La historia es un objeto valioso y codiciado. A lo largo de los años ha sido arrancada de las manos de sus dueños, muchas veces sumidos en el caos o el desgobierno, para exponerla en los grandes museos o guardarla en los mejores archivos. Irak lo sabe muy bien y ahora un reportaje del periódico The New York Times ha vuelto a desatar la vieja polémica del saqueo de la historia.
La periodista Rukmini Callimachi se impuso una misión: conocer el funcionamiento interno y burocrático de ISIS. “Parte de la respuesta se puede hallar en las más de 15.000 páginas de documentos internos del Estado Islámico que recuperé durante cinco viajes a Irak durante más de un año”, explicaba Callimachi en el reportaje 'ISIS Files', publicado en abril. Los documentos reflejan la vida diaria de la ciudad ocupada: multas, embargos de tierras, carnés de conducir...
“Los documentos se sacaron de las cajoneras de los escritorios tras los cuales una vez se sentaron los militantes, de las estanterías de sus comisarías, de los suelos de sus tribunales, de las taquillas de sus campos de entrenamiento y de las casas de sus emires”, añade la periodista. Todo con el permiso de los militares iraquíes que la supervisaban, que en ocasiones hasta le abrían una bolsa de basura para que ella fuese metiendo todos los documentos que se encontraba.
El comportamiento de Callimachi ha generado un enfrentamiento entre un medio de comunicación que informa desde el terreno y una comunidad de académicos que denuncia la desaparición de los documentos y la posibilidad de reconciliarse con su pasado.
“Es muy importante que el Gobierno iraquí sea el único custodio de esos documentos para continuar los asuntos de los ciudadanos tras la liberación de las ciudades, llenar los vacíos que ha creado la administración de ISIS y corregir sus acciones”, señalan a eldiario.es los académicos iraquíes Omar Mohamed y Areej Aziz, creadores de Mosul Eye.
Omar Mohamed, historiador, escondió su verdadera identidad durante la ocupación de Mosul y se dedicó a contar al mundo, minuto a minuto, lo que ISIS estaba haciendo en la ciudad a través del blog Mosul Eye.
“No solo eso, sino que en esos documentos están todas las pruebas necesarias de las atrocidades que ha cometido ISIS contra los iraquíes. Son muy importantes para buscar acciones legales y llevar ante la justicia a los miembros de ISIS”, añaden.
¿Saqueo o preservación?
Los más críticos con la periodista relacionan este episodio con el saqueo histórico de sus tierras a manos de europeos y estadounidenses. El Museo Británico, el Louvre y el Museo de Pérgamo de Berlín guardan entre sus paredes años de historia de Oriente Medio. Desde la Puerta de Istar, una de las ocho puertas monumentales de Babilonia –10 metros de alto y 14 de ancho–, al Código de Hammurabi, uno de los conjuntos de leyes más antiguos de la historia.
“El saqueo de The New York Times de los documentos de ISIS lleva este asunto a un nivel nuevo en el saqueo histórico de zonas de guerra. Antes, esta colección de registros históricos la solían hacer individuos pertenecientes a diferentes escuelas de orientalismo y la mayoría de ellos lo hacía seriamente para tener un mejor conocimiento de Oriente”, señalan Mohamed y Areej. “En este caso, el saqueo de The New York Times es in intento obvio del periodismo de debilitar a mundo académico”, añaden.
“Su objetivo es hacer a la academia lo que ISIS hizo a las sociedades que invadió, despojarlas de su historia. Pone el periodismo en riesgo de sustituir a la academia y lo saca de su objetivo de hacer noticias”, denuncian. “El periódico está interpretando los documentos y produciendo un relato histórico de Mosul. Un relato que solo refleja el punto de vista del lugar de procedencia de ISIS. En la mayoría de los casos, la periodista no es capaz de distinguir entre Mosul e ISIS”, añaden.
Callimachi ha utilizado el mismo argumento que se utilizó en el pasado para justificar la salida de Irak de importantes objetos históricos: su preservación y protección. La periodista insiste en que el Ejército iraquí no estaba interesado en recuperar esos documentos.
“Eso son acusaciones falsas para justificar su acción de extración ilegal de documentos en una zona de guerra. Al Gobierno de Irak no le interesa destrozar esos registros porque son pruebas de todas las atrocidades de ISIS cometidas contra el pueblo iraquí”, sostienen los académicos. “Por tanto, la salida de estos documentos es una eliminación de pruebas y eso en cualquier legislación, estadounidense, iraquí o internacional, es un delito cometido por The New York Times”.
“Estos documentos estaban abandonados, a la intemperie, tirados por el suelo y en algunos casos se quemaban. Nuestro objetivo era preservar y proteger los documentos para asegurarnos de que el público tiene la oportunidad de entender ISIS desde dentro de ISIS”, explicó Michael Slackman, responsable de la sección de internacional del periódico. “Los documentos se cogieron de un campo de batalla donde la única autoridad gobernante es el Ejército”, añadió en el artículo que publicó el medio para dar su versión.
Aunque la periodista afirma que recibió el permiso del Ejército para llevarse los documentos, describe su misión como una “competición con los servicios de inteligencia”. “Negociábamos durante semanas el acceso a edificios, solo para descubrir que ya habían sido vaciados”.
The New York Times ha asegurado que digitalizará todos los documentos para hacerlos accesibles a los investigadores y que devolverá los originales a través de la embajada de Irak en Estados Unidos. “Sacar estos documentos de Irak sin planes claros de devolverlos a un repositorio que sea accesible a todos los iraquíes fortalece, una vez más, a los extranjeros para que influyan indebidamente o incluso controlen la narración de la historia de Irak”, señala la Middle East Association of North America en una carta enviada al periódico. “Es poco probable que las fuerzas de seguridad de Irak, que supuestamente han dado a Callimachi permiso verbal para llevare los documentos, tengan la autoridad para hacerlo”, añade la misiva.
El saqueo de 2003
Irak ya vivió algo similar en 2003. Tras la invasión, Estados Unidos se llevó millones de documentos del partido Baaz, dando solo a EEUU la oportunidad de estudiar el régimen de Sadam Husein. Estados Unidos autorizó a Anan Makiya, un académico iraquí exiliados en EEUU y conocido opositor de Sadam Husein, a gestionar los documentos a través de su fundación, la Iraq Memory Foundation. Makiya fue uno de los iraquíes exiliados que presionó a George Bush a favor de la invasión. Ante su falta de recursos, la Iraq Memory Foundation entregó cinco años más tarde los documentos al think tank conservador Hoover Institution.
En 2010, el Gobierno de Irak pidió formalmente la devolución de estos archivos. Richard Sousa, entonces director del think tank, declaró que el Gobierno iraquí había dado permiso a la institución a conservar los documentos hasta que el Gobierno encontrase un lugar seguro para ellos. “Ahora, aunque los iraquíes dicen que las cosas están mejor, no todo el mundo tiene claro que la situación esté mejor”, señaló entonces.
“Todo el mundo quiere que estos documentos vuelvan a Irak, pero no hay nadie dispuesto a cogerlos”, declaró recientemente Makiya a The Intercept. “Simplemente estamos esperando una dirección para enviarlos”, añadió. Hoover Institution también tiene otros millones de documentos del partido de Sadam Husein, entre ellos las 18 toneladas de archivos incautados por grupos kurdos y entregados a EEUU en 1991.
Por su parte, la National Defense University tiene en su poder una colección de 53.000 documentos y unas 200 horas de grabación de reuniones de Sadam Husein con sus ayudantes. Todos ellos obtenidos durante la invasión. En 2015 se cerró por completo su acceso a causa del cierre de la institución que los guardaba por falta de financiación.
Dina Khoury, profesora de Historia en la George Washington University, ha publicado un libro sobre el partido Baaz basado tanto en documentos almacenados en Hoover Institution como en la National Defense University. Khoury sostiene que la visión de muchos investigadores sobre el gobierno de Sadam como un régimen absolutamente totalitario sin la participación de iraquíes ordinarios está influida por la forma en que los poseedores de los archivos eligen compartirlos con el público. Según Khoury, de los millones de documentos de la era Baaz en la National Defense University, solo son públicos los que resaltan la violencia del régimen.
“Para muchos periodistas occidentales, viajar a Oriente Medio es como viajar al país de las maravillas, donde todo prospera, incluso donde cualquier tonto o extremista se puede convertir en héroe o profeta”, denuncian Areej y Mohamed. “Hemos intentado evitar las ideas de Edward Said y Jack Goudi sobre la relación entre Oriente y Occidente, no porque no reflejen la verdadera relación entre ellos, sino porque intentamos establecer una nueva relación con Occidente basada en una asociación conmensurable. Solíamos ser duros con Said y Goudi por sus ideas, pero mientras Occidente siga apoderándose de nuestra historia, nos alinearemos con su idea de que Occidente siempre será frívolo con nuestra historia”.