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Apartan a una mujer rusa sospechosa de espionaje en la embajada estadounidense de Moscú

Nick Hopkins

Los agentes de contrainteligencia estadounidenses descubrieron a una supuesta espía rusa que habría trabajado sin ser detectada durante más de diez años en el corazón de la embajada de EEUU en Moscú, según ha sabido el periódico The Guardian.

La ciudadana rusa había sido contratada por el Servicio Secreto de los Estados Unidos. Se entiende que tenía acceso a la red informática de la agencia y a sus sistemas de correo electrónico, una ventana a material altamente confidencial, como los horarios del presidente y del vicepresidente.

La mujer llevaba años trabajando para el Servicio Secreto sin que sospecharan de ella. Hasta que dos investigadores de la Oficina de Seguridad Regional (RSO, por sus siglas en inglés) del Departamento de Estado (el Ministerio de Asuntos Exteriores de EEUU) llevaron a cabo un control rutinario de seguridad y detectaron que se reunía periódicamente y sin autorización con miembros del FSB, la principal agencia de espionaje rusa.

The Guardian ha sido informado de que la RSO dio la alarma en enero de 2017 pero el Servicio Secreto no inició una investigación independiente a gran escala cuando lo supo. En vez de eso, decidió despedirle discretamente meses después, posiblemente para limitar el daño sobre su imagen pública.

Una fuente de los servicios de inteligencia dijo a The Guardian que la despidieron durante el verano de 2017 después de que el Departamento de Estado anulara sus permisos para acceder a información y lugares confidenciales.

El despido se produjo poco antes de la ola de expulsiones de personal estadounidense que el Kremlin exigió tras nuevas sanciones de Washington contra Moscú. Se entiende que la orden de retirar de la misión diplomática a más de 750 miembros del personal estadounidense (integrada por 1.200 personas) sirvió para disimular su traslado.

“El Servicio Secreto está tratando de ocultar la grieta de seguridad despidiéndola”, dijo la fuente. “El daño ya estaba hecho, pero los altos directivos del Servicio Secreto no pidieron ninguna investigación interna para evaluar el daño y averiguar si había contratado a otros empleados para que le proporcionaran más información (…) Solo una investigación profunda llevada a cabo por una fuente externa podrá determinar el daño que hizo”.

En silencio el Servicio Secreto

Cuestionado por la investigación y el despido, el Servicio Secreto intentó quitarle importancia al papel de la ciudadana rusa. Pero no negó que hubiera sido identificada como un posible topo.

En un comunicado oficial, dijo: “El Servicio Secreto de los Estados Unidos reconoce que todos los Ciudadanos del Servicio Exterior (FSN, por sus siglas en inglés) que prestan servicios de asistencia a nuestra misión, como administrativos o en cualquier otra función, pueden estar bajo la influencia de servicios de espionaje extranjero (...) Esto es especialmente relevante en Rusia. Por ello, todos los FSN se gestionan de forma que se garantice la protección en todo momento de los intereses del Servicio Secreto y del Gobierno de los Estados Unidos.

En consecuencia, sus tareas se limitan a la traducción, la interpretación, la orientación cultural, el enlace y el apoyo administrativo (…) Las tareas específicas de los FSN en Moscú eran ayudar a nuestros agregados y a nuestra agencia en hacer avanzar los intereses del Servicio Secreto de acuerdo con el Gobierno de Rusia, lo que incluye el Servicio Federal de Seguridad, el Ministerio del Interior y el Servicio Federal de Protección rusos“.

También decía: “En ningún momento, en ninguna oficina del Servicio Secreto de los EEUU, se le ha dado a un FSN información relevante para la seguridad nacional ni han sido puestos en cargos que les permitieran obtenerla”.

Desde el Departamento de Estado respondieron que no harían comentarios “sobre acusaciones relacionadas con asuntos de inteligencia o con empleados”: “Y no tenemos información para usted sobre este supuesto incidente”. Pero también dijeron que eran conscientes “de que los empleados del Gobierno de los EEUU, en virtud de su empleo con el gobierno de los EEUU, pueden ser un objetivo para los servicios de inteligencia extranjeros”: “Cuando identificamos a un empleado que vulnera las directivas de seguridad, tomamos las medidas adecuadas en el momento adecuado”.

El Servicio Secreto es una agencia federal policial de los Estados Unidos con más de 150 oficinas en todo el mundo. Depende del Departamento de Seguridad Nacional y su misión, dice, es la “protección de los líderes del país y de la infraestructura financiera y crítica de los Estados Unidos”.

El descubrimiento entre el personal de la embajada estadounidense en Moscú de un presunto topo de la FSB perjudicaría enormemente la reputación del Servicio Secreto y podría tener graves consecuencias para la seguridad de otros empleados de la agencia y de las personas a las que debe proteger.

The Guardian fue informado del cargo en la agencia y el nombre de la espía sospechosa, que no respondió a numerosas solicitudes por correo electrónico para hablar sobre su función en la embajada y sobre las acusaciones en su contra.

Se entiende que comenzó a ser sospechosa hace dos años, durante un control rutinario sobre el personal del Servicio Secreto en el llamado distrito París de la agencia (incluye a Moscú, Londres y Frankfurt). Llevadas a cabo por la RSO, estas revisiones ocurren cada cinco años.

Reuniones y comunicaciones no autorizadas

Con un cargo que le permitía tener una idea de las investigaciones en curso del Servicio Secreto, la mujer tenía acceso a la intranet del Servicio, el correo electrónico interno y su sistema de rastreo de dinero falso. De acuerdo con una fuente, “la delataron sus frecuentes contactos con el FSB... muchas reuniones y comunicaciones no autorizadas”.

A The Guardian le dijeron que los agentes a cargo del Departamento de Estado alertaron al Servicio Secreto en enero de 2017 y que por lo menos nueve altos funcionarios del Servicio Secreto tuvieron información de los hallazgos.

En ese momento, la CIA y el FBI también estaban llevando a cabo sus propias investigaciones. Pero al parecer se esperaba que el Servicio Secreto liderara la iniciativa. Según una fuente, no lo hizo. “La sospechosa tenía acceso a la base de datos que podía hacer más daño, que es el sistema de correo oficial del Servicio Secreto de Estados Unidos”, dijo esa fuente. “Algunos de los datos a los que podía acceder eran los horarios del presidente, del actual y de los anteriores, los del vicepresidente y los de sus cónyuges, incluyendo a Hillary Clinton”.

La fuente dijo que tuvo mucho tiempo para acumular información sin ser supervisada. “Varios empleados interactuaron con ella a nivel personal enviándole correos electrónicos personales por cuentas no laborales; eso no está permitido”.

Aparentemente, el Departamento de Seguridad Nacional fue alertado del caso pero no estaba claro cuántos datos habían pasado a manos de funcionarios ajenos a la agencia. Tampoco se sabe por qué la mujer, de nacionalidad rusa, fue contratada por el Servicio Secreto, para empezar. O cómo fue el proceso de veto que permitió su contrato.

The Guardian fue informado de que la posible grieta de seguridad no se reportó a las comisiones de inteligencia y de supervisión del Congreso. Según una de las fuentes, “un comité del gobierno debe investigar al Servicio Secreto por ocultar esta brecha”.

Otra opción sería incluirlo en la investigación que dirige el fiscal especial Robert Mueller sobre una posible connivencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.

“El Congreso de Estados Unidos se está centrando en los hackers rusos cuando tal vez toda la información que necesitaban para entrar en el sistema venga de una grieta en el Servicio Secreto”, dijo la fuente. “El robo y traspaso de información (de la supuesta espía( podrían arrojar más luz sobre la forma en que los rusos pudieron hackear la oficina del DNC (Comité Nacional Demócrata( para las elecciones presidenciales de 2016”.

Y agregó: “Creo que el equipo del fiscal especial sería la entidad externa idónea para determinar el nivel de daño causado. Tienen acceso a todo tipo de información de contraespionaje y no mentirían... para evitar denunciar este grave quiebre en la seguridad”.

Traducido por Francisco de Zárate