Si una sola estructura puede definir una comunidad, para los 90.000 residentes de la ciudad de Kashiwazaki y de la población vecina, Kariwa, es la enorme planta nuclear que ha dominado el paisaje costero durante más de 40 años.
Cuando sus siete reactores están en actividad, Kashiwazaki-kariwa genera 8,2 millones de kilovatios de electricidad –potencia suficiente como para abastecer a 16 millones de hogares–. Con su extensión de 4,2 kilómetros cuadrados a lo largo de la costa del mar del Japón, es la planta nuclear más grande del mundo.
Sin embargo, los reactores de Kashiwazaki-kariwa se encuentran inactivos. La planta de la prefectura de Niigata, a unos 225 kilómetros al noroeste de la capital, es la víctima de mayor tamaño del parón nuclear a nivel nacional que siguió al desastre de Fukushima Daiichi en marzo de 2011.
La compañía en el centro del desastre se ha enfrentado a la indignación por no haber podido prevenir la catástrofe, por su trato a las decenas de miles de residentes evacuados y por sus intentos caóticos de limpiar el desastre atómico.
Ahora, la misma compañía, Tokyo Electric Power (Tepco), está intentando deshacerse de los demonios de Fukushima presionando en favor de la reapertura de dos de los reactores en Kashiwazaki-kariwa, una de sus tres plantas nucleares. Sólo entonces, dice la compañía, puede generar los ingresos necesarios para financiar el cierre de Fukushima Daiichi y ganarse de nuevo la confianza que perdió como resultado del desastre.
Esta semana, la autoridad de regulación nuclear de Japón dio su aprobación formal para que Tepco reabra los reactores número seis y siete de Kashiwazaki-kariwa, el mismo tipo de reactores de agua en ebullición que colapsaron en Fukushima Daiichi.
Después de un mes de audiencias públicas, la autoridad de regulación nuclear concluyó que Tepco está preparada para gestionar una planta nuclear y que los dos reactores cumplen los estrictos estándares de seguridad adoptados después del desastre de 2011.
“La planta nuclear más segura del mundo”
Justo antes de que se tomara esta decisión, Tepco concedió a the Guardian una exclusiva visita guiada por la que dicen ser la planta nuclear más segura del mundo.
Ahora, al igual que en el día del desastre que llevó destrucción generalizada a la costa noreste de Japón, Kashiwazaki-kariwa tiene el aspecto de una planta nuclear en funcionamiento. Alrededor de 1.000 trabajadores de Tepco y unos 5.000-6.000 empleados contratados constituyen la mano de obra detrás de un reacondicionamiento post-Fukushima cuyo coste se estima en unos 5.100 millones de euros.
Han construido un dique de 15 metros de alto que, según Tepco, puede resistir las olas de tsunami más altas. En caso de colapso, unos respiraderos especiales mantendrán el 99,9% de las partículas radiactivas liberadas fuera de la atmósfera, y las corazas anticorio evitarán que el combustible fundido salga de los tanques de contención principales de los reactores. Se han instalado recombinadores autocatalíticos para prevenir que se repitan las explosiones de hidrógeno que tuvieron lugar en cuatro de los reactores de Fukushima Daiichi.
Otras partes del monstruoso complejo acogen flotas de vehículos de emergencia, cañones de agua, generadores de electricidad y una reserva sobre la colina con 20.000 toneladas de agua que se abrirá en caso de que tenga lugar un colapso catastrófico.
“No hay espacio para una planta nuclear”
La opinión pública está lejos de estar convencida. El año pasado, la gente de la prefectura de Niigata manifestó su oposición a los planes de Tepco al elegir como gobernador a Ryuichi Yoneyama, un candidato antinuclear. Las encuestas a pie de urna mostraron que el 73% de los votantes se oponían a la reapertura de la planta nuclear, con sólo un 27% a favor.
Yoneyama ha dicho que no tomará ninguna decisión sobre la reapertura, programada para la primavera de 2019, hasta que un comité recién formado finalice su informe sobre las causas y consecuencias del desastre de Fukushima, un proceso que puede llevar hasta tres años.
Para muchos de los residentes, la localización de la planta hace irrelevantes las costosas mejoras de seguridad. “Desde el punto de vista geológico, este no es lugar para una planta nuclear”, dice Kazuyuki Takemoto, concejal jubilado y activista antinuclear de toda la vida.
Takemoto cita la inestabilidad causada por la presencia de depósitos subterráneos de gas y de petróleo en el área, y la constancia de que el terreno sobre el que Tepco ha construido el dique de contención es propenso a la fluidificación en caso de terremoto.
Críticos locales han señalado el caos que podría resultar de intentar evacuar a las 420.000 personas que viven en un radio de 30 kilómetros de Kashiwazaki-kariwa. “Eso es más gente de la que vivía cerca de Fukushima, y además aquí caen nevadas muy intensas, que harían imposible la evacuación de personas”, añade Takemoto. “La situación sería mucho peor de lo que fue en Fukushima”.
A los temores hay que añadir la presencia de fallas sísmicas en la zona y alrededor de ella, en la que tuvieron lugar daños menores durante un terremoto submarino de magnitud 6,6. Dos fallas activas –definidas por los reguladores nucleares como una que se ha movido en los últimos 400.000 años– pasan por debajo del reactor número uno.
Altos costes
Pero para Tepco, volver a generar energía nuclear es una cuestión de necesidad económica. La empresa ganará hasta 1.400 millones de euros anuales con la reapertura de dos de los reactores en Kashiwazaki-kariwa
Desmantelar Fukushima Daiichi, descontaminar las poblaciones e indemnizar a los residentes afectados por el colapso podría costar hasta 160.000 millones de euros, según estimaciones gubernamentales. Además del dinero que la empresa está gastando en importar costosos combustibles fósiles para compensar el vacío causado por el apagón nuclear.
A principios de año, el Centro para la Investigación Económica de Japón dijo que el coste total de la limpieza de Fukushima, que tardará unas cuatro décadas –incluido la retirada de residuos radiactivos de los tres reactores dañados de la planta– podrían hacer subir la factura hasta 370.000-519.000 millones de euros.
“Como han dejado claro el presidente de Tepco y nuestro plan de negocio, reiniciar los reactores es muy importante para nosotros como compañía”, dice Shitara.
También hay mucho en juego para el primer ministro nipón, Shinzo Abe, que ha puesto su ambicioso retorno a la producción de energía nuclear en el centro de su política energética. Su gobierno quiere que las nucleares aporten alrededor del 20% de la electricidad para 2030, un objetivo que requiere la reapertura de unos 30 reactores.
De los 48 reactores que funcionan en el país, sólo cuatro se encuentran actualmente en actividad. Muchos de los otros han pasado nuevos y exhaustivos exámenes de seguridad introducidos tras el desastre de Fukushima, pero las reaperturas se han encontrado con una fuerte oposición a nivel local.
Como parte del proceso de reapertura, se invitó hace poco a la gente de todo Japón a expresar su opinión respecto a la reapertura de Kashiwazaki-kariwa y la aprobación de Tepco como operador nuclear.
Kiyoto Ishikawa, del departamento de relaciones públicas de la planta nuclear, insiste en que Tepco ha aprendido las lecciones de Fukushima. “Antes del 11 de marzo éramos arrogantes y habíamos dejado de mejorar la seguridad”, dice Ishikawa. “El terremoto fue una llamada de atención. Ahora sabemos que mejorar la seguridad es un proceso continuo”.
Las garantías de la empresa fueron ignoradas por Yukiko Kondo, una residente de Kariwa. Ella señala que la pérdida de los subsidios estatales si la planta permanece inactiva de manera permanente son un sacrificio que merece la pena si significa dar tranquilidad a la gente local.
“Tepco causó el accidente de 2011, así que no hay manera de que apoye nunca la reapertura de reactores nucleares aquí”, dice Kondo. “No paraban de decirnos que Fukushima Daiichi era completamente seguro, y mira lo que pasó”.
Traducido por Marina Leiva