Exteriores ucraniano, Oleg Nikolenko, lo criticó: “No ha habido cambios radicales en la situación de seguridad últimamente. La amenaza de nuevas olas de agresión rusa se mantiene constante desde 2014 y el despliegue militar de Rusia en la frontera con Ucrania comenzó en abril del año pasado”.
Konrad Muzyka, presidente de Rochan Consulting, especializada en capacidades militares de Bielorrusia, Rusia y Ucrania no cree que se esté “exagerando” el nivel de amenaza. “La escala del movimiento y la implicación de diferentes unidades no tiene precedentes. Nunca en la historia de la política de Guerra Fría se había visto algo a esta escala”.
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