Se ha convertido en “el Voldemort” de la política británica, es decir, la palabra que en el Gobierno y en la oposición pocos dicen en voz alta. Ha pasado de ser repetida con una frecuencia que anestesiaba a convertirse en la causa impronunciable. Estoy hablando del Brexit –ya está, lo dije–, y cuando digo “causa” no lo hago con el sentido de noble misión: me estoy refiriendo al Brexit como la razón principal de las múltiples crisis que afligen hoy al Reino Unido.
Recuérdese la gran escasez que precedió a las otras dos, esa que fue noticia antes de que faltara gasolina para los coches y no hubiera suficiente gas para calentar los hogares. Fue la escasez del dióxido de carbono (CO2) necesario para las bebidas gaseosas, para la producción de carne y para mantener frescos los alimentos. ¿A que nadie adivina qué parte de Reino Unido no se vio afectada por la falta de CO2? Los que hayan adivinado que era Irlanda del Norte, que se abran una lata de gaseosa. Y regálense otra si además saben el motivo: Irlanda del Norte sigue formando parte del mercado único de bienes, lo que significa que sus plantas embotelladoras pueden abastecerse de CO2 en Europa continental. El resto de Reino Unido no tuvo esa suerte y para mantener abiertas dos plantas de CO2 el Gobierno británico se vio obligado a pagar una parte de dinero público aún no revelada, aunque sin duda considerable, a una empresa estadounidense debido a... el Brexit.
Es el hilo conector presente en una crisis tras otra. Por supuesto, no es la única explicación. Incluso si se hubiera quedado en la Unión Europea, Gran Bretaña habría estado más expuesta a la escasez de gas que los vecinos continentales debido a la decisión política de mantener unas reservas mucho menores. Un factor atribuible a la incompetencia del Gobierno, no al Brexit.
Escasez de camioneros
Pero en el resto de problemas que está experimentando el Reino Unido hay demasiados que pueden atribuirse a esa decisión fatídica y a la forma en que se gestionó. Las estanterías vacías de los supermercados, igual que la escasez de cervezas en los bares, son el resultado de “problemas en la cadena de suministro”. En otras palabras: escasez de camioneros.
Es verdad, la escasez de conductores de camiones ha afectado a toda Europa y la COVID-19 ha empeorado las cosas al ralentizar la formación de nuevos profesionales. Pero en Reino Unido el problema es especialmente grave porque la combinación del Brexit y la COVID-19 hizo que muchos conductores nacidos en la UE regresaran a sus países de origen. El Brexit es el único motivo detrás de las mayores dificultades para las contrataciones de conductores del continente por parte de las empresas británicas y para que los conductores de la UE operen en Reino Unido.
Antes, un transportista de Lodz (Polonia) podía hacer un viaje que incluyera Leicester y Lyon. Ahora, la parte británica representa un enredo burocrático tan grande que no vale la pena. No debería sorprendernos. Como dice sin rodeos Sam Lowe, uno de los expertos en comercio del think-tank Centre for European Reform: “Tomamos una decisión de grandes dimensiones para diferenciarnos de nuestros vecinos”.
O el testimonio de Paul Kelly, un importante proveedor de pavos de Essex ahora en apuros: “La razón por la que estamos teniendo todos estos problemas es enteramente el Brexit y nada más”. El problema en cuestión es la escasez de mano de obra: “A la gente que solía venir al país para desplumar y empaquetar nuestros pavos ya no les permiten entrar”.
Es así de sencillo. Sin embargo, pocos se atreven a decirlo con tanta rotundidad. Vean las palabras de Becton Dickinson, principal proveedora de tubos para extracción de sangre del Servicio Nacional de Salud, cuando le preguntaron por los motivos de la escasez de frascos para muestras que durante la mayor parte de septiembre ha hecho que los médicos de cabecera interrumpieran los análisis de sangre. “Problemas de transporte” y “problemas fronterizos de Reino Unido”. Problemas fronterizos... Me pregunto qué será eso.
Había otras opciones
Ante las colas en la gasolinera y ante los estantes vacíos, los partidarios de seguir en la UE pueden verse tentados de pronunciar la frase “se lo dijimos”, pero lo cierto es que el cuadro que imaginaba el llamado despectivamente “proyecto miedo” era bastante menos apocalíptico.
Aunque eso es solo contar la mitad de la historia. Por un lado, como dice Lowe, en el acto de abandonar la UE no estaba “incorporado” dificultar la operación de los transportistas en Reino Unido. Lo que estamos viendo es la consecuencia del acuerdo específico con Europa que Boris Johnson eligió firmar. Había otras opciones que nos habrían mantenido más cerca.
Aun así, hablar del Brexit ahora tiene que servir para algo más que para anotarse puntos por un debate del año 2016. El valor de volver a sacar el tema está en encontrar una salida a las crisis inmediatas. Por supuesto, la mejor solución a largo plazo es formar a conductores británicos y mejorar los sueldos en el sector. Pero para el corto plazo es evidente la necesidad de incentivar y permitir que los transportistas de la UE trabajen en Reino Unido.
Identificar problemas
Hasta hace unos días, el Gobierno se oponía con el mismo dogmatismo ideológico que dio forma a su acuerdo final de salida de la UE. Esto escribía el mes pasado el secretario de Transporte, Grant Shapps, en una comunicación a los diputados: “No apoyo el uso de mano de obra extranjera para resolver un problema que ya viene de largo en la industria del transporte”. Si necesitabas una prueba de sangre, lo siento mucho, pero el sagrado dogma del Brexit va por delante.
Ahora hay señales de un giro de 180 grados, con el primer ministro supuestamente dispuesto a eximir de las normas post-Brexit que han metido a Reino Unido en este lío a los conductores de la UE, aunque eso dispare la estampida de todos los sectores que claman por un retorno a la libre circulación de sus productos.
Pero habría que forzar a Boris Johnson a llamar al problema por su nombre.
En el ensayo de 14.000 palabras El camino por delante, del líder laborista Keir Starmer, la palabra Brexit solo aparece en cinco ocasiones. Por lo general, lo menciona para hablar del pasado, lo que deja a los laboristas con el brazo atado a la espalda, sin la capacidad de pegarle al Gobierno en el cardenal que se le ha formado con esta sucesión de crisis en serie. En palabras del diputado laborista Andrew Adonis: “Es increíble que una organización llamada oposición no se esté oponiendo a esto por temor a mencionar la palabra Brexit”.
El Gobierno está fallando actualmente en uno de sus deberes más fundamentales: asegurar el suministro de cosas que son necesidades básicas vitales. Pero lo asombroso es que sigue a la cabeza en los sondeos de opinión. Seguirá siendo así hasta que los británicos tengamos el valor de identificar la fuente central de nuestros problemas. Al final, Voldemort fue derrotado. Pero primero había que nombrarlo.
Traducido por Francisco de Zárate