Chelsea Manning, la soldado condenada por librar sus propias batallas

Ed Pilkington

Nueva York —

“Me quitaron toda la ropa, excepto la ropa interior. Me quitaron las gafas y me obligaron a sentarme prácticamente ciega”.

Estas palabras son parte de una carta de 11 páginas escrita por Chelsea Manning y entregada a the Guardian en marzo de 2011. En ella detallaba el duro trato al que la sometían durante su aislamiento en un calabozo militar en la base Quantico, en el estado de Virginia. En ese momento, estaba esperando ser juzgada por ser la supuesta fuente de la mayor filtración de secretos de Estado en la historia de Estados Unidos, y todavía vivía con el nombre masculino que se le asignó al nacer y que luego cambió cuando pasó a vivir como una mujer. Más tarde, los detalles de su encierro serían denunciados ante las Naciones Unidas como una forma de tortura.

Pero la carta sirvió para mucho más que para eso. Consolidó a Manning como una de las personas más formidables dentro de las Fuerzas Armadas estadounidenses modernas, y supo estar a la altura de esa reputación desde entonces.

Físicamente pequeña de tamaño, durante los últimos siete años ha probado ser una gigante de la resistencia ante cualquier cosa que perciba como una injusticia en el mundo, o como una falta de respeto a cargo de sus captores militares. Ha expresado sus emociones con regularidad en columnas en the Guardian y en una serie de documentos legales con los que intentó preservar sus derechos mientras estuvo en la cárcel. Hace poco, con acciones de autolesión preocupantes, hizo saber que había intentado suicidarse.

El martes, la firme perseverancia de Manning y su equipo de abogados –el abogado durante el juicio, David Coombs, la abogada de la apelación, Nancy Hollander, y la abogada que lleva su caso por cambio de identidad de género, Chase Strangio– finalmente tuvo su recompensa y final feliz. En lo que pasará a la historia como la decisión más polémica del presidente Obama al conmutar una pena, tomada en los últimos días de su mandato, el jefe de Estado ha dado la orden de que Manning sea liberada de Fort Leavenworth, Kansas, dentro de 120 días, el 17 de mayo.

La fecha es justo 10 días antes del séptimo aniversario del arresto de Manning en la Base Operativa Avanzada Hammer, en las afueras de Bagdad, donde trabajaba como analista de Inteligencia a finales de 2009. Hacía unos días que la policía militar estaba tras ella, cuando un hacker con el que había tenido un intercambio privado en Internet, Adrian Lamo, la señaló como la fuente detrás de la enorme filtración de secretos de Estado de Estados Unidos al sitio de información libre WikiLeaks.

Tuvo acceso a millones de documentos

Aunque Manning tenía un rango militar relativamente bajo –era soldado raso–, había logrado tener acceso a millones de páginas de Inteligencia militar de todo el mundo. En su trabajo investigando patrones militares en el área que rodeaba su base a fines del 2009 y a principios del 2010, Manning se sentía cada vez más afectada por lo que había descubierto en bases de datos sobre el desigual rostro de los conflictos armados modernos y la forma a menudo desalmada y brutal con que los Estados Unidos ejercía su superioridad militar contra poblaciones civiles.

Manning quedó especialmente afectada tras ver un vídeo que encontró, que mostraba a un helicóptero estadounidense Apache atacar un grupo de personas en tierra que suponían que eran insurgentes pero que eran en realidad civiles, incluidos dos periodistas de Reuters. Las imágenes –conocidas como “Asesinato Colateral”–fueron publicadas y tuvieron amplias repercusiones en todo el mundo.

Otro material impactante entre sus descubrimientos, muchos de los cuales fueron publicados inicialmente por the Guardian como parte de un consorcio internacional de medios de comunicación informativos, incluía registros de la guerra de Afganistán e Irak y cables de la embajada de Estados Unidos que dejaban muy mal parado al Departamento de Estado de Hillary Clinton y ayudaron a impulsar los levantamientos populares en Túnez y otros países.

Daniel Ellsberg, la fuente de los Papeles del Pentágono de 1971 sobre la Guerra de Vietnam, dijo, ante la noticia de la liberación de Manning, que esperó durante 39 años -desde su propio acto de interés público- que alguien llevara a cabo una filtración de esas proporciones. “Chelsea hizo pública una cantidad de información secreta que no se podía menospreciar ni desestimar por ser parcial ni confusa”.

“Pagó un precio muy alto”

Ellsberg añadió: “Pagó un precio muy alto. Y no debería de haber pagado ningún precio, porque no tuvo un juicio justo. No pudo presentar una defensa de interés público por lo que había hecho”.

Aunque la principal motivación de Manning para filtrar los 700.000 documentos secretos fue su profundo descontento con la situación de los conflictos armados que se encontró en las bases de datos de Inteligencia, durante el juicio, el tribunal militar escuchó a su defensa decir que en el momento de las filtraciones ella estaba pasando por un difícil momento personal. Manning nació en 1987 en Oklahoma, hija de madre galesa, Susan Fox, y padre estadounidense, Brian Manning.

A sus 11 años, pasó por el difícil divorcio de sus padres y luego vio cómo se llevaban al hospital a su madre después de un intento de suicidio. Tras el divorcio, Fox llevó a Manning a vivir a Haverfordwest, su ciudad natal en Gales, donde la joven Chelsea pasó la mayor parte de su adolescencia.

En 2005, Manning regresó a Estados Unidos e ingresó al ejército con la esperanza de acceder a una educación universitaria gracias a la ley GI Bill e intentando tener un objetivo en la vida. Para entonces ya luchaba internamente por sus conflictos de identidad de género: le habían asignado género masculino al nacer, pero se sentía una mujer, una condición llamada disforia de género.

Muchos de los demonios internos que acosaban a la soldado se apaciguaron cuando Manning se lanzó a la carrera militar. Como tenía talento como técnica informática, se formó en análisis e Inteligencia en Fort Drum, Nueva York, antes de que la enviaran a Irak a aplicar sus conocimiento en la zona de combate.

El choque de temperamentos fue difícil: el conservador orden jerárquico militar de una época en la que todavía se aplicaba la política del “Prohibido preguntar, prohibido decir” contrastaba con el espíritu libre de Manning y su creciente conflicto por su identidad de género. El resultado era impredecible y por momentos explosivo: rápidamente Manning se ganó la reputación de ser una experta en Inteligencia, confiable y eficiente, pero también se metió en problemas por algunos exabruptos de ira, por los que le aplicaron acciones disciplinarias.

En medio de ese torbellino de impulsos conflictivos, se enteró de que el sitio web de información libre WikiLeaks estaba publicitando su capacidad para recibir secretos a través de un canal encriptado que protegía la identidad de la fuente. Informantes sin problemas, según lo promocionaban.

El famoso CD de Lady Gaga

Fue a través de este canal que Manning envió la montaña de documentos secretos que había copiado en un CD de Lady Gaga en su portátil y luego llevado a los Estados Unidos en una tarjeta SD antes de subirla a WikiLeaks. Tendría que haber supuesto que el aparato de Inteligencia de Estados Unidos, con sus omnipotentes equipos espías, la iba a rastrear tarde o temprano, pero al final se delató en un charla virtual íntima con Lamo.

El resto es historia.

Durante los casi siete años que ha pasado en la cárcel, Chelsea Manning continuó con su vida de montaña rusa. Además de los nueve meses de aislamiento que sufrió en Quantico, ha presentado una batalla cuesta arriba para convencer y exigir al ejército que le permita vivir como una mujer.  

Encerrada en una prisión masculina, ha logrado que le receten terapia de sustitución hormonal y que le den maquillaje. Pero el ejército le obliga a llevar el cabello corto al estilo masculino y no ha cumplido las promesas de permitirle acceder a una cirugía para completar su transición.

En medio del trauma del encierro y sus conflictos de género, Manning ha logrado llevar adelante una labor pública extraordinaria, todavía más impactante al provenir de una persona encarcelada. A través de sus columnas en the Guardian se ha convertido en una abanderada de aquellos que considera oprimidos por la avasallante naturaleza del gobierno estadounidense. Además ha escrito de forma honesta y conmovedora sobre las dificultades de vivir como una mujer.

Cuando sea liberada de Fort Leavenworth en mayo, Manning se verá frente a otro extraño giro de su singular travesía. Será liberada por el mismo hombre que la encarceló: el líder que estableció las penas más duras contra los informantes en toda la historia estadounidense moderna.

El presidente Obama fue el arquitecto de la ruina de Manning y ahora es su salvador. Tiene el récord como presidente de haber utilizado la Ley de Espionaje para llevar a juicio a más informantes que todos los otros presidentes juntos. Ahora ha provocado indignación en los conservadores y los militares por conmutarle la pena a la soldado.

Es la historia de su vida: Chelsea Manning se ha encontrado durante años en el centro de poderosas fuerzas opuestas, tanto dentro suyo como a su alrededor. En mayo podrá contarle todo esto al mundo por sí misma.

Traducido por Lucía Balducci