Cuando en 2014 finalizaron las protestas a favor de la democracia que paralizaron Hong Kong durante 79 días, los manifestantes dejaron en las calles bombas de purpurina y pegatinas con forma de paraguas en las que se leía “Volveremos”.
Más de cuatro años después, han cumplido aquella promesa. Desde el martes por la noche, miles de manifestantes han salido a las calles, presionando al Gobierno. Han bloqueado calles, construido barricadas y ocupado muchas de las mismas zonas que ya fueron escenario de las protestas de 'Occupy', el conocido como la 'Revolución de los Paraguas', que luchó por construir una “democracia real”. E igual que en 2014, se han enfrentado a la Policía y han recibido gases lacrimógenos.
Sin embargo, 'Occupy 2.0', como han llamado a la protesta más reciente, difiere en varios aspectos clave. Los manifestantes de ahora son menos idealistas, más escépticos y tienen un objetivo más concreto: frenar un proyecto de ley que permitiría a Pekín extraditar a supuestos criminales a China continental desde Hong Kong, un territorio con un alto nivel de autonomía en su sistema judicial, que tiene prensa independiente e Internet libre.
China se escuda en que la nueva ley combatirá el crimen y no será utilizada con fines políticos. Sin embargo, los críticos afirman que la medida permitiría el “secuestro legal” de activistas, disidentes y otras personas críticas con el régimen chino, para las que Hong Kong es un refugio.
En los últimos cuatro años, desde que finalizaron las protestas de los Paraguas, el Gobierno de Hong Kong ha encarcelado activistas, ha descalificado a legisladores defensores de la democracia y ha construido costosas obras de infraestructura para mejorar la comunicación de Hong Kong con el continente. Además, los cuerpos de seguridad chinos han secuestrado a vendedores de libros independientes del territorio autónomo.
“Estas protestas son la furia contenida que está comenzando a bullir ahora”, remarca Victoria Hui, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos y experta en Hong Kong. “No es solo este proyecto de ley. Es una combinación de todas las cosas que ha hecho Pekín para erosionar la libertad en Hong Kong”, sentencia.
El apoyo a las protestas podría ser mayor que el de 2014. El miércoles, cientos de comercios, colegios y trabajadores de toda la ciudad se sumaron paralizaron la actividad. El pasado domingo cerca de un millón de personas marcharon contra el proyecto de ley, al que se oponen abogados, jueces, inversionistas e iglesias. La lucha contra la ley de extradición se ha descrito como la “batalla final” por la libertad y la identidad propia de Hong Kong.
Las manifestaciones actuales están mejor organizadas. El martes por la noche y el miércoles antes del debate del proyecto de ley en la Legislatura, las primeras filas de la manifestación contaban con provisiones de alimentos, agua, kits de primeros auxilios, máscaras y paraguas para protegerse de los gases lacrimógenos. Cuando comenzaron a rodear el edificio del Gobierno, las autoridades decidieron posponer el debate. Victoria para los manifestantes.
Sin embargo, también las fuerzas de seguridad están más preparadas para hacer frente a las protestas. La Policía ha actuado antes y con más fuerza: han cargado, arrojado gases lacrimógenos y disparado balas de goma. Los manifestantes respondieron con abucheos y lanzando materiales de construcción a las fuerzas de seguridad.
En al menos un caso, según vídeos publicados, miembros de la Policía aporrearon a algunos manifestantes. La cadena RTHK informó de que 72 personas tuvieron que ser trasladadas al hospital, dos de ellas heridas de gravedad. Finalmente, los agentes lograron dispersar la manifestación.
Los propios residentes de Hong Kong y la comunidad internacional han endurecido su visión y trato con China, enfrentada a Estados Unidos y otros países occidentales por la polémica surgida con la marca de telefonía Huawei y por temas de derechos humanos. Ahora, esta ley de extradición está exacerbando esas tensiones.
Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, entre otros, han criticado el proyecto de ley. En respuesta Pekín ha culpado a “fuerzas extranjeras” de fomentar las protestas en Hong Kong para desestabilizar China. Antes de la marcha en Hong Kong, Pekín bloqueó medios extranjeros de noticias, incluido The Guardian, varias publicaciones estadounidenses y el diario Toronto Star.
En Hong Kong, a pesar de los esfuerzos de la oposición, son pocos los que confían en que el proyecto de ley será archivado. Pekín ha reiterado su apoyo al proyecto y la Jefa Ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, también se ha sumado a este compromiso. “Incluso si no pueden ponerle freno al proyecto de ley, quieren demostrarle al mundo, a Carrie Lam y a Pekín que nos importa y que no nos rendiremos sin dar pelea”, sentenció la profesora Hui.
Traducido por Lucía Balducci