La sangría política de Brasil se cobró una nueva y notoria víctima este lunes, cuando la Cámara de Diputados votó a favor de la destitución del ex presidente del órgano, Eduardo Cunha, por perjurio, corrupción y obstrucción a la justicia.
El astuto político evangélico –a menudo descrito como el Frank Underwood de Brasil– fue quien orquestó el impeachment a Dilma Rousseff, pero menos de dos semanas después de que su enemiga fuera suspendida de su cargo, él también ha sido expulsado de la Cámara que una vez presidió.
La apabullante derrota de Cunha, con 450 votos a favor frente a 10 en contra y 9 abstenciones, le hace perder la inmunidad parlamentaria y lo deja expuesto a varias causas judiciales por su participación en el escándalo de dádivas y sobornos de la empresa petrolera estatal Petrobras. También queda inhabilitado para ocupar cargos públicos durante ocho años, un castigo más severo que el que recibió Rousseff, que fue destituida de la presidencia pero mantiene sus derechos políticos.
En su discurso final ante la Cámara, Cunha insistió en que lo suyo es un sacrificio por cuestiones políticas y no legales, y advirtió que otros podrían correr su misma suerte.
“Estoy pagando el precio de haber liberado al país del Partido de los Trabajadores. Me están cobrando el precio del impeachment”, dijo a los diputados. “Mañana, os tocará a vosotros”.
No es la primera amenaza velada que Cunha hace en una carrera construida sobre los secretos que él conoce de otros políticos y agigantada gracias a su manejo de los mecanismos de recaudación de fondos para campañas. Así llegó a ser un político poderoso, pero también temido por sus colegas y detestado por la sociedad.
Cuando se anunció el resultado poco antes de la medianoche, algunos políticos hicieron rejas con sus dedos y se escucharon cánticos de “¡Fora Cunha!” (“¡Fuera Cunha!”) en la misma Cámara que hace menos de seis meses lo elogiaba por haber dado el primer paso hacia el impeachment de Rousseff.
Pero desde entonces la trifulca entre estos dos adversarios los ha llevado a la ruina. Cunha fue obligado a renunciar al cargo de presidente de la Cámara en julio, cuando el Comité de Ética inició una investigación en su contra por abuso de poder, entre otras acusaciones.
En ese momento, el expresidente Fernando Henrique Cardoso señaló: “Cunha fue muy funcional a la destrucción de Dilma; ahora lo están destruyendo a él”.
Ahora Cunha ha sido además destituido de su escaño en el Congreso, a pesar de que él insiste en su inocencia. Al igual que Rousseff, Cunha dice ser víctima de una conspiración política y culpa en parte a los medios, especialmente al muy poderoso conglomerado mediático Globo.
Más de un millón de euros en Suiza
Los ciudadanos enfurecieron ante el descubrimiento de que Cunha escondió más de un millón de euros procedentes de sobornos en una cuenta secreta en Suiza, que amenazaba a sus rivales y disfrutaba de un nivel de vida muy por encima de su sueldo anual declarado de 106.000 euros.
Antes de la votación del lunes, el portavoz del Comité de Ética, Marcos Rogerio, afirmó que hay pruebas indiscutibles de que Cunha tiene cuentas en Suiza que fueron “instrumentos para la evasión fiscal, el lavado de dinero y el ocultamiento de sobornos”. El dinero, dijo, provenía de la inflada compra de un campo petrolífero en Benín a cargo de Petrobras.
Los fiscales antes habían hecho públicos movimientos de la tarjeta de crédito de Cunha que demuestran que él y su familia se gastaron 35.000 euros en unas vacaciones de nueve días en Miami a fines de 2013, y luego gastaron cifras similares en compras y restaurantes en París, Nueva York y Zúrich. Cunha y su esposa supuestamente poseen además ocho coches de lujo, incluido un Porsche, que está registrado como propiedad de Jesus.com y C3 Productions.
Pero Cunha aún podría llevarse consigo a algunos de sus antiguos aliados. En los últimos años, ha sido uno de los tres miembros más importantes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), junto con el actual presidente Michel Temer y el Presidente del Senado Federal, Renan Calheiros. Los tres se beneficiaron de la trama de corrupción de Petrobras.
El ex diputado parece haber sido el menos cuidadoso, aparentemente convencido de que no lo podrían tocar nunca. Destacado economista, fue pupilo de Fernando Collor, el único presidente que había sido destituido desde el fin de la dictadura militar en 1985.
Se convirtió a la Asamblea de Dios, una de las iglesias evangélicas más grandes del país, y se hizo conocido como un elocuente presentador en la radio de la iglesia. Con el apoyo de la derecha cristiana, ganó su primer escaño en la Cámara de Diputados en 2003 como representante de Río de Janeiro, y se convirtió en Presidente de la Cámara en 2015.
Según las encuestas, está considerado uno de los políticos más impopulares del país. Una encuesta de Datafolha de principios de año concluyó que el 77% de los votantes querían que se destituyera a Cunha, comparado con el 61-67% de Rousseff, a la que se culpa de la recesión, la tormenta política y el fracaso en la lucha contra la corrupción.
Solo dos diputados lo defendieron
Parece que a la hora de votar pesó más en los diputados la indignación social que el miedo a que Cunha revele sus secretos. Reflexionando sobre el estridente resultado de la votación, la política Jandira Feghali remarcó irónicamente que era “triste” que solo dos diputados cogieron el micrófono para defender a Cunha, “a pesar del poder que tenía”. Otro diputado, Edson Moreira, hizo un paralelismo con la Revolución Francesa. “Robespierre envió a Danton a la guillotina, y luego él acabó en la guillotina”, señaló.
Después de que se anunciara el resultado, el propio Cunha dijo ser víctima de una “venganza política” de cara a las elecciones de mitad de legislatura en octubre, pero anunció a los periodistas que planea publicar un libro sobre su papel en el proceso de impeachment a Rousseff.
Cuando le preguntaron si había grabado conversaciones, como hicieron otros políticos, dijo que no tenía necesidad. “Tengo buena memoria”.
Lo que elija recordar puede aún tener repercusiones importantes. Antônio Imbassahy del Partido Social-Demócrata de Brasil, le pidió a Cunha que “revele todo lo que sabe que pueda ayudar al país”. Si los rumores sobre los secretos que guarda Cunha son ciertos, la sangría en Brasil no ha hecho más que empezar.
Traducción de Lucía Balducci