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El afroamericano medio perderá toda su riqueza en menos de 40 años

Jamiles Lartey

Para Mysia Hamilton, que creció en los 80 entre viviendas de protección oficial en Baltimore, conceptos como cuentas de ahorro, acciones y bonos eran completos desconocidos. Le entra la risa cuando le preguntan si sus padres no podrían haberle dejado algo de dinero para ayudarle a comprar un coche, ir a la universidad o dar la entrada para comprar una casa.

“No, no hubo posibilidad. No había dinero. Mi madre trabajaba y aunque no estábamos mendigando por la calle, no había dinero para decir: 'Toma, aquí tienes'. No había dinero para dejar en herencia”, recuerda.

Ahora, con 48 años, Hamilton va camino de una realidad diferente. Trabaja en la administración de una clínica y está sacándose un título universitario. Hamilton, madre de cinco, se las apaña para ahorrar 50 dólares al mes buscando y recortando con dedicación cupones de descuentos y siendo “extremadamente cuidadosa” a la hora de comprar.

“Obviamente 50 dólares no es mi objetivo, pero es todo lo que puedo hacer con el dinero que entra”, afirma. Y está funcionando: tras una década de trabajo con un ayudante financiero, va camino de tener un patrimonio neto positivo para marzo de 2018. “Estoy decidida a conseguirlo. Es importante para mí”, añade.

Pero los casos como el de Hamilton son minoría; al menos en ejecución, no en intención. Un nuevo informe calcula que en 2053 la mediana de la riqueza de los afroamericanos caerá a cero en caso de que continúe la tendencia actual. Los latinoamericanos, que también están viviendo una pérdida de riqueza sostenida, llegarán a la misma situación unas dos décadas más tarde, de acuerdo con el estudio de Prospeity Now y del Institute for Policy Studies.

“Para 2020, el hogar medio afroamericano y latino se enfrenta a una pérdida de riqueza del 18% y del 12% respectivamente, en relación a la que tenían en 2013. Mientras, la riqueza del hogar medio blanco aumentará un 3%”, sostiene el informe. “En ese momento, dentro de solo tres años, se prevé que los hogares blancos tengan una riqueza 86 veces superior a la de los afroamericanos y 68 veces superior a la de los latinos”.

Estados Unidos va camino de convertirse en una “minoría mayoritaria” para 2044 y los investigadores afirman que esto supone un gran peligro económico para el país. “Si la desigualdad continúa acelerándose, las condiciones económicas de los afroamericanos y los latinos tendrán un impacto cada vez más adverso en la economía, porque la mayoría de los hogares estadounidenses no tendrá la riqueza suficiente para reivindicar su pertenencia a la clase media”.

Las causas de la desigualdad

Los autores citan el legado de políticas de vivienda discriminatorias, un sistema impositivo “invertido” que ayuda a los más ricos a hacerse todavía más ricos y las consecuencias económicas del alto porcentaje de encarcelamientos, entre las causas principales de la disparidad.

“La clase media no solo se creó por fuerzas del mercado, y el predominio blanco de la clase media tampoco surgió exclusivamente por las fuerzas del mercado. Ambos eran intencionados”, afirma Dedrick Asante-Muhammad, investigador asociado en Prosperity Now y uno de los autores del informe.

Vayamos a la propiedad de casas, que es desde hace tiempo una de las vías principales mediante las que los estadounidenses de ingresos bajos y medios crean una riqueza generacional. Tras la promesa rota de “40 acres y una mula” a los esclavos recién liberados, no se hizo prácticamente nada para dotar a los afroamericanos con una parte de la riqueza generada durante siglos de trabajo esclavo, el mismo trabajo que, directa o indirectamente, ayudó a levantar la mayor parte de la riqueza de los estadounidenses blancos-.

En consecuencia, los afroamericanos empezaron con generaciones de desventaja, para chocarse finalmente con las prácticas discriminatorias y los acuerdos de viviendas restrictivos en razón del color de piel de principios y mediados del siglo XX. Dichas prácticas impedían la venta de muchas casas a afroamericanos y aislaban a esta población en comunidades que perdían valor a medida que los residentes blancos huían a los suburbios.

“La mayoría de los estadounidenses blancos no fueron clase media hasta los años 30 o 40”, cuenta a the Guardian Asante-Muhammad. “Entonces hubo una gran inversión para crear una clase media estadounidense, pero era una clase media blanca”, añade.

Programas como el GI Bill, que ofrecía a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial unas condiciones generosas para comprar casas, ayudó a convertir EEUU en una sociedad de clase media propietaria de la cual los afroamericanos quedaban excluidos. En su libro de 2005 When affirmative action was white (Cuando la discriminación positiva era blanca), Ira Katznelson destaca que de las primeras 67.000 hipotecas aseguradas por GI Bill, menos de 100 fueron a parar a personas que no eran blancas.

Recientes crisis económicas han ampliado la desigualdad, de acuerdo con el informe, dado que las comunidades afroamericanas y latinas se han llevado la peor parte. La riqueza del afroamericano medio no se ha recuperado de la recesión de 2001, ni la del latino del colapso financiero de 2008. La riqueza del ciudadano medio blanco, sin embargo, no se vio afectada en 2002 y empezó a recuperarse tan solo dos años después del estallido de la burbuja inmobiliaria.

“Desafortunadamente el valor de las casas no se recupera igual en las comunidades afroamericanas cuando pasa algo”, explica Althea Saunders-Ranniar, asesora financiera en Baltimore, Maryland, donde alrededor del 95% de sus clientes es afroamericano.

Diferencia entre riqueza e ingresos

Uno de los elementos que Asante-Muhammad y sus coautores consideran extremadamente importante es poner el foco en la desigualdad de riqueza y no en la de los ingresos, porque creen que es una muestra más precisa del estatus de la clase media.

“Hay hogares afroamericanos y latinos de primera e incluso de segunda generación que tienen trabajos profesionales y obtienen ingresos de clase media, pero que tienen la riqueza de un blanco recién graduado de instituto”, indica Asante-Muhammad. “Realmente no son parte de una clase media, ya que eso implicaría tener una estabilidad financiera, dinero para soportar situaciones económicas difíciles o dinero para invertir en oportunidades económicas para sus hijos”, añade.

La solución, afirma, es “invertir en una clase media estadounidense del siglo XXI. Nos tenemos que asegurar, por primera vez, de que estamos invirtiendo en una clase media que incluya a las minorías. Generalmente, esto no se ha hecho antes”.

A pesar de todas las barreras institucionales e históricas, Mysia Hamilton está resuelta a conseguirlo, incluso si esas inversiones nunca llegan. “Me molesta no haber empezado hace 20 años, pero bueno. No seré egoísta y pasaré estos conocimientos a mis hijos; ellos son los que tienen una oportunidad”.

Hamilton espera transmitirles algo más que conocimiento y va camino de hacer un pago inicial a finales de 2018 para una casa modesta. “En 20 o 30 años, incluso si todavía tienen que pagar la hipoteca, les podré decir: 'Es vuestro. Esto es vuestro'”.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti