En Tecomán, el municipio con más asesinatos de México, los cadáveres aparecen con demasiada frecuencia. Si no enteros, en partes. Guardados en bolsas de basura, en hamacas, y en mochilas empapadas de sangre; arrojados en los carriles para bicicletas y en los canales; abandonados en las esquinas y en los campos de fútbol. Son los símbolos descompuestos de la guerra fallida de México contra las drogas.
“A veces ni siquiera sabemos quiénes son”, admite Arturo Bautista, el canoso gerente del cementerio de Tecomán. Él es el custodio final de las víctimas en la inagotable máquina de matar de este pueblo playero del Pacífico.
Tecomán es uno de los mejores ejemplos de la ferocidad e inutilidad de la guerra contra las drogas en México. Lo que en otra época era una tranquila localidad costera registró en 2017 una tasa de 172,51 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Es decir, mismo ratio que en una zona de guerra.
Según los expertos, la culpa es de la ofensiva militar contra los cárteles de la droga iniciada en 2006 por el expresidente Felipe Calderón. Argumentan que dividió a las bandas en facciones más pequeñas y violentas, desatando una guerra por el territorio que llevó a Tecomán y a los pueblos cercanos de la estratégica costa oeste mexicana a figurar entre los municipios más letales del país.
El resultado han sido 200.000 muertos, motivo por el que el próximo presidente de México quiere revisar esa “estrategia fallida”. “La violencia no se puede combatir con violencia”, proclamó esta semana Andrés Manuel López Obrador (también conocido como AMLO, por sus iniciales) en Ciudad Juárez, una de las ciudades más violentas de México, durante la apertura de una serie de debates nacionales sobre la política de seguridad. “El mal no se puede enfrentar con el mal”, insistió.
Sus promesas eran música para los oídos de los votantes de Tecomán y los cercanos municipios de Armería, Ixtlahuacán y Manzanillo. En los cuatro, las elecciones de julio fueron ganadas por los alcaldes de Morena, el partido de AMLO. “Fue un tsunami, un tsunami a lo Andrés Manuel”, celebra Marco Antonio Quintana, maestro y activista local. Según él, muchos votaron por el partido de AMLO con la esperanza de que ponga fin al derramamiento de sangre.
Elías Lozano, alcalde electo de Tecomán, está decidido a devolverle la vida a una ciudad agrícola que en otra época fue famosa por sus limas. “La gente está pidiendo seguridad a gritos”, dice el empresario y alcalde de 56 años: “Los tecomenses son gente decente y merecemos vivir de otra manera”.
“Olvido, no; perdón, sí”
López Obrador no ocupará la presidencia hasta diciembre y los detalles de su enfoque de seguridad pública aún son poco claros. Pero los primeros indicios sugieren que usará mucho menos la represión del ejército para ocuparse más de las raíces sociales del crimen.
No obstante, ya se conocen algunas de las líneas maestras del plan de “pacificación” de AMLO. Estas serían:
- Celebrar Foros de Escucha a nivel nacional para dar a conocer las políticas de seguridad a las víctimas de la violencia, los líderes religiosos y los académicos. En la primera audiencia de este tipo, que se celebró el martes, AMLO dijo que no dejaría cabos sueltos en su intento de “pacificar nuestro querido México”. “No debe haber tabú, no autocensura, somos libres: todo lo que le convenga al pueblo se va a llevar a cabo”, dijo.
- Considerar la posibilidad de despenalizar la marihuana y conceder una amnistía limitada a los criminales no violentos. “Olvido, no; perdón, sí”, dijo AMLO.
- Crear comisiones de la verdad para investigar los peores episodios de violencia.
- Asumir personalmente la responsabilidad por la política de seguridad y celebrar reuniones diarias al respecto a primera hora de la mañana.
Indira Vizcaíno, la mujer de confianza de AMLO en el estado de Colima -donde se encuentra Tecomán-, explica que la política de seguridad dejará de ser “apagar el fuego con más fuego”. “Los índices de criminalidad no están subiendo porque la gente de repente tenga ganas de hacer el mal; los índices de criminalidad suben porque la gente necesita comer”, añadió.
“Esto no significa que [AMLO] no tenga además una estrategia para hacer frente a la delincuencia organizada... Por supuesto que la tiene. Pero su objetivo clave es abordar las causas”, dice Vizcaíno durante una entrevista con The Guardian en el mismo restaurante de la capital de Colima donde en 2015 trataron de asesinar al ex gobernador Fernando Moreno Peña. Según Vizcaíno, la despenalización de “algunas drogas” forma parte del programa de AMLO.
Derribar las políticas tabú
Benjamin Lessing, autor del libro Making Peace in Drug Wars [Llegando a la paz en la guerra contra las drogas], dijo estar esperanzado por la decisión de AMLO de debatir políticas consideradas tabú, como la despenalización o la amnistía, aunque también destacó que el uso de esa última palabra era innecesariamente incendiario.
Según Lessing, uno de los mayores problemas en el debate sobre las drogas es que se rechazan demasiadas opciones solo por los prejuicios: “Quedamos atrapados en una especie de histeria, como tener que luchar hasta la muerte y eliminar a todos los narcotraficantes”.
En lugar de eso, Lessing cree que AMLO debería adoptar la estrategia de “minimización de la violencia” para reducir la tasa de homicidios en México, dirigiendo sus ataques contra los cárteles como los de Tecomán, que insisten en perpetrar actos de violencia mortal. “Cuando hay una espiral de violencia homicida, lo más importante es que quede claro, especialmente para el crimen organizado, que no sale rentable ser violento. La forma en que se envía ese mensaje es castigándolos más por ser violentos, [y] dejando de investigar las actividades delictivas no violentas”.
“El objetivo es contener la guerra contra las drogas y decir: ‘Miren, en este momento nuestra prioridad es reducir la tasa de homicidios y eso requiere que no patrullemos tanto la frontera, o las carreteras por donde pasan las drogas’”. Aunque no tenga “ningún as en la manga para reducir el homicidio”, dice Lessing, una política que siga esas directrices al menos contribuiría a frenar la matanza.
La tarea es especialmente urgente en lugares como Tecomán, donde la carnicería no parece aflojar. La semana pasada, tras una breve y poco común pausa en el derramamiento de sangre que coincidió con el periodo electoral, arrojaron un cadáver decapitado por un puente en las afueras de la ciudad. Unos días antes, se halló un cementerio clandestino con un número indeterminado de cadáveres.
“Sentí que se había convertido en un pueblo sin ley”
El alcalde reconoce que pacificar Tecomán será difícil. A modo de ejemplo, cuenta la historia de un empresario local que descubrió que los trabajadores de su rancho consumían metanfetamina de forma generalizada. Para evitarlo, reforzó la seguridad. Hasta que le llegó una carta en la que se amenazaba de muerte a los directivos de la empresa si no cesaban la vigilancia. “Lo dejaron”, cuenta Lozano.
Lozano admite que hay que ser “muy cuidadoso” en el tratamiento de un tema tan “delicado” y subraya que no es tarea de un alcalde luchar contra los cárteles. “Pero es muy difícil ver lo que está sucediendo sin poder hacer nada”, añade, insinuando una posible solución: milicias comunitarias similares a las que ya patrullan en el estado vecino de Michoacán.
¿Cómo llegó Tecomán a convertirse en esta carnicería? “Por la falta de políticos honestos”, dice Lozano. “Esa es la raíz de todo: los políticos tuvieron la posibilidad de decidir entre quedarse al margen o involucrarse, y muchos decidieron lo segundo para obtener beneficios económicos”.
Vizcaíno asimiló la magnitud de la tragedia en febrero, durante una visita al cementerio de Tecomán para el entierro de un político local asesinado a tiros. A su alrededor había montículos de tierra color almendra, algunos grandes, otros diminutos. Tumbas cavadas a toda prisa para adultos y niños víctimas de una matanza aparentemente imparable. “Están matando a niños”, susurra Vizcaíno con la voz entrecortada. “Sentí que Tecomán se había convertido en un pueblo sin ley”.
Traducido por Francisco de Zárate