Este domingo 16 de octubre la cúpula del Partido Comunista de China (PCCh) se reunirá en un encuentro que se celebra dos veces cada década y en el que se dan discursos, reuniones secretas y cambios en los puestos de poder y en los comités.
Se espera que el vigésimo congreso del partido sirva para que el actual líder, Xi Jinping, sea reelegido para un tercer mandato sin precedentes, así como para dar señales de lo que pretende hacer con su tiempo extra en el cargo. Los grandes interrogantes giran en torno a los nombramientos clave de subordinados; a si tendrá una posición aún mayor dentro del partido; a lo que piensa hacer con la economía, devastada por el plan 'COVID cero'; y a su promesa de tomar el control de Taiwán.
¿Qué es el congreso?
El congreso es la reunión más importante del ciclo político quinquenal del PCCh. En él se anuncian los nuevos ascensos y los nombramientos clave, entre ellos el de líder del partido, se evalúa el progreso del partido y se traza la dirección del siguiente ciclo.
La reunión se celebra siempre en otoño, pero esta vez la fecha escogida es relativamente temprana, lo que indica que se han tomado decisiones importantes y que se han limado posibles desacuerdos o controversias dentro del partido.
¿Quién acude?
Unos 2.300 altos cargos del partido se reunirán en el Gran Salón del Pueblo de Pekín en aparente representación de las decenas de millones de miembros del partido en toda China. De ellos hay 200 miembros del Comité Central de élite con derecho a voto y otros 170 suplentes. Este comité es responsable de elegir al politburó, compuesto por 25 miembros, de los cuales los siete más poderosos son nombrados para el comité permanente del politburó (CPP).
“Si llegas al gran comité, el poder fluye hacia ti”, dice Ryan Manuel, un experto en política china que reside en Hong Kong. Manuel dice que la remodelación es muy parecida a la de una multinacional que anuncia una serie de jubilaciones de altos cargos y el ascenso de empleados subalternos para reemplazarlos, pero con los nuevos títulos de trabajo postergados hasta la celebración de la Asamblea Popular Nacional en marzo.
“Una vez que alguien ha ascendido por antigüedad, se le da un nuevo puesto que refleja su nuevo estatus”, dice Manuel.
Todo el mundo está clasificado y Xi, como secretario general del Comité Central, está en la cima de la pirámide. También ostenta el título de presidente de la comisión militar central y el de presidente de la República Popular China. Los dos primeros se renuevan en el congreso, pero el título de presidente –que es el que menos poder tiene a pesar de ser el más utilizado internacionalmente– se renovará en la Asamblea Popular Nacional del año que viene.
El secretario general es el cargo más importante, ya que proporciona un control casi total del PCCh. Hay una letanía de otros títulos, algunos relacionados con el poder específico sobre diversos organismos políticos y de seguridad y otros más simbólicos. La concesión en 2016 del título de “líder principal” elevó a Xi al mismo nivel que los anteriores líderes Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin.
Este año, los analistas están atentos por un posible título nuevo: la resurrección del título de “presidente del partido” de Mao. El regreso del título alteraría la estructura de poder del PCCh, pero también crearía desafíos, como describe la doctora Ling Li, de la Universidad de Viena.
Qué ocurre en la reunión
El programa real de los eventos es casi totalmente a puerta cerrada. El anterior congreso se abrió con un largo discurso de Xi en el que expuso los éxitos del PCCh y sus prioridades para el próximo mandato.
“Creo que el tema general podría ser alguna noción de gran renovación de la nación china”, dice Victor Shih, profesor de política en la Universidad de California, San Diego. “Eso... tendría, por supuesto, repercusiones en la economía: [Para ese objetivo] China tendrá que seguir creciendo y militarmente tiene que hacerse más fuerte, tiene que ser una potencia cada vez más influyente en el mundo”.
Es probable que Xi esperase que la estabilidad y el optimismo fueran totales en toda China para crear un escenario perfecto para el congreso, pero no fue así. En su segundo mandato, Xi proclamó la eliminación de la pobreza extrema en China, lanzó intervenciones masivas sobre los excesos de las industrias de tecnología, el desarrollo y la educación, tomó esencialmente el control de Hong Kong y mantuvo bajo el número de muertos de COVID-19. Sin embargo, la economía tiene problemas y los impactos sociales de la COVID-19 han provocado frustración. Los simulacros militares del mes pasado en torno a Taiwán también causaron cierta preocupación interna a pesar del apoyo general a la “unificación” de Taiwán.
“Sabemos que Xi Jinping es extremadamente poderoso, pero este año también ha demostrado que tiene vulnerabilidades”, dice Margaret Lewis, profesora de derecho de la Universidad de Seton Hall, en Estados Unidos.
Tras una semana de reuniones privadas, es probable que Xi pronuncie un discurso de clausura y presente la nueva formación del Comité Permanente del Politburó, cuya composición exacta solo se revela cuando suben al escenario.
Los puestos suelen quedar vacantes porque, o bien el miembro ha sido purgado por mala conducta, o bien se ve obligado a retirarse en virtud del estatuto de límite de edad del partido, que anima a los miembros que tienen 68 años o más en el momento del congreso a retirarse. Shih dice que es probable que haya al menos dos jubilaciones relacionadas con la edad en el CPP: Li Zhanshu y Han Zhang, que ocupan el tercer y séptimo puesto respectivamente.
Por qué es diferente esta vez
Normalmente en esta reunión se produciría una transición de liderazgo sin problemas con Xi retirándose al final de su segundo mandato. Pero en 2018 el partido anunció repentinamente que esos límites constitucionales habían sido desechados, dando a Xi la capacidad de ser lo que algunos analistas denominaron “dictador vitalicio”.
Es el eje de la consolidación del poder por parte de Xi, según analistas, y revierte las salvaguardias puestas en marcha por anteriores líderes para evitar que se repita el culto a la personalidad en torno a Mao y los daños de su Revolución Cultural.
No ha habido oposición pública a la eliminación de los límites de los mandatos, ni al propio Xi, y muchos de sus potenciales oponentes han sido purgados en la amplia campaña anticorrupción de los últimos años. Para muchos analistas, como el profesor Carl Minzner, miembro del Council on Foreign Relations, la cuestión de si conseguirá un tercer mandato “ya está asegurada”.
“En cambio, [la cuestión] es hasta dónde se eleva políticamente ¿Será elevado a un papel más cercano al de Mao en el sistema político chino, por ejemplo, recuperando el puesto de presidente del partido (abandonado desde principios de los años 80)?”, dice Minzner.
Minzner sostiene que el nombramiento de Xi como presidente del partido “abriría la puerta a una desintegración más amplia del sistema político de China para volver a un completo gobierno unipersonal”.
“Si eso sucede, se presenta la amenaza de que todos los abominables fracasos políticos que inevitablemente acompañan a tal cambio –ya sea los que la propia China experimentó bajo el mandato de Mao durante la Revolución Cultural o los que Rusia está presenciando hoy bajo Putin- puedan repetirse”.
Traducción de Lara Lema