Cuando se escucharon disparos cerca de una tienda de Footaction en un lujoso centro comercial en Hoover, Alabama, Emantic Bradford Padre se enteró por las noticias. Después de la cena de Acción de Gracias, su hijo de 21 años al que puso su mismo nombre, Emantic Fitzgerald Bradford Hijo, había ido a ese mismo centro comercial.
Así que el padre, un empleado de la cárcel de Birmingham jubilado, llamó al móvil de su hijo.
Ring. Ring. Ring. Buzón de voz.
Aunque se sentía exhausto por la última sesión de quimioterapia, el viernes muy temprano Bradford Padre llamó a la policía de Hoover.
“Solo pensaba en mi niño”, le dijo a la multitud compuesta principalmente por afroamericanos que se acercó el martes por la noche a la iglesia baptista de la calle 16, a pocos kilómetros del centro comercial.
La policía de Hoover le dijo a Bradford Padre que le llamarían en 10 minutos, pero nadie llamó. A las 3:43 de la madrugada, el hombre los volvió a llamar. “No puedo decirle nada”, le dijo la persona que respondió el teléfono y que pasó la llamada al condado. Al final, un detective en la escena.
Bradford Padre por fin iba a obtener una respuesta del paradero de su hijo. “Me lo dijo directamente por teléfono. Le pregunté: ‘¿Ese es mi hijo?’ y me dijo: ‘Sí, ese es su hijo’”.
Para cuando la familia se enteró de que su hijo había muerto, el día después de Acción de Gracias a las seis de la mañana, el centro comercial abría sus puertas para las ofertas del Black Friday.
“Les llamé a las 12:30 de la noche. Mi hijo llevaba muerto desde las nueve”, cuenta Bradford Padre con la voz entrecortada, rodeado por familiares y el abogado de derechos civiles Benjamin Crump, y mirando a la multitud congregada en la iglesia.
En aquel momento, el municipio de Hoover, la policía de Hoover y el centro comercial Riverchase Galleria habían publicado actualizaciones del caso en las redes sociales e incluso dieron una rueda de prensa. Pero nadie llamó a la familia del hombre fallecido.
La trágica muerte ha dividido a la comunidad y al país. La policía de Birmingham, un símbolo de la lucha por los derechos civiles y contra la segregación racial, fue cambiando el relato sobre cómo había muerto Bradford. Primero dijeron que fue identificado como el sospechoso de los disparos. Luego dijeron que él no era sospechoso, pero que había sacado un arma. Más tarde la policía también negó esa versión. Mientras tanto, el verdadero atacante sigue prófugo.
El incidente recuerda a muchos otros casos de jóvenes negros asesinados por la policía, reforzando la noción de que cuando están en espacios públicos de Estados Unidos deben comportarse de forma diferente solamente para evitar que les dispare un agente. Como señaló el cómico Trevor Noah en un apasionado comentario sobre el caso: “La segunda enmienda no fue escrita para los afroamericanos”.
La muerte de Bradford ha dejado a muchas personas traumatizadas, especialmente aquellos que presenciaron el asesinato. Rashad Billingsley, de 18 años, empleado de la Guardia Nacional, había pasado caminando junto a la tienda de Footaction poco después de las 9 de la noche. Quería comprarse unas zapatillas rojas.
Antes de poder mirar las deportivas de la tienda, escuchó dos disparos, a sólo siete metros de distancia. Segundos después, escuchó más disparos. (No está seguro de cuántos fueron). Billingsley escoltó a docenas de personas al callejón detrás del centro comercial y ayudó a una niña de 12 años con un disparo en la espalda.
Él fue uno de los últimos en marcharse del centro comercial. Salió junto a la hermana mayor y la abuela de la niña que había recibido un disparo. Fuera de Footaction, vio un joven negro cubierto de sangre.
“La hermana de la niña y yo estábamos saliendo y ella lo vio con el rabillo del ojo. La chica comenzó a llorar y yo le cubrí con mi brazo para que no viera el cuerpo”, cuenta mientras jugueteaba con su reloj en las manos.
El joven asegura que la policía no contactó con él inmediatamente. Hasta el martes, Billingsley dice que todavía no habían hablado con él.
Las decisiones de la policía tras el tiroteo han sido muy criticadas. Esa noche, el jefe de la policía de Hoover, Gregg Rector, describió un altercado físico, un intercambio de disparos y la muerte de un sospechoso a manos de un agente de la policía. El viernes por la mañana, la policía de Hoover identificó al hombre fallecido como “un hombre de 21 años oriundo de Hueytown”.
Horas después, la policía dio su nombre y lo identificó como el tirador, para luego retractarse. Acusaron a Bradford de “mostrar” un arma –cosa que luego desmintieron–. “Esto no es un cambio en la descripción de lo que él estaba haciendo con el arma en ese momento, sino un intento de explicarlo mejor”, escribe en un correo electrónico un portavoz del condado.
Cuatro días tras la muerte de Bradford, en un comunicado conjunto con el municipio de Hoover, la policía dijo que el tirador “todavía está prófugo”, aunque no ofrecieron ninguna descripción, admitiendo indirectamente que acusaron a Bradford de forma equivocada. Le dieron el pésame a la familia, pero en el comunicado no se disculpaban.
El agente de policía que participó en el tiroteo todavía no ha sido identificado por el municipio ni por el Departamento de Policía. “El agente está de baja administrativa, que es lo habitual en casos como este. Este agente trabaja para el Departamento de Policía de Hoover desde 2017, pero tiene varios años de experiencia como policía previos a eso”, afirmaba el correo electrónico.
“Acción de Gracias ya nunca será igual”
La cronología del episodio sigue sin estar clara: las autoridades han dado relatos contradictorios. Crump, el abogado de derechos civiles, afirma: “Es inquietante si te pones a pensar en todos los hombres negros que han sido asesinados en Estados Unidos por moverse de cierta manera. Tienen un móvil en la mano, está oscuro y no se ve bien”.
Luego, Crump enumeró víctimas afroamericanas de tiroteos cuyas familias él ha representado legalmente: Michael Brown en Ferguson; Botham Jean en Dallas; y Trayvon Martin en Sanford, Florida.
Crump se enfadó visiblemente al mencionar hombres blancos sospechosos de tiroteos que han sido arrestados vivos por la policía en los últimos años: Nikolas Cruz en Parkland este año; y Dylann Roof, que mató a nueve afroamericanos en una iglesia en Charleston en 2015.
“Respecto a Bradford, varios testigos dicen que él estaba ayudando a la gente a escapar, que les ayudaba a alejarse del peligro, a llegar a un lugar seguro, pero los agentes no vieron a un tío bueno con un arma, sino que vieron a un negro con un arma”, lamenta el abogado.
Aunque el centro comercial de Hoover es propiedad privada y se prohíbe llevar armas, las leyes en Alabama no son claras. La ley estatal permite llevar armas en propiedad privada si se tiene un permiso para llevar el arma sin que esté a la vista. Según Crump, varios testigos se han ofrecido para dar su testimonio, diciendo que muchas personas sacaron su arma en el centro comercial cuando oyeron los disparos.
Se han producido numerosas vigilias y protestas y la gente exige que las autoridades “difundan el vídeo”. Según la policía, todo el material de vídeo disponible estará en manos de la Fuerza de Seguridad de Alabama (ALEA, por sus siglas en inglés) mientras dure la investigación.
“Nadie ha visto el vídeo y eso es un problema porque ya le han mentido a esta familia y a todo el mundo, asesinando su reputación además de su persona”, denuncia Crump. La ALEA no ha respondido a las preguntas de The Guardian.
El lunes por la noche los agentes de policía de Hoover se alinearon frente a la comisaría, observando a un pequeño grupo de manifestantes, muchos con carteles que recordaban a otras protestas por tiroteos en los que participó la policía. “La policía de Hoover cree que la segunda enmienda solo es para los civiles blancos”, decía un cartel. “Black Lives Matter”, rezaba otro. “Queremos ver los vídeos”.
Adrienne Matthews, de 36 años, llevó a sus hijos de 6 y 10 años a la protesta. “Es apabullante, es demasiado. Hay demasiados Emantics allí fuera”. Un agente de policía blanco le susurró a un manifestante: “Ojalá las cosas no tuvieran que ser así”.
“Justicia por EJ,” gritaba la gente, utilizando el apodo de Bradford. La prima del fallecido, Taunya Bradford McDonald, se giró hacia un agente y le preguntó: “¿Por qué no habéis tenido la decencia de acercaros a mi familia y decirle ‘vuestro hijo fue asesinado’?”.
“¿Tú no tienes hijos?”, le preguntó al policía. Él asintió. “Si esto le sucediera a tu hijo, ¿no querrías saber qué le pasó?”. Claro que sí, le dijo el agente, asintiendo otra vez. “Querría respuestas, igual que tú”, contestó. “Somos seres humanos, somos padres, hijos, hijas”, añadió.
Ese día, horas antes, se realizó una vigilia en el Parque de los Veteranos. Hablaron muchos pastores, pero las palabras más sobresalientes las dijo un pastor blanco, David Barnhart de la iglesia metodista San Junia, de Birmingham.
“El racismo institucional no es un problema de las personas negras. No ayudamos a solucionar este problema diciendo que no vemos diferencia en el color de piel. No vamos a solucionar este problema diciendo que todas las vidas importan”, señaló.
El martes, cinco días después del asesinato de su hijo, la familia de Bradford recibió una llamada del Departamento de Policía de Hoover, cuenta Crump a The Guardian. La familia también ha recibido el cuerpo de su hijo para prepararlo para el funeral, en el que el Reverendo Jesse Jackson dará panegírico.
Todo esto fue demasiado para la madre de Bradford. El martes por la tarde, en Birmingham, fue la última en hablar a la multitud. Luego de mostrar una foto de su hijo, no pudo evitar decir lo primero que se le vino a la mente. “Acción de Gracias ya nunca será igual”, comenzó April Pipkins. Luego hizo una pausa, miró al suelo, se frotó las sienes y se desmayó. Los líderes religiosos la rodearon y rezaron mientras ella yacía en el suelo.
La vigilia terminó y la gente se marchó. A la vuelta de la esquina de la famosa iglesia, la madre de un joven negro asesinado salía en camilla, lejos de la multitud que se alejaba.
El funeral de su hijo es este sábado por la mañana.
Traducido por Lucía Balducci