Hubo un tiempo en el que Irán, junto a Arabia Saudí, era uno de los dos grandes pilares que resguardaba los intereses de EEUU en Oriente Medio –especialmente desde que la CIA orquestó un golpe de Estado contra el primer ministro iraní Mohammad Mosaddegh, elegido democráticamente, en favor de Mohammad Reza Pahlavi.
La Revolución de Irán de 1979 encumbró al Ayatolá Jomeini, que no tardó en derrumbar aquel pilar, iniciando un periodo de enfrentamiento que estos días ha llegado a uno de sus mayores puntos de tensión tras la muerte de Qasem Suleimani en una operación de EEUU. Suleimani era uno de los hombres fuerte del régimen y el arquitecto de las operaciones militares de Irán en el exterior que tantas críticas han generado desde Washington.
“Desde que llegó la nueva Administración de EEUU, la política de máxima presión a Irán no ha ido acompañada de una alternativa diplomática. Trump ha bloqueado la salida del diálogo porque su objetivo no es llegar a una solución diplomática, sino política y que Irán se pliegue a los deseos de EEUU: abandonar la carrera nuclear, dejar de financiar grupos armados regionales y abandonar la carrera de misiles”, explica Félix Arteaga, analista del Real Instituto Elcano. “Como el Gobierno iraní no encuentra un foro para negociar, no hay más salida que esta escalada de acciones”, añade.
Colin Clarke, analista del think tank The Soufan Center y uno de los autores del informe 'Iran's playbook: deconstructing Tehran's regional strategy', afirma: “No estoy seguro de que ni siquiera Trump entienda lo que quiere lograr con su política hacia Irán y el asesinato de Suleimani. Muchas de las acciones de la Administración han sido de naturaleza extremadamente táctica, sin ninguna conexión con la estrategia ni un plan bien diseñado para lograr los objetivos de EEUU”. Una de las consecuencias que teme Clarke es que Israel y los Estados del Golfo se vean envueltos en el conflicto.
“Si Irán responde al asesinato de Suleimani a través de acciones de sus milicias aliadas en la región ello significaría seguir el patrón de comportamiento del pasado dirigido por el general, pero ahora lo que buscan es una respuesta oficial del régimen y su principal carta es el programa nuclear”, sostiene Arteaga. “Poco a poco Irán se acerca a los niveles nucleares previos al acuerdo y esa aceleración ya es una respuesta contundente. El programa nuclear le da mayor peso e influencia regional e internacional”, añade.
EEUU introdujo a Irán en la lista de países patrocinadores de terrorismo en 1984. Durante más de dos décadas, el informe anual del Departamento de Estado sobre terrorismo internacional identifica a Irán como el “el más activo” y el “principal” Estado promotor del terrorismo. El informe 'Iran's playbook: deconstructing Tehran's regional strategy', elaborado por el think tank The Soufan Center, alerta que es un error reducir la estrategia de Irán únicamente a apoyar el terrorismo y a describirlo como un peligroso actor irracional.
“La Administración Trump en particular ha buscado reducir la estrategia de Irán a un apoyo del terrorismo en gran parte para justificar la política de EEUU de aplicar máxima presión al régimen de Irán a través de sanciones”, sostiene el informe.
El manual de estrategia de Teherán consiste, sin embargo, en apoyar y armar a grupos armados y Gobiernos proiraníes en la región para aumentar su esfera de influencia. A largo plazo, su objetivo es que estos grupos se transformen en movimientos políticos con legitimidad, en escaños parlamentarios y en puestos en Gobiernos.
“Irán busca principalmente nutrir a sus aliados y agentes en el extranjero hasta el punto de que ellos, y por extensión Irán, puedan asumir el poder estatal desde dentro. Así, Irán puede aprovechar en ocasiones ese poder estatal para su ventaja estratégica reorientando los Estados de la región hacia Irán y alejándolos de EEUU”, sostiene el informe del think tank. Este manual de estrategia permite al régimen islámico cumplir sus objetivos sin utilizar el conflicto militar convencional.
Manual de estrategia de Irán en el exterior
La revolución de 1979 cambió radicalmente la visión de Irán sobre su posición en la región. Los líderes persas sostienen que la estructura política de Oriente Medio está claramente decantada a favor de EEUU y de sus aliados regionales. Esa estructura de poder regional está dominada, según Irán, por EEUU, Arabia Saudí e Israel. Suleimani se refería a estas tres fuerzas como el “triángulo” de los enemigos de Irán.
“En los años posteriores al levantamiento de 1979, Irán intentó 'exportar' su revolución a los países musulmanes vecinos. A finales de los 90, Irán abandonó aparentemente este objetivo porque estaba causando que muchos Gobiernos en la zona temiesen a Irán y apoyasen los esfuerzos de EEUU contra Teherán al acoger a un número cada vez mayor de tropas estadounidenses”, sostiene el informe de The Soufan Center.
“Sin embargo, los diferentes conflictos en la región que emergieron como resultado de los levantamientos de 2011 en el marco de la Primavera Árabe dieron a Irán la oportunidad de revivir e incluso expandir ese objetivo de extender la revolución”, añade. El manual iraní llevó a Henry Kissinger, secretario de Estado de EEUU de 1973 a 1977 y amigo de Reza Pahlaví, a afirmar que Irán tiene que decidir “si es una nación o una causa”. Una célebre frase del actual líder supremo del país, el Ayatolá Jamenei, parece responder directamente al exsecretario de Estado: “Soy un revolucionario, no un diplomático”.
El principal instrumento de Irán para fortalecer a sus grupos armados aliados por la región es la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria que dirigía el propio Suleimani. Esta unidad nació de un grupo de la Guardia Revolucionaria enviado a Siria y Líbano en 1982 para construir un ala militar para las figuras proiraníes que más tarde formaron Hezbollá. Esta formación libanesa es el primer y mejor ejemplo del manual de estrategia iraní.
En Irak, la Fuerza Quds ha ayudado a crear varias milicias chiíes desde principios de los 80, pero su gran expansión se produjo tras el derrocamiento de Sadam Husein a manos de EEUU en 2003. “Un Irán expansionista y fortalecido parece ser el único vencedor” de la guerra de Irak, concluyó una historia oficial de la guerra encargada por el Ejército de EEUU. Irán y sus agentes también han ayudado activamente en Irak en la lucha contra ISIS.
La milicia iraquí más cercana a Irán es Kata'ib Hezbollá, que tiene 20.000 combatientes y se creó en 2006 para luchar contra la presencia estadounidense en Irak. EEUU acusó a Kata'ib Hezbollá de atacar a las fuerzas de la coalición internacional contra ISIS y como respuesta ordenó una operación contra cinco bases del grupo repartidas entre Siria e Irak. La ira de sus seguidores iraquíes llevó al asalto de la embajada de EEUU en Bagdad. El ataque de EEUU que posteriormente mató a Suleimani también acabó con la vida de Abu Mahdi al-Muhandis, líder y fundador de la milicia que viajaba junto al general iraní.
Teherán está aprovechando otras situaciones de inestabilidad en la región, como Siria y Yemen, para avanzar sus intereses. El Gobierno de Asad ha sido el aliado árabe más cercano de Irán en una región generalmente hostil hacia el Estado persa. De este modo, Teherán ha sido uno de los apoyos fundamentales de Bashar al Asad en la guerra. “Irán ha utilizado todos los aspectos de su poder para salvaguardar este bien estratégico”, señala el informe. Esta asistencia incluye ayuda económica, militar [despliegue de militares] e incluso la creación de una milicia, las Fuerzas de Defensa Nacional. También han facilitado la intervención de combatientes de Hezbolá, señala The Soufan Center.
Aunque Yemen no ha formado parte tradicionalmente de las operaciones de Irán en el exterior, el éxito militar y político de los rebeldes hutíes, con quien tampoco había tenido relaciones cercanas en el pasado, ha servido a Teherán para debilitar la influencia en el país de su adversario estratégico, Arabia Saudí, principal socio del Gobierno yemení.
“Irán ha logrado aumentar su influencia en todo Oriente Medio y posicionarse como un legítimo rival de Arabia Saudí por la hegemonía regional”, concluye Clarke sobre la estrategia de Teherán.