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El hotel de Donald Trump en Washington se convierte en punto de encuentro para sus 'lobbies' afines

Peter Stone

Washington —

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El 25 de julio, el conservador Instituto Heartland celebrará una reunión en el Trump International Hotel, a pocas calles de la Casa Blanca. En esta jornada participarán destacados oradores que niegan los efectos del cambio climático y que, según la agenda de la institución, debatirán en torno a cuestiones como “los beneficios de terminar con la guerra que han declarado los demócratas a los combustibles fósiles”.

El mes pasado, coincidiendo con el inicio de la campaña de Donald Trump para las elecciones presidenciales de 2020 y después de que el presidente volviera a presumir de haber terminado con “el pantano de corrupción de los poderosos grupos de presión y las élites de Washington”, una veintena de altos cargos del sector de petróleo y gas de la Alianza de Productores de Energía se registraron en el Trump International Hotel para celebrar una jornada con los líderes de la Cámara de Representantes y cargos del gabinete del presidente.

Bienvenidos al lucrativo pantano de tráfico de influencias, ubicado en el corazón de la capital del país. Los grupos que defienden la conveniencia de mantener los combustibles fósiles, los grupos a favor de la tenencia de armas, los peces gordos conservadores, los miembros del Congreso de Estados Unidos, las delegaciones extranjeras y todo tipo de aliados del presidente se dan cita en este emblemático hotel de Washington para estar más cerca de la administración Trump. Así lo han denunciado grupos de activistas, antiguos republicanos del Congreso y destacados analistas políticos.

Según la información fiscal facilitada por el propio presidente, el tráfico de influencias de los grupos de presión, los donantes republicanos y las delegaciones de los gobiernos extranjeros que frecuentemente se hospedan o que celebran reuniones en el hotel han contribuido a generar unos beneficios de cerca de 81 millones de dólares en 2018 (más de 72 millones de euros).

Los lazos simbióticos entre el hotel de Trump, del que el presidente se beneficia económicamente mientras sus dos hijos mayores administran su imperio inmobiliario, y los grupos de presión conservadores de Washington, se han convertido en una constante de la administración actual. Esto ha provocado demandas judiciales que alegan que los pagos extranjeros al hotel vulneran una cláusula anticorrupción prevista en la Constitución de Estados Unidos. Los detractores de Trump lo acusan de utilizar la presidencia en beneficio propio.

“Los productores de energía saben que las posibilidades de sacarle a la Administración hasta la última gota aumentan si gastan todo lo que pueden en el hotel de Trump”, indica Jerry Taylor, responsable del Niskanen Center, un thinktank con sede en Washington que no está afiliado a ningún partido político. El centro de análisis ha cuestionado los argumentos de aquellos que niegan el cambio climático y promueve las energías alternativas.

“Estamos ante un Ejecutivo que cree que los favores se pagan con favores y que presta atención a este tipo de gestos”, comenta. Según Taylor, Trump está al frente de la administración “más corrupta y más sumergida en un pantano”,de corrupción y tráfico de influencias de toda la historia de Estados Unidos.

Por su parte, el antiguo congresista republicano Mickey Edwards ha señalado que el hotel plantea un grave problema porque “es una vía que escapa del control de los mecanismos oficiales y que los grupos de presión pueden utilizar para incidir en la legislación y la normativa”. En este sentido, Edwards señala que “hay que ser muy estúpido para creer que Trump y su familia no reciben informes sobre quién contrata los servicios del hotel”.

Un hotel al servicio de los aliados de Trump

“Cuando frecuentan este hotel y otros establecimientos de Trump y utilizan sus cargos para promover los negocios de la familia, el presidente y los funcionarios de su Administración hacen que el pantano sea cada vez más profundo”, coincide Robert Maguire, director de investigación de Crew, que supervisa la ética del Gobierno. Para los analistas no resulta sorprendente que el hotel se haya convertido en una fuente de ingresos para Trump y su familia, y haya socavado las promesas de Trump de terminar con los grupos de presión y con el pantano de corrupción de las élites.

Según la declaración fiscal presentada por el presidente, Trump obtuvo el año pasado 41 millones de beneficios (36,5 millones de euros) procedentes del hotel, lo que representa menos del 10% de los beneficios totales obtenidos en ese periodo por el empresario, que ascienden a al menos 434 millones de dólares (386,6 millones de euros). En 2017, Trump declaró al menos 452 millones de dólares de beneficios (402,7 millones de euros). El hotel le proporcionó unos 40 millones de dólares (35,6 millones de euros).

Por su parte, la hija de Trump, Ivanka, declaró que en 2018 el hotel le reportó beneficios por valor de 4 millones de dólares (3,6 millones de euros). Según la información recabada por Crew, hasta junio de este año Trump había visitado el hotel un mínimo de 21 veces, y los altos cargos de su administración han estado en el hotel en al menos 263 ocasiones. Los miembros del Congreso o sus jefes de gabinete han estado en el hotel en un mínimo de 453 ocasiones.

Trump y sus aliados en el Congreso también han utilizado en hotel para organizar importantes campañas de recaudación de fondos. En 2017, el equipo de Trump y el Comité Nacional Republicano organizaron un evento en el que recaudaron casi 10 millones de dólares (8,9 millones de euros).

El mes pasado, días después de anunciar que vuelve a presentarse como candidato en las elecciones presidenciales de 2020, Trump celebró otra fiesta en el hotel en la que recaudó 6 millones de dólares (5,3 millones de euros) para su campaña. El hotel se ha convertido en una máquina de hacer dinero para los aliados clave de Trump, como el congresista Jim Jordan y Mark Meadows. El primero celebró un evento en el hotel para recaudar fondos el mes pasado y el segundo lo hizo en 2017.

Otros aliados empresariales o políticos, como los fabricantes de armas, también suelen organizar eventos en el hotel que en algunos casos han coincidido con que el anuncio de medidas que les benefician. La Fundación Nacional de Tiro Deportivo (NSSF) y otro organismo del sector de las armas de fuego que han hecho campaña a favor de una legislación más laxa en torno a la venta de este tipo de armas, celebrarán una conferencia de tres días en el hotel de Trump a finales de julio. La reserva se formalizó poco después de que Trump anunciara en primavera que Estados Unidos ha decidido salirse del Tratado de las Naciones Unidas sobre el comercio de armas; una medida elogiada por la NSSF.

Lugar de encuentro para gobiernos extranjeros

Además de estas consideraciones éticas, las relaciones comerciales entre el hotel y algunos gobiernos extranjeros han dado lugar a que los demócratas en el Congreso y dos fiscales generales hayan presentado demandas judiciales por considerar que estas transacciones vulneran las clausulas anticorrupción de la Constitución de Estados Unidos.

Desde que Trump fue proclamado presidente, el hotel se ha convertido en uno de los puntos de encuentro y de alojamiento favoritos de representantes de países como Arabia Saudí, Turquía, Malasia o Nigeria. Muchas de estas administraciones se han visto envueltas en escándalos e intentan limpiar su reputación ante el Gobierno de Estados Unidos. Además, según ha informado el periódico Washington Post, un jeque iraquí pasó este año la friolera de 26 noches en el hotel de Trump no mucho después de abogar por una política estadounidense más dura hacia Irán.

En demandas presentadas por separado, unos 200 congresistas demócratas y fiscales generales de Maryland y Washington DC han denunciado que los ingresos extranjeros que recibe el hotel de Trump vulneran la cláusula de remuneraciones en el extranjero, que prohíbe cualquier pago o regalo al presidente y a otros funcionarios federales sin autorización del Congreso.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha acudido a los tribunales para bloquear las demandas por emolumentos. Haciéndose eco del argumento de los abogados de Trump, el Departamento de Justicia hace una interpretación muy estricta y discutible de la cláusula y afirma que sólo los pagos directos a Trump por parte de gobiernos extranjeros entrarían en este supuesto.

En junio un juez federal de Washington dio luz verde a las demandas pero la semana pasada el Departamento de Justicia apeló el fallo, argumentando de nuevo que sólo los pagos extranjeros hechos directamente a Trump entrarían en el supuesto previsto por la cláusula de emolumentos.

También este mes, la demanda presentada por los fiscales generales de Maryland y de Washington DC sufrió un revés cuando un tribunal integrado por tres magistrados dictaminó que carecían de legitimación para interponer la demanda y pidió que fuera desestimada.

Cuando asumió el cargo, Trump prometió que el hotel y otros negocios familiares darían los beneficios obtenidos de sus negocios con extranjeros al Tesoro. Hasta la fecha se han girado cheques por un total de 343.000 dólares (305.610 euros) para cubrir los años 2017 y 2018. Pese a ello, los detractores de Trump señalan que es imposible saber si estos cheques cubren completamente los pagos extranjeros a los negocios de Trump, en parte porque el presidente, a diferencia de sus antecesores en el cargo, se ha negado a que sus declaraciones de impuestos sean públicas.

Según Maguire, el cúmulo de consideraciones éticas y legales en torno al hotel del presidente de Estados Unidos sugiere que “cada vez es más complicado saber dónde termina la Administración Trump y dónde empieza la Organización Trump”.

Traducido por Emma Reverter