¿Cómo fue posible que Harvey Weinstein escapara tanto tiempo de la justicia? Esa es la pregunta clave tras la condena en Nueva York por violación que podría dejar hasta 29 años entre rejas al magnate de Hollywood caído en desgracia.
En el año 2006 Miriam Haley trabajaba como asistente de producción para Project Runway cuando Weinstein la obligó a tener sexo oral con él en su apartamento del Soho. A Dawn Dunning, una aspirante a actriz, Weinstein la atrajo hasta el hotel InterContinental de Manhattan para ofrecerle papeles en películas a cambio de que aceptara un trío con él y otra mujer.
Según la actriz Ashley Judd, que no participó en el juicio, el productor la acosó en 1996. La también estrella del cine Rose McGowan dijo haber sido agredida sexualmente por Weinstein un año después.
Weinstein, que ahora tiene 67 años, insiste en que todas sus relaciones sexuales fueron consentidas. Sin embargo, después de las acusaciones lanzadas por un total de 105 mujeres y con la fecha de sentencia fijada para el 11 de marzo, el tema crucial ahora es saber cómo se las arregló para no tener problemas con la justicia durante décadas.
En gran parte, la respuesta tiene que ver con el ejército de cómplices que Weinstein desplegó para frenar y silenciar a sus acusadoras. A lo largo de las siete semanas que ha durado el juicio se ha sabido algo de esa horda de ayudantes, designados en inglés como 'enablers' [facilitadores].
Desde humildes conductores de limusinas a los que pagaba para que llevaran a las mujeres discretamente a “reuniones de negocios” en habitaciones de hotel, hasta abogados de renombre internacional que redactaban los acuerdos de confidencialidad para que luego no dijeran nada. El tribunal incluso escuchó hablar de Black Cube, una agencia de detectives privados para empresas fundada por antiguos agentes del servicio de espionaje israelí.
Las cómplices mujeres también fueron clave en la elaborada red para mantener el silencio. En el juicio, el jurado oyó cómo Weinstein usó a varias de ellas para concertar las “citas” con sus víctimas, atrayéndolas con posibles audiciones o trabajos de producción y haciéndolas desaparecer cuando todo estaba terminado.
Al parecer, algunas de esas ayudantes también fueron abusadas. En el trío que Weinstein pretendía formar con Dunning la tercera mujer era su asistente, presente en la habitación del hotel cuando el productor hizo la propuesta. Su abogado ha dicho a The Guardian que seguía traumatizada por la breve temporada que trabajó para el productor de cine y que también ella era “una víctima de Weinstein”.
Otras conocidas de Weinstein testificaron en el tribunal y negaron el papel que supuestamente desempeñaron para facilitar el abuso de mujeres jóvenes. La modelo mexicana Claudia Salinas es una de ellas: negó ante el jurado el testimonio dado por Lauren Young, una de las seis acusadoras de Weinstein. De acuerdo con el relato de Young, en 2013 quedó atrapada con Weinstein en el baño de un hotel de Beverly Hills después de que Salinas les cerrara la puerta. Después Weinstein la manoseó y se masturbó delante de ella. “Nunca le cerraría la puerta a nadie. Nunca”, dijo Salinas.
Cuando los periodistas del periódico The New York Times y la revista The New Yorker comenzaron a revelar el historial del magnate de Hollywood con las mujeres, Weinstein subió a otro nivel en su red de contactos. Durante años blandió como si fueran armas los acuerdos de confidencialidad por los que pagaba grandes cantidades para que las mujeres abusadas guardasen un silencio total. Para lograrlo contrató a muchos abogados de alto nivel y a más de uno le sorprendió saber quiénes eran cuando sus nombres fueron revelados con el auge del movimiento #MeToo.
David Boies es uno de esos letrados. Hasta que se hizo público su trabajo para Weinstein, era un gigante entre los abogados progresistas de EEUU, famoso por su lucha en favor del matrimonio igualitario y por defender a Al Gore en su épica batalla legal contra George W. Bush durante las elecciones presidenciales de 2000.
Una de las revelaciones más importantes fue el contrato de Boies con la agencia de detectives Black Cube para desbaratar los planes de The New York Times de publicar la información sobre Weinstein. En ese momento, Boies también trabajaba como asesor jurídico del periódico, que terminó automáticamente su relación con él. Fue el periodista de The New Yorker Ronan Farrow el que reveló la firma de Boies en el contrato con el equipo de detectives formado principalmente por exagentes del Mossad.
Durante el juicio en la Corte Suprema de Nueva York, ese mismo contrato se empleó durante la argumentación jurídica cuando los fiscales dijeron que Black Cube esperaba recibir 300.000 dólares si lograban desbaratar la investigación de The New York Times.
El nombre de otra asesora jurídica que sorprendió a muchos fue el de Lisa Bloom, una abogada de Los Ángeles conocida por representar a víctimas de abusos sexuales (entre ellas, varias de las mujeres sometidas por Jeffrey Epstein a explotación sexual). La reputación de Bloom como defensora de las víctimas saltó por los aires en cuanto se supo que Weinstein la había contratado en 2016.
En un terrible correo electrónico que escribió al magnate del cine, Bloom decía sentirse preparada para ayudarle “contra las rosas del mundo” (en referencia a Rose McGowan). “Comienzan como mujeres impresionantes y audaces, pero cuanto más se presiona para obtener pruebas, se revelan las debilidades y las mentiras...”, decía también. “Es evidente que hay que detenerla en sus ridículos y difamatorios ataques contra usted”. Bloom, que habló de acciones legales, se negó a admitir que hubiera escrito ese texto durante una entrevista con The Guardian: “Todo en ese documento, si lo dije, ciertamente no lo creo ahora”.
El propio sistema de justicia penal es la última capa a revisar en el examen final de lo ocurrido con Weinstein. Durante décadas, las fuerzas del orden y los fiscales no se ocuparon de Weinstein pese a que había señales claras. El tema es especialmente delicado con el actual juicio en Nueva York, bajo la dirección del fiscal de distrito Cyrus Vance: se trata del mismo Vance que en 2015 decidió no iniciar una causa contra Weinstein después de que Ambra Gutiérrez, una modelo filipino-italiana, alegara haber sido manoseada por el productor. Y eso que lo hizo aportando una grabación de audio en la que el magnate parecía reconocerlo.
Traducido por Francisco de Zárate