Los activistas de Hong Kong prometen pelea contra la ley de seguridad nacional de China: “Nuestro espíritu nunca será aplastado”

Verna Yu

Hong Kong —

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Para Joshua Wong, Lee Cheuk-yan y James To –tres de los activistas en defensa de la democracia más activos y visibles de Hong Kong–, la posibilidad de acabar en una cárcel china nunca ha sido más real. En muchos aspectos, la Ley de Seguridad Nacional aprobada por China y promulgada por Hong Kong el pasado 1 de Julio parece diseñada a su medida.

En menos de una semana, el ambiente en Hong Kong ha cambiado de manera radical. Ha habido detenciones por posesión de materiales considerados “subversivos”. Los conocidos como 'Muros de Lennon“, llenos de mensajes a favor de la democracia, han sido derribados o cubiertos de pintura blanca tras avisos policiales. Algunas organizaciones políticas han sido disueltas. Las autoridades han ordenado a las escuelas que retiren ciertos libros que podrían ”poner en peligro“ la seguridad nacional y las bibliotecas públicas han retirado algunos libros que tocan temas sensibles.

La policía ya no necesita órdenes de registro cuando se trata de casos vinculados a la nueva definición de seguridad nacional. Un hotel, ubicado en la Bahía Causeway acaba de convertirse en oficina de la seguridad nacional. Se inauguró el miércoles.

La ley, criticada por expertos en derecho, persigue delitos como secesión, subversión, terrorismo y colusión con fuerzas extranjeras y contempla penas que pueden llegar a la cadena perpetua. Muchos expertos creen que las definiciones de los delitos son demasiado amplias y vagas y que permitirán a las autoridades perseguir a quien deseen. Los casos que decidan ubicar bajo el paraguas de la seguridad nacional pueden ser derivados a juzgados chinos para que los juzguen allí.

Pero Wong, Lee y To se comprometen a no abandonar la misión a la que se encomendaron y afirman estar preparados para ir a la cárcel. Wong, de 23 años y uno de los rostros del 'movimiento de los paraguas' de 2014, ya ha pasado tres veces por prisión. Wong asegura a The Guardian que no más opción que seguir adelante con su lucha.  

Pekín le ha calificado como la “mano negra” de las fuerzas extranjeras debido a su campaña de apoyo internacional al movimiento hongkonés en defensa de la democracia. Esa acusación lo convierte en vulnerable ante cargos por “colusión” según la nueva ley –cargos que podrían acarrearle una pena de prisión entre los tres años y la cadena perpetua–.  

“Cuando voy a la cama, cada noche, no dejo de pensar que me pueden enviar a China mañana. Pero como no sabemos dónde está la línea roja, sólo podemos continuar resistiendo y luchando por nuestra democracia”, señala el activista.  

Un día después de que se aprobara la ley, Wong estaba en la calle haciendo política. El grupo que cofundó, Demosisto, se disolvió horas antes de que entrara en vigor la nueva ley de seguridad nacional, pero Wong todavía espera poder presentarse a las elecciones al consejo legislativo de septiembre, aunque no tiene muchas posibilidades de concurrir con éxito. Las autoridades ya impidieron que se presentara a las elecciones de distrito en 2019 y acusaron a su grupo de buscar la independencia. 

“Pese al jarro de agua fría que supone esta ley, tenemos que ver cómo la combatimos”, ha dicho. Incluso los activistas en defensa de la democracia con más experiencia se sienten atenazados por la inquietud.

Lee Cheuk-yan, de 63 años, ha sido diputado local y sindicalista y no duda de que que tarde o temprano será encarcelado. Ya ha sido acusado de siete cargos de reunión ilegal por participar en manifestaciones no autorizadas y se arriesga a que sus actividades caigan dentro del ámbito de las perseguidas por la ley de seguridad nacional, que impide a los ciudadanos “conspirar” con potencias extranjeras.

Lee testificó contra la ley el pasado 1 de julio ante el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso de Estados Unidos. Ese mismo día, el texto entraba en vigor. Nathan Law, el joven cofundador de Demosisto, de tan solo 26 años, testificó en la misma sesión y al día siguiente abandonó Hong Kong por miedo a ser detenido.

 “Quizá después de todo este tiempo nos ha llegado el turno de convertirnos en disidentes”, afirma Lee. El activista, que ya fue detenido en Pekín durante tres días en el contexto de las protestas de Tiananmen de 1989, señala: “Espero que me encarcelen en Hong Kong”.

Lee, presidente del la alianza de Hong Kong en apoyo de los movimientos patrióticos y democráticos chinos, que lleva 30 años organizando vigilias conmemorativas por lo ocurrido en Tiananmen en las que se encienden velas en recuerdo de la masacre, también teme que su organización sea clausurada en cualquier momento.

Ante una preguntada relacionada con una posible desescalada de sus actividades, Lee sostiene: “A menos que tires la toalla por completo, no hay manera de actuar al margen de esta ley. Si quieren acusarte, encontrarán el motivo. Lo único que podemos hacer es seguir haciendo lo que hemos estado haciendo hasta ahora”. 

James To, abogado y diputado local sin pelos en la lengua, teme también verse implicado en cargos de “conspiración” con potencias extranjeras. En 2019, junto a Lee, Law y los abogados Martin Lee y Margaret NG se reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo. Hablaron de la crisis política en Hong Kong. Excepto Law y él mismo, todos los demás han sido detenidos por participar en protestas no autorizadas en 2019.

Ahora que Estados Unidos se prepara para aprobar sanciones a los responsables de la aprobación de esta ley, To cree que su reunión con Pompeo podría verse como “una petición a un Gobierno extranjero para que imponga sanciones” al Gobierno chino, algo que le acarrearía una pena de entre tres años y cadena perpetua. Aunque se espera que ley no tenga carácter retroactivo, los partidarios de Pekín dicen que el comportamiento de ciertas personas durante los últimos dos años podría utilizarse en su contra en juicios categorizados bajo la etiqueta de seguridad nacional.

“Sería ingenuo si no estuviera listo para la cárcel”, asegura el activista. “Ya le he explicado a mi hijo de ocho años que puede que un día vaya a la cárcel y tiene que se ser fuerte”, añade To. El activista ya ha contemplado que quizá podría rebajar un poco la intensidad de sus actividades. “Si no puedo criticar al Gobierno, ¿qué sentido tiene ser diputado?”. “Seguiré todo lo que pueda”, explica. “Pero el riesgo estará siempre ahí. Si quieren detenerme, no podré hacer nada”.

Lee cree que esa política represiva sólo funcionará a corto plazo. Compara Hong Kong con la antigua Checoslovaquia y la Polonia comunista y cree que la ciudadanía ha despertado por los movimientos sociales que llevan años movilizándose. “El régimen es muy poderoso, pero no se puede terminar con el espíritu contestatario”, afirma Lee. “Puede que haya que pasar a la clandestinidad durante una temporada, pero en cuanto haya otra oportunidad, la gente volverá a salir”.

 “Es espíritu nunca será aplastado”, concluye.  

Traducido por Alberto Arce