Civiles ucranianos celebran la incursión de su ejército en Rusia pese a verse forzados a dejar sus hogares en la frontera
Oksana y su familia escaparon tan rápidamente como pudieron el martes 6 de agosto. No sabían que las fuerzas regulares de Ucrania habían entrado por primera vez en Rusia ni que el bombardeo al que el ejército ruso estaba sometiendo a su pueblo, separado por unos 11 kilómetros de la frontera, era la respuesta.
“Eran las 9 de la mañana cuando cayó sobre el pueblo la primera bomba planeadora”, cuenta Oksana, madre de dos niñas. La brutalidad del ataque era “muy aterradora, mucho mayor” que la de un bombardeo ordinario. Tanto, que enseguida comprendieron que tenían que escapar. “Nuestro vecino llevó primero a sus hijos en coche y luego regresó y nos recogió a mí, a mi hermana y a mi familia”, explica.
Oksana y su familia hicieron lo mismo que cientos de personas en la zona de frontera ucraniana desde la que las fuerzas de Kiev lanzaron su ataque sorpresa la semana pasada: huir hacia el sur, hacia la ciudad de Sumy, a unos 40 minutos en coche. Allí han alquilado una vivienda y acudido al abarrotado centro de refugiados para decidir qué hacer a continuación.
Su relato coincide con el de otras personas que hacen cola para registrarse como desplazados internos en el centro. Dicen que este bombardeo es diferente a los que se producían antes de manera periódica. “Lo que ocurrió la semana pasada fue cien veces mayor”, dice Mykola, de 69 años. El pasado domingo lo evacuaron a él y a su esposa del pueblo de Yunakivka, a unos ocho kilómetros de la frontera.
Aunque algunos habitantes de la zona sospechaban que algo se avecinaba, las autoridades civiles ucranianas no recibieron prácticamente ningún aviso formal del ataque. A pesar de ello, en cuanto comenzó el bombardeo anunciaron la evacuación forzosa de 6.000 personas en los pueblos situados a una distancia de entre 5 y 10 kilómetros de la frontera. Aún no se sabe cuándo podrán regresar a sus casas.
Una parte mayor del combate se ha trasladado ahora al lado ruso, aunque de vez en cuando hay ataques contra la retaguardia ucraniana. En la tarde del domingo un solo misil destruyó una pequeña edificación de varias plantas junto a una zona residencial del sur de Sumy, provocando heridas en ocho civiles de la zona y una estela de humo que podía verse desde todo el campo.
Según Alexéi Smirnov, gobernador en funciones de la región rusa de Kursk, tras casi una semana de ataques Ucrania ha tomado 28 pueblos de esta provincia, vecina a la poco poblada región ucraniana de Sumy. De acuerdo con noticias publicadas en medios oficiales rusos, Smirnov dijo el lunes que el frente tenía una longitud de 40 kilómetros y que los ucranianos habían penetrado hasta 12 kilómetros en territorio ruso.
Horas después Ucrania sugirió que el territorio bajo su control era mucho mayor. En un vídeo difundido por el presidente, Volodímir Zelenski, se ve a Oleksandr Syrskyi (jefe de las fuerzas armadas ucranianas) presentando un informe de situación. “En este momento controlamos unos 1.000 kilómetros cuadrados de territorio de la Federación Rusa”, dice.
Aunque sigue siendo una superficie modesta en comparación con el inmenso tamaño del conjunto de Rusia y Ucrania, el ataque representa la primera ocupación de una parte de Rusia desde la Segunda Guerra Mundial. El presidente ruso, Vladímir Putin, prometió el lunes “una respuesta digna” y dijo que la principal motivación del ataque era política. “La tarea principal, por supuesto, es que el Ministerio de Defensa aplaste y deje fuera de combate al enemigo en nuestro territorio”, añadió.
Hasta ahora no ha habido señales de que las fuerzas rusas hayan podido detener a los invasores ucranianos, que aparentemente están ganando terreno en torno a Sudzha, a ocho kilómetros de la frontera.
En las declaraciones más detalladas que ha hecho hasta la fecha sobre la incursión, Putin también dijo que Ucrania, “con ayuda de sus amos occidentales”, estaba tratando de mejorar su posición negociadora antes de cualquier posible conversación de paz y que estaba tratando de tomar territorio ruso para un posible intercambio cuando termine la guerra.
No hay demasiados indicios de conversaciones serias de paz. El Kremlin ha dado señales de que está dispuesto a poner fin a la guerra pero manteniendo el territorio capturado, lo que dejaría en manos de Rusia en torno al 18% del territorio ucraniano. Ucrania ha manifestado una y otra vez su intención de volver a la frontera reconocida internacionalmente. También pretende entrar en la OTAN, una medida que Rusia ha rechazado en otras ocasiones y considera inaceptable.
Los cerca de 150 refugiados que esperan ayuda en Sumy no parecen tener demasiado interés en una paz inmediata, aunque el peligro en la frontera reduzca sus esperanzas de volver a casa. Ninguno responsabiliza de su desplazamiento al ataque sorpresa lanzado por las fuerzas ucranianas. La incursión era una forma necesaria de defensa, dicen.
Liudmyla, de 54 años, llora cuando habla preocupada por la seguridad de su marido, que sigue tratando de cosechar soja en su granja de la aldea fronteriza de Khotin. Al preguntarle si le parece bien que el ataque se haya iniciado desde su zona, poniendo en peligro a su familia, se anima de inmediato. “Sentí euforia, euforia”, dice. “Absolutamente, al 100%. Deberían haberlo hecho antes, ojalá lo hubiera hecho yo misma”.
Mykola perdió la mano derecha antes de la guerra y su opinión es similar. “Deberíamos haber hecho algo; de alguna manera tenemos que liberar nuestro territorio; el año pasado fracasamos en la ofensiva, pero este año parece que estamos en mejor estado, con la ayuda occidental”, dijo, elogiando el apoyo prestado por Boris Johnson, ex primer ministro del Reino Unido.
“Esperamos que tengan éxito y que sigan teniéndolo. Por lo que sabemos, cuando tengan éxito, recibiremos todavía más ayuda de Europa y de Estados Unidos”, añade.
Traducción de Francisco de Zárate
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