Todo el mundo cree que Samuel L. Jackson es 15 años más joven de lo que realmente es. Probablemente se deba a su pelo o, mejor dicho, a su calvicie. Todos creemos que Jackson tiene una colección de pelucas en su casa y que el pelo que luce en las películas es falso. Su pelo no ha evolucionado de oscuro a gris y de gris a blanco, con lo cual el proceso de envejecimiento parece haberse detenido. El hombre que tengo ante mí luce la cabeza rapada, es alto, envidiablemente delgado, energético, locuaz y afable, y aparenta tener 45 años; salvo que en realidad tiene 67.
En La leyenda de Tarzán interpreta a un personaje real, George Washington Williams, que los guiónistas han logrado incluir en un universo de ficción. Los logros que alcanzó Williams a lo largo de su vida son sorprendentes y admirables, ya que resultan inusuales para un afroamericano de la segunda mitad del siglo XIX. Para un hombre que le da tanta importancia a la historia como Jackson, cuya adolescencia coincidió con el momento más álgido de la lucha por los derechos civiles, y que fue un Pantera Negra durante los años siniestros y traicioneros del COINTELPRO (programa de contrainteligencia), este papel le permite explorar zonas desconocidas de la experiencia afroamericana.
“Cuando Washington Williams cumplió 14 años se alistó para luchar en la guerra civil– explica–.”Más tarde luchó en la revolución mexicana contra el emperador Maximiliano. No sé si también fue un soldado Búfalo (soldados afroamericanos del Décimo Regimiento de Caballería del Ejército de Estados Unidos) pero sí sé que luchó contra los indios y mató a un montón de ellos. Fue congresista, predicador e historiador; tuvo una vida corta pero intensa. El año pasado visité su tumba en Blackpool“.
Lo han oído bien: Blackpool, Lancashire, Reino Unido. Williams murió de tuberculosis en Blackpool en 1891, en su camino de regreso a Estados Unidos tras desempeñar un papel decisivo en el primer holocausto contra los congoleses auspiciado por el gobierno belga. Documentó la crueldad de la industria del caucho: mutilaciones, ejecuciones, atrocidades sin fin y millones de víctimas mortales. Tras su regreso acusó al rey Leopoldo y a un mandatario local, el explorador y explotador Henry Stanley, de haber cometido lo que en aquel momento todavía no se llamaba genocidio.
Fue un hito importante en la larga lucha para poner fin a las atrocidades del comercio de caucho.
Esta pesadilla del Congo en época colonial se ha incluido en la película de Tarzán de Edgar Rice Burroughs. El villano de esta entrega, interpretado por Christoph Waltz, es otro personaje histórico, el capitán León Rom, administrador colonial y asesino de masas. Probablemente Joseph Conrad se inspiró en él para crear el personaje de Kurtz en El corazón de las tinieblas. Desde 1918 se han hecho como unas 200 películas de Tarzán, pero esta es la primera gran producción desde el fracaso del filme Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de los monos en 1984. La leyenda de Tarzán parece querer ambientarse en un capítulo siniestro y problemático de la historia.
“Esperamos que esta película sirva para que el público se interese por la vida de George Washington Williams y, a partir de su historia, se informe sobre el primer holocausto en el Congo”, indica Jackson. “En la película, Williams intenta convencer a Tarzán, que no ha pisado África en 20 años, de la necesidad de regresar e investigar las atrocidades cometidas por el rey Leopoldo. Ha hablado con soldados que han participado en esas atrocidades y quiere encontrar la forma de poner fin a esta situación. Quiere impedir que el gobierno británico y el estadounidense apoyen el plan del rey Leopoldo de construir una línea de ferrocarril. El rey belga se queda sin dinero, aunque no sé cómo diablos se quedó sin blanca, ya que no paraba de extraer diamantes y caucho de la colonia, y en esa época el caucho era como oro líquido. En cualquier caso, se queda sin dinero y es entonces cuando ordena el despliegue de soldados. Y aquí es donde comienza nuestra historia”.
En La leyenda de Tarzán, Jackson y el guiónista Craig Brewer vuelven a trabajar juntos. Brewer ya creó un papel mágico para Jackson en el melodrama con tintes raciales El lamento de la serpiente negra, que se estrenó en 2007. En esta ocasión, como en las películas en las que ha hecho de director y guiónista, quiere crear personajes afroamericanos provocativos. Este reto era perfecto para Jackson, que está muy cerca de ser un adicto al trabajo. Cuando leyó el guión de Django desencadenado en el que le ofrecieron ser Stephen, el esclavo de confianza de Leonardo DiCaprio, un papel que exigía mucho sentido común y sensibilidad, Jackson le dijo a Quentin Tarantino: “¿Así que quieres que interprete al personaje negro más odioso de toda la historia del cine? De acuerdo, hagámoslo”.
La vida antes de 'Pulp Fiction'
A menudo olvidamos que antes de que el público descubriera a Jackson en Pulp Fiction en 1994, cuando el actor tenía 45 años, este ya trabajaba como actor teatral en Nueva York y estaba bien considerado, a pesar de luchar contra sus fantasmas y sus adicciones.
Tuvo buenos papeles en un par de obras de August Wilson pero siempre lo sustituían cuando lograban llegar a Broadway. A finales de los sesenta, en la universidad, había empezado a beber, fumar marihuana, y a tomar LSD y hasta que no consiguió dejarlo en 1991 después de que su hija de ocho años lo encontrara inconsciente en la cocina rodeado de toda la parafernalia, nunca había subido al escenario sin estar colocado.
“Alcanzar la fama es un concepto relativo”, indica sobre su supuesto inicio tardío en la industria cinematográfica: “Tenía una excelente reputación como actor teatral. Era un jodido drogadicto y la mayor parte del tiempo no sabía lo que hacía, pero estaba bien considerado. Era puntual, me sabía el guión, lograba lo que me proponía. No ganaba mucho dinero pero desde un punto de vista artístico estaba satisfecho. Trabajaba en obras cuyo guión había ganado el premio Pulitzer. Trabajaba al lado de personas que me ayudaban a crecer como actor, era un reto. Así que mi carrera estaba bien encaminada y lo único que se interponía en mi camino era mi adicción. Una vez logré superarlo…¡boom! Se abrieron todas las puertas”.
Recuerda que superar su adicción le permitió dar una nueva dimensión a sus personajes: “Mi esposa, LaTanya, siempre ha estado a mi lado y es mi crítica más dura. Solía decir, eres tan inteligente que cuando lees algo por primera vez crees que lo has comprendido y has captado la profundidad emocional, luego consigues encontrar las inflexiones vocales y las expresiones faciales correctas. Sin embargo, tus personajes no tienen alma. Y yo pensaba… Joder, todo consiste en aparentar, ¿de qué diablos me estás hablando? Y hasta que no dejé las drogas no comprendí lo que quería decir. Antes, cuando estaba en el escenario me guiaba por las reacciones del público. ¡Ya son míos!, pensaba. Cuando conseguí ignorarlo y me centré en mi interacción con mis compañeros en el escenario, finalmente conseguí convertirme en el actor que soy ahora”.
Jackson empezó a actuar en el Morehouse College, una institución fundada tras la guerra de secesión por los hijos de la clase media afroamericana emergente. Pero se sentía ahogado por la brecha generacional que separaba a los administradores del centro, prudentes y partidarios de un enfoque gradual, y los estudiantes, jóvenes e impacientes que seguían a diario la lucha por los derechos civiles en televisión. Jackson había sacado un número preocupantemente bajo en la lotería de la guerra de Vietnam: “No tenía otra opción que la de quedarme en la universidad. O sacaba buenas notas o me mandaban a la guerra. Era una posibilidad muy real y solo tenía 19 años”.
“Morehouse era una institución que formaba a negros políticamente correctos. Querían crear a los siguientes Martin Luther Kings. No lo decían porque no querían que fueras tan políticamente activo y de hecho se sentían más orgullosos del papel que desempeñó Luther King como predicador que por su importancia como defensor de los derechos civiles. Esta era su trayectoria: formar a negros dóciles. Queríamos un departamento de Estudios sobre los negros pero ellos se negaban a crearlo”.
“Y de repente perdieron el control de la situación. Compartía pupitre con chicos que ya habían luchado en Vietnam, y en esa época ya lucían melenas afro. Chicos que habían matado a personas en el campo de batalla, que tenían los conocimientos, la disciplina y la capacidad de liderazgo; y consiguieron motivarnos. Y de repente todos hablábamos de política y nos interesaba seguir el día a día de la guerra de Vietnam, sabíamos qué decisiones se tomaban, quien moría. Al mismo tiempo, se libraba la lucha por los derechos civiles. Nosotros vivíamos en el sur así que era imposible mirar hacia otro lado”.
Obama y Trump
En 1968, Jackson dejó la universidad durante un año, con el fin de trabajar para los Panteras negras, y de hecho, fue uno de los muchos portadores del féretro de King el día del funeral. Todo terminó el día en que el FBI se presentó en casa de su madre y le informó de que corría el peligro de recibir un disparo. Regresó a la universidad y se licenció en 1971. Con tan solo 22 años, ya había vivido momentos históricos que cambiaron su forma de ver el mundo y, muy especialmente, Estados Unidos.
Le pregunto cómo valora al primer presidente negro de Estados Unidos y qué piensa del auge imparable de Donald Trump.
“Obama ha obtenido muchos logros en siete años. Ha hecho todo lo que estaba en sus manos, si tenemos en cuenta que eran multitud los que intentaron sabotearlo. Que haya logrado lo que se proponía es un milagro. Ha tenido que encontrar la forma de esquivar el sistema para poder cumplir sus promesas. Si hubiera respetado el proceso no lo habría logrado. Los tipos del otro bando no querían trabajar con él, simplemente, dejaron de trabajar, decidieron que no iban a mover ni un dedo. Y si bien ha conseguido crear muchos puestos de trabajo, no es el tipo de trabajo al que estábamos acostumbrados, ya que las fábricas ahora están en el extranjero. Y este es el tipo de ambiente que permite que personas como Trump y Cruz prosperen”.
Y por mucho que desprecie a Trump y a la gente de su calaña, Jackson muestra un poco de comprensión por todos aquellos que se sienten atraídos por sus discursos racistas y vengativos: “Explotan la angustia de los más vulnerables. Personas que han perdido sus trabajos, que lo han perdido todo. Los han convencido de que lo han perdido todo por culpa de las leyes de inmigración. Les dicen que los inmigrantes representan una amenaza y les roban los trabajos. La gente ha vuelto a salir a la calle para manifestarse pero esta vez lucha por la causa incorrecta. Lamentablemente, los únicos que parecen saber lo que quieren son los del Estado Islámico. Los demás estamos intentando comprender por qué lo hacen. Y Trump sabe cómo hablar a toda esta multitud indignada. De hecho, durante su campaña dijo una gran verdad cuando afirmó que quiere a los incultos”.
En los setenta y en los ochenta, cuando el sector teatral florecía para los afroamericanos de Nueva York, Jackson trabajó con todo el mundo. Trabajábamos todo el tiempo, y de vez en cuando, por ejemplo, representábamos A solieras play. Denzel [Washington] fue fichado para la serie St Elsewhere (Hospital San Eligio) y entonces Fish [Laurence Fishburne] tuvo una oportunidad y más tarde Howard Rollins, y yo trabajaba en la obra Madre coraje y sus hijos y de repente Morgan Freeman se fue. Su interpretación en El reportero de la calle 42 lo lanzó al estrellato. Cada año alguien lograba despegar. Así que deduje que si estás en el lugar correcto, tarde o temprano te darán una oportunidad.
“Poco a poco el panorama cambió. Interpreté a un ladrón en el filme El príncipe de Zamunda, que consiguió captar la atención del público. Sin embargo, por aquel entonces todavía teníamos que hacer el papel de chico malo. Mirabas el guión y pensabas, a ver, en qué página voy a morir? ¿Página 50? Vale”.
Tras trabajar en Gang member (Hampones), Robber y en el que es su película favorita, Melodía de Seducción, la película de Spike Lee Fiebre de Jungla sacudió su carrera mucho antes de que Pulp Fiction le diera la fama. Su papel de un adicto al crack le llegó semanas después de su rehabilitación y cambió su vida.
“Con mi primer agente tenía un ritual. Lo llamaba y siempre le preguntaba: '¿Ha llamado Hollywood?' Y me respondía ¡hoy no! Así que después de ir al festival de Cannes con Fiebre de jungla lo llamé y le pregunté '¿Ha llamado Hollywood hoy?' Y me contestó, bueno, de hecho, sí. Lo cierto es que esa había sido mi cuarta película con Spike”.
Tras descubrirlo, los directores y los guionistas lo quieren en todas las películas, nunca tienen suficiente. Jackson, que parece haber cambiado su adicción por las drogas por la adicción al trabajo, no ha parado de trabajar en los últimos 20 años. Sin embargo, todavía no ha ganado un Oscar.
“Si eso me importara, ya habría armado un gran escándalo y me habría quejado sobre la preeminencia de premiados blancos, pero no creo que mi carrera necesite la aprobación de la Academia. Si preguntas a cualquier persona de la calle te dirá que ya lo he ganado”.
Traducción de Emma Reverter