Un hospital de maternidad de una zona controlada por el Gobierno en Alepo ha resultado dañado gravemente por un misil y ha matado al menos a tres personas, según la agencia de noticias estatal. Ha sido el sexto ataque que ha afectado a instalaciones médicas en casi dos semanas de duros enfrentamientos que han matado a más de 250 personas y han dejado esta antigua ciudad al borde de la catástrofe humanitaria.
Un proyectil ha impactado contra el tanque de combustible de un vehículo militar cerca del hospital de Al Dabeet. El vehículo ha explotado y ha dañado gravemente el edificio. Las imágenes del hospital muestran que muchas de sus ventanas se han hecho añicos por la explosión.
El Gobierno sirio ha informado de que al menos 14 personas han muerto y varias más han resultado heridas en ataques rebeldes por toda la ciudad. Los activistas han informado de dos muertes en los barrios rebeldes.
El ataque de Al Dabeet llega días después de que el Gobierno de Bashar Al Asad destruyera un hospital apoyado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y Médicos Sin Fronteras (MSF), en un ataque aéreo que mató al último pediatra que quedaba en la zona Este de Alepo, tomada por los rebeldes.
Los bombardeos indiscriminados e implacables de las fuerzas gubernamentales y los de represalias de los rebeldes han agravado la crisis humanitaria que envuelve la ciudad. Hace diez días, el régimen de Asad lanzó una dura ofensiva dirigida a cortar los suministros a los rebeldes. Esto marcó de facto el final de una tregua inestable negociada por Estados Unidos y Rusia y que debía sentar las bases de unas conversaciones de paz.
“La situación se sigue deteriorando, los enfrentamientos no cesan”, afirma el portavoz del CICR en Siria, Pawel Krzysiek. “La violencia, la destrucción y el pánico extendidos siguen como resultado de los ataques aéreos, los bombardeos, los morteros y los enfrentamientos. Alepo es uno de los peores lugares para estar en estos días”, añade.
Los habitantes de la parte este y de la parte oeste de Alepo, dividida entre la oposición y el régimen, describen una desesperación cada vez mayor en medio de las implacables luchas que se desarrollan en una de las ciudades más antiguas del mundo, ahora convertida en una sombra de su antigua gloria.
El sudario ensangrentado
Abu Ali, que vive en la zona de la ciudad controlada por la oposición, cuenta cómo su hijo murió hace dos días en un ataque del Gobierno. Un proyectil del régimen lanzado desde Alepo occidental impactó en su casa de Haydariya. Los trabajadores de protección civil pasaron dos horas buscando a su hijo entre los escombros, tras liberar a otros. Después, Abu Ali acabó descubriendo la ropa de su hijo bajo el hormigón.
Los agentes de rescate los llevaron corriendo al hospital, donde, según cuenta un testigo, Abu Ali se sentó junto a la ambulancia y rezó con la cabeza entre sus rodillas. Quince minutos después, un enfermero salió llevando un cuerpo envuelto en un sudario blanco manchado de sangre.
“En ese momento, mi mente no estaba conmigo, no podría ni siquiera contaros lo que estaba pensando”, expresa Abu Ali en una entrevista con the Guardian desde Turquía, donde su hija está bajo cuidados intensivos después de que la llevaran ahí desde Alepo. “Lo vi, y su alma lo había abandonado en ese lugar. Dios es ahora mi único apoyo”.
A unos kilómetros de Haydariya, en el oeste occidental, controlado por el Gobierno, los civiles se enfrentan al horror del “cañón del infierno”, un proyectil improvisado a partir de bombonas de gas que puede destruir edificios. Una mujer relata cómo la familia de su hermana y su sobrino fueron los únicos supervivientes de una bomba rebelde que derrumbó buena parte de su casa. El sobrino huyó, aterrorizado por la violencia, y su mujer, embarazada, apenas escapó de los escombros.
“Su hijo está recién casado, y toda su casa ha desaparecido”, cuenta la mujer. “Todo el mundo murió, salvo ellos. Ahora no tienen techo”.
Los habitantes del lugar dicen que les han obligado a buscar refugio en los baños de sus casas, con la esperanza de estar mejor protegidos de los bombardeos. Las imágenes que han circulado en Internet muestran a estudiantes de la Universidad de Alepo de pie en los vestíbulos del campus para evitar las ventanas y los proyectiles. Las autoridades temen que el Gobierno trate de rodear Alepo Este y dejar a sus habitantes –que llevan años sobreviviendo a la guerra y a las ruinas– bajo uno de los mayores asedios del conflicto.
Vivir en estado de sitio
Más de un millón de sirios están viviendo en estado de sitio, la mayoría por imposición del régimen de Asad. “Si esto ocurre, o la gente consigue abandonar Alepo Este y dirigirse al paso fronterizo de Bab Al Hawa hacia los campos de refugiados o se convertirá en una de las mayores poblaciones bajo asedio”, advierte Aitor Zabalgogeazkoa, representante de MSF en Estambul y exdirector de misión en Alepo.
Zabalgogeazkoa explica que en los últimos días ha habido víctimas civiles masivas, también en Alepo occidental, y un asedio dejaría la parte este de la ciudad en situación de catástrofe, sin agua corriente y con suministros médicos escasos. Un almacén de MSF en la ciudad que reabastecía a los hospitales locales fue destruido hace dos días.
“La dinámica del conflicto en los últimos cuatro años ha sido una falta de respeto a la vida de los civiles”, explica. Krzysied cree que la situación en el este de Alepo es particularmente desesperada ya que los suministros son cada vez más escasos y los envíos de ayuda pueden ser desviados debido a los combates.
“En este momento, nadie está a salvo en Alepo”, asegura. “No hay ningún lugar seguro, ningún sitio parece librarse de los ataques aunque muchos deberían. Estamos preocupados por el bien de aquellos que estaban en terribles condiciones, materiales o médicas, antes de que el conflicto se intensificase”.
“No sé cómo la gente puede recibir tratamiento cuando los hospitales han sido dañados. Dónde van a conseguir agua si las fuentes de agua están en riesgo y es demasiado peligroso llegar a la más cercana. Cómo van a conseguir comida cuando somos incapaces de cruzar los frentes de batalla para conseguirla”, lamenta.
Para los civiles atrapados en cualquiera de los dos lados, hay muy poca esperanza. “Mi hijo murió, tenía siete años, mi hija está en cuidados intensivos”, explica Abu Ali. “Rezo por mi hija. Dios es mi único apoyo ahora y al único al que puedo reclamar. Estoy en shock. Le pedimos a dios firmeza”, concluye.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo y Cristina Armunia Berges