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El terremoto político en Hong Kong sacude fuerte al Gobierno de Pekín

Emma Graham-Harrison

Hong Kong —

Carrie Lam es la víctima más evidente de las extraordinarias protestas de Hong Kong, pero no la única. Es cierto que la carrera política de la jefa ejecutiva de la ciudad puede darse por finiquitada (por mucho que decida quedarse en el puesto) y que la agitación se debe a sus intentos de alinear la región administrativa especial con China. Pero Xi Jinping, presidente de China y valedor de Lam, tampoco las tiene todas consigo.

Lam ha hecho todo lo posible por mostrarse como una figura independiente en esta crisis mientras Pekín ha insistido en hacer público que la apoyaba. Pero ninguna de las dos partes está siendo del todo sincera. El poder político que han demostrado los habitantes de Hong Kong y la humillante marcha atrás de Lam con su polémica ley de extradición son un gigantesco dolor de cabeza para Xi, el cada vez más nacionalista y autocrático líder de China.

Según Willy Lam, del Centro de Estudios Chinos en la Universidad China de Hong Kong, Xi Jinping debe estar “hecho una furia”. “Por primera vez desde que tomó el poder hace siete años, [los manifestantes] han obligado a Xi a dar marcha atrás con un importante programa político”.

En China, sus enemigos dentro de la élite del Partido Comunista aprovecharán la crisis para atacarle. Con el tiempo, lo sucedido también podría inspirar nuevas protestas opositoras en regiones inestables como el Tíbet o como la provincia occidental de Xinjiang. Como dice Lam, “las noticias se filtrarán tarde o temprano”. “La gente se enterará de lo que lograron los habitantes de Hong Kong demostrando unidad y saliendo a las calles”.

Se espera que lo ocurrido contribuya a una posible reelección de Tsai Ing-wen, la presidenta independentista de Taiwán. A Xi le encantaría unificar la isla con el continente, pero la crisis de Hong Kong ha funcionado como una advertencia a los votantes del riesgo que corren si aceptan una relación más cercana con China.

Lejos de Pekín el enfrentamiento con los ciudadanos de Hong Kong también ha servido para dar nueva munición a las críticas de Occidente, justo cuando China está al borde de una guerra comercial con EEUU y en un momento de duras críticas por la red de campos de concentración para uigures en Xinjiang y las agresivas políticas en el Mar del Sur de China.

Para entender el miedo que sienten las autoridades chinas por lo que ha estado sucediendo en Hong Kong no hay más que ver la censura. Detrás del gran cortafuegos digital que aísla a China del resto de Internet, muchos medios han evitado el tema o han cargado contra la intromisión extranjera en la antigua colonia británica. El China Daily, un periódico chino escrito en inglés, publicó un artículo sobre una marcha antiestadounidense de padres de Hong Kong y no mencionó la gigantesca protesta contra el Gobierno de la ciudad en la que, según los organizadores, marcharon casi dos millones de personas.

Lo más probable es que Pekín siga apoyando públicamente a Lam solo por el coste que para el Gobierno de China supondría ceder ante el clamor popular y deshacerse de una líder escogida a dedo.

Según Zhixing Zhang, analista veterano de Asia oriental en la empresa de inteligencia Stratfor, “las protestas en Hong Kong han complicado los retos que enfrenta actualmente Pekín”. “China ya está en medio de una guerra comercial y las protestas podrían fortalecer a los críticos de Pekín en Taiwán ahora que se acercan las elecciones (…) Pero el hecho de que la carrera política de Carrie Lam esté en juego obliga a Pekín a apoyar firmemente a su propia funcionaria”.

La insistencia de Lam en que la polémica ley de extradición que desencadenó la crisis era una iniciativa exclusivamente suya suena tan falsa como la confianza que Pekín dice tener en ella. Aún no se sabe si la ley empezó a pensarse en Pekín o en Hong Kong. Lo que está claro es que cuando se planteó, Xi y el Partido Comunista gobernante en China la adoptaron con entusiasmo. Este martes, Lam ha ofrecido a los ciudadanos de Hong Kong una disculpa “sincera y seria”.

Habría sido un mecanismo muy útil para Pekín al permitirle perseguir legalmente a críticos y fugitivos establecidos en Hong Kong (algo que ya ha hecho en varias ocasiones secuestrándolos de forma ilegal). La ley también habría servido para acelerar la integración política y legal de los dos países, un objetivo clave para China antes de 2047, cuando expira la autonomía de Hong Kong.

En China, dos miembros del comité permanente del gobernante politburó hicieron unas poco comunes declaraciones públicas de apoyo al proyecto de ley. Se dice que Lam consultó con uno de ellos, Han Zheng, el día antes de dar marcha atrás.

La jefa ejecutiva de Hong Kong tenía fama de trabajadora, competente y a veces despiadada antes de esta crisis. Tal vez por eso Pekín pensó en ella como la persona ideal para una legislación que afectaría de forma tan profunda todos los aspectos de la vida en la ciudad autónoma.

Lam no tiene sucesor natural. Cuando Pekín intente encontrar uno, tendrá que enfrentarse a la dificultad de controlar Hong Kong mientras la ciudad mantiene su libertad de expresión y Estado de Derecho. Como dice el profesor Lam, el trabajo de los jefes ejecutivos de Hong Kong “es casi imposible”. “Tienen que responder a dos maestros con exigencias radicalmente diferentes”.

Durante mucho tiempo, el politburó de Pekín ha sido un maestro exigente y ruidoso. El otro es el pueblo de Hong Kong, que acaba de encontrar su voz.

Traducido por Francisco de Zárate