Han pasado treinta años desde que un científico de la NASA alertó a la población de la amenaza del cambio climático y de las emisiones causadas por la actividad humana. El mismo científico que hizo sonar la alarma en ese momento avisa ahora a la población de que la comunidad internacional no ha hecho nada para frenar los peores efectos de este fenómeno.
A Donald Trump y a muchos otros conservadores les gusta afirmar que el cambio climático es una patraña. En una entrevista en su casa de Nueva York, James Hansen, un excientífico de la NASA de 77 años, explica que lo que es pura patraña es haber hecho creer a la población que se estaban haciendo esfuerzos por frenar el cambio climático.
Se considera que Hansen fue el primero en alertar a la gente de los efectos del calentamiento global cuando en 1988 ante una Comisión del Congreso de Estados Unidos declaró que “estaba un 99% seguro” de que el aumento brusco de las temperaturas estaba vinculado con la actividad humana.
Desde entonces, las emisiones de gases de efecto invernadero se han multiplicado a pesar de las repetidas y cada vez más preocupantes advertencias de los científicos que han seguido los pasos de Hansen y que acumulan una gran cantidad de pruebas en este sentido, y que afirman que la civilización está al borde de la catástrofe.
“Lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema”, explica Hansen a The Guardian: “Lo reconocimos en 1992 (en la cumbre de Río) y lo volvimos a reconocer en París en 2015 (en la cumbre sobre el cambio climático). Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo. Las promesas de París son papel mojado. Los gobiernos nos han estado estafando desde los años noventa”.
La lista de culpables que ha elaborado Hansen incluye nombres que resultan familiares, como el lobby de la industria de los combustibles fósiles, pero también incluye nombres más sorprendentes, como el de Jerry Brown, el gobernador progresista de California, y la canciller alemana Angela Merkel. Según el científico, “los dos hacen ver que están intentando resolver el problema” pero luego les falta ambición y han rechazado la energía nuclear baja en emisiones de carbono“.
El expresidente Barack Obama es uno de sus blancos. En un libro muy crítico que está a punto de publicar, Hansen afirma que el expresidente “fracasó estrepitosamente” en todo lo relativo al cambio climático e impulsó medidas que “se hicieron tarde, y eran ineficaces y partidistas”.
El papel de Obama
Hansen incluso acusa a Obama de haber dejado pasar la oportunidad de frustrar la destrucción por Donald Trump de las medidas contra el cambio climático por haberse negado a llegar a un acuerdo sobre la demanda que el científico, su nieta y otros 20 jóvenes presentaron contra el Gobierno. Le acusaron de poner en peligro el medio ambiente de forma anticonstitucional.
“Al final del mandato de Obama, Estados Unidos afirmó que reduciría el 80% de las emisiones en 2050”, recuerda Hansen.
“Nuestra demanda pide una reducción del 6% anual así que pensé, 'es una cifra similar, lleguemos a un acuerdo'. que era una cifra parecida. Lo planteamos a la gente de Obama, pero él se opuso. Era una oportunidad excelente. Lo abordamos justo después de la victoria de Trump. Si hubiéramos llegado a un acuerdo extrajudicial, Estados Unidos no habría sido capaz legalmente de llevar a cabo todas las iniciativas absurdas que ha impulsado Trump, que está volviendo a activar todo tipo de fuentes de combustible fósil”.
Las frustraciones de Hansen parecen eclipsar cualquier satisfacción que pudo obtener con los elogios que obtuvo tras su discurso ante los congresistas de Estados Unidos el 23 de junio de 1988. En esa ocasión, Hansen, hijo de unos agricultores de Iowa, explicó con voz calmada que la humanidad estaba entrando en una nueva era: “Hemos identificado el efecto invernadero, que está cambiando nuestro clima”.
Tras su testimonio, Hansen habló con los medios de comunicación: “Ha llegado la hora de dejar de hablar tanto y reconocer que el efecto invernadero es una realidad”. Presentó los resultados de unas investigaciones recientes que pronosticaban que 1988 sería el año más cálido de la historia, así como proyecciones para el calor bajo tres escenarios de emisiones diferentes.
El mundo ha seguido obedientemente el “escenario B” de Hansen. “Lo estamos siguiendo a rajatabla”, afirma Hansen ahora, con temperaturas globales que subieron alrededor de un grado en el último siglo.
Obviamente sus conclusiones no surgen de la nada. El físico irlandés John Tyndall confirmó en los años 50 del siglo XIX que el dióxido de carbono es un gas que atrapa el calor. En 1985 se celebró un encuentro de científicos en Villach, Austria, y la conclusión final fue que en el siglo XXI la temperatura aumentaría de una forma sin precedentes. Al día siguiente a la comparecencia de Hansen ante el Congreso, el New York Times afirmó que los cambios que se estaban produciendo “afectarían a la vida en la tierra durante siglos”.
Tras tres décadas de esfuerzos diplomáticos, la comunidad internacional, con la excepción de Trump, ha acordado que la temperatura debería aumentar menos de dos grados respecto a la era preindustrial. Sin embargo, lo cierto es que a lo largo de estos años las temperaturas se han disparado (en 1988 se emitieron 20.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, y en 2017, 32.000 millones de toneladas) y los recortes prometidos por los gobiernos son insuficientes si se quiere alcanzar la meta de mantener el aumento por debajo de los dos grados.
A pesar del notable crecimiento de energías renovables como la solar y la eólica, Hansen cree que solo un impuesto sobre los combustibles que producen carbono podría revertir la situación.
Subir el precio del combustible fósil
“La solución no es complicada, no estamos hablando de alta tecnología”, indica Hansen. “No conseguiremos reducir las emisiones si no le damos a los combustibles fósiles un precio acorde con el coste real. Los científicos han sido muy honestos. Necesitamos gravar con más impuestos un producto que luego consume la población”.
Hansen tenía detractores incluso antes de su comparecencia ante el Congreso. Recuerda que la misma mañana de su presentación, un compañero de la NASA le dijo que “ningún científico respetable” afirmaría que el mundo se estaba calentando. Explica que tras su comparecencia, el gobierno de Estados Unidos (bajo el mandato de George Bush) se entrometió y censuró sus trabajos.
En 2013 se jubiló y se convirtió en activista y fue arrestado mientras participaba en una manifestación ante la Casa Blanca para protestar contra el oleoducto de Keystone.
La respuesta de la comunidad internacional ante el aumento de las temperaturas no fue contundente y ahora el cambio climático es una realidad. Seguramente en 2040 ya se habrá sobrepasado el objetivo fijado en París de que la temperatura no aumente más de 1,5 grados. Cada vez que un bloque de hielo de la Antártida se estrella contra el océano se tienen que cambiar los pronósticos sobre el aumento del nivel del mar. Algunas islas podrían desaparecer.
Aún hay tiempo
“No es demasiado tarde”, subraya Hansen: “Existe una tasa de reducción de las emisiones que es viable para mantenerse por debajo de los 2 grados. Para hacerlo es necesario gravar las emisiones de carbono”.
En declaraciones a The Guardian, John Holdren, el principal asesor científico de Obama, ha explicado que en lo relativo al acuerdo de París se acordó todo lo que se podía acordar sin el apoyo del Congreso y que es “problemático” alcanzar compromisos vinculantes.
A pesar de puntualizar que no siempre está de acuerdo con algunas de las propuestas de Hansen, sí reconoce que es una de “las voces más eminentes” de la ciencia que estudia el cambio climático.
“Pobre Jim Hansen. Es un héroe trágico”, afirma Naomi Oreskes, una académica de Harvard que estudia historia de la ciencia. “Su historia recuerda la maldición de Casandra (según la mitología griega nadie creía sus profecías a pesar de ser ciertas) porque puede entender y diagnosticar lo que está pasando, pero es incapaz de convencer a los demás para que actúen. A todos nos han educado para creer que el conocimiento es poder, pero Hansen demuestra que esto no es cierto. El poder es poder”.
Algunas compañías de combustibles fósiles como Exxon y Shell han ejercido este poder de forma agresiva, a pesar de que décadas antes de que Hansen hiciera saltar la alarma ya eran muy conscientes de los peligros del cambio climático. Fundaron una red para atacar los estudios científicos sobre el cambio climático y dieron dinero a políticos afines. Más tarde, se unió el grueso del Partido Republicano estadounidense, que ahora reniega de las acciones encaminadas a frenar el cambio climático.
“Obama estaba comprometido con la causa, pero no podía hacer mucho con el Congreso que tenía”, dijo Oreskes. “Culpar a los demócratas y a Obama es malinterpretar el contexto político. Había una enorme red organizada que transmitía un mensaje de confusión y duda”.
Michael Oppenheimer, un científico que investiga el cambio climático y que también expuso su opinión sobre el aumento del nivel del mar en la sesión del Congreso de 1988, afirma que la lucha para frenar el cambio climático ha sido “desalentadora”.
“El movimiento anticientífico se intensificó y ahora estamos muy atrasados”.
“Estoy convencido de que resolveremos el problema”, señala. “Pero no antes de que haya una cantidad de sufrimiento desproporcionado y que debería haberse evitado”.
Traducido por Emma Reverter