El mes pasado, fui a una biblioteca situada más o menos en el centro de Estados Unidos, y todo el mundo –niños, ancianos, estudiantes de todas las etnias y niveles de conocimiento– estaba dedicándose tranquilamente a lo suyo, juntos. Una bibliotecaria me entrevistó en un elegante anfiteatro frente a los habitantes de Kansas City. Hablamos de inmigración, política y crisis climática, y también conseguimos reírnos mucho.
Algunos asistentes cuestionaron mis puntos de vista y los comentamos allí mismo. Mantuvimos una conversación sincera y divertida en un espacio público, gratuita para todos, y que fue transmitida en directo para las personas que ese día no pudieron ir a la biblioteca. Solo después pensé en lo inusual, y también profundo, que es esto.
“Las bibliotecas son ese espacio silencioso y poderoso que siempre está ahí, ¿verdad?”, me dijo Lessa Kanani'opua Pelayo-Lozada. Es bibliotecaria y fue elegida presidenta de la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA, en inglés) a principios de este año. “Somos esa constante, para todos. Estamos aquí y no nos iremos a ninguna parte”.
Proteger el 'statu quo'
Pelayo-Lozada ha asumido el cargo en un momento en que la derecha estadounidense ha intensificado un asalto orquestado contra los libros, la libertad intelectual y, por supuesto, las bibliotecas. Según la bibliotecaria, se trata de “un ataque político, concertado y organizado que dificulta nuestro trabajo”.
La asociación, que lleva dos décadas haciendo seguimiento de los boicots a determinados libros, informa de que 2021 fue el peor año en cuanto a intentos de censura se refiere, con 1.597 libros denunciados.
Desde que hay libros, ha habido censura. A menudo, la censura se justifica con una ambigua preocupación por la “decencia pública”, pero la verdad es que no es más que un velo que cubre un motivo más oscuro: silenciar puntos de vista no deseados y proteger el statu quo.
Este hecho se hace evidente en el actual movimiento para prohibir determinados libros, muchos de ellos sobre derechos LGBTQ+ o racismo, a menudo escritos por personas negras. Le pregunté a Pelayo-Lozado por qué cree que se da esta situación. “Nuestro objetivo como bibliotecas es empoderar a nuestros usuarios, capacitarlos para el pensamiento crítico, capacitarlos para hacer realidad sus sueños. Y eso puede asustar a la gente que quizá no quiere que todo el mundo esté empoderado, que quiere tener poder sobre los demás”.
Como ha informado The Guardian, la censura impulsada con frecuencia por grupos conservadores está vinculada a donantes ricos de la derecha, incluso cuando se hacen pasar por iniciativas de base, con nombres como “Moms for Liberty” (Madres a favor de la libertad) y “Parents Defending Education” (Progenitores en defensa de la educación).
EveryLibrary, un grupo de acción política para bibliotecas, informa de que muchos estados del país han aprobado leyes para cambiar el modo en que las bibliotecas gestionan las quejas en torno a determinados libros, facilitando su retirada. Los legisladores republicanos, que afirman a bombo y platillo que están a favor de la libertad de expresión, están trabajando para cambiar la forma en que se nombran los miembros de las juntas de las bibliotecas y desafiando las leyes que protegen a los bibliotecarios y a los profesores de ser procesados en caso de que se les acuse de compartir algún punto de vista que alguien pueda considerar ofensivo.
Miedo a la información
La batalla contra la libertad intelectual ha pasado del ámbito legal al físico. Recientemente, 20 neonazis enmascarados protestaron frente a una biblioteca de Boston en la que se celebraba un cuentacuentos Drag Queen. El pasado noviembre, miembros de los Proud Boys, un grupo de extrema derecha, se presentaron en una reunión del consejo escolar de Downers Grove, en Illinois. Allí abuchearon a los estudiantes que defendían su derecho a leer Gender Queer, una autobiografía sobre el viaje de identidad de género de la autora no binaria Maia Kobabe cuando era adolescente y uno de los libros que los conservadores tienen en el punto de mira en todo el país.
¿Tanto les asusta que los jóvenes lean la experiencia vital de otra persona? Creo que la derecha tiene mucho miedo de las bibliotecas, no porque las bibliotecas promuevan cierto tipo de información, sino porque las bibliotecas promueven la información en sí.
“Nuestro principal objetivo es encontrar la manera de proporcionar información y facilitar el acceso a la información, sea cual sea la forma que adopte: ya sea en papel, en audiolibros o en alfabetización digital, estamos aquí para eso”, dice Pelayo-Lozado. Cree que esta labor y los valores fundamentales de las bibliotecas –la democracia y la diversidad– son lo que resulta tan difícil de aceptar para algunas personas. “Estamos capacitados para hacer que el conocimiento y las ideas estén disponibles para que todo el mundo tenga la libertad de elegir qué leer”.
La filósofa alemana Hannah Arendt analizó en profundidad la mentalidad de los fascistas y su miedo a una población bien informada y con mentalidad independiente. Como dijo ella: “No existen los pensamientos peligrosos, por la sencilla razón de que pensar en sí mismo es una actividad muy peligrosa”. Las bibliotecas nos ayudan a pensar. Por este motivo son poderosas, y por este motivo están siendo atacadas. Y por eso mismo debemos protegerlas.
Traducción de Emma Reverter.