Muy pronto podremos leer las primeras esquelas relativas a la globalización, el comercio libre y la apertura de los mercados. Cuando estos escritores reflexionen sobre cómo los países ricos se decantaron hacia las políticas de Donald Trump y de Nigel Farage deberían dedicar un extenso capítulo a Apple. La compañía más rica del mundo es un ejemplo de libro sobre cómo las promesas que se hicieron tras la caída del Muro de Berlín se han convertido en papel mojado.
Con independencia de las maravillas que esconden los nuevos iPhone, lo cierto es que estos dispositivos han servido para que crezca la exorbitante brecha entre los súper ricos y todos nosotros, estafar a los países e impedir que puedan percibir ingresos fiscales que les corresponden, oprimir a los trabajadores chinos y privar de trabajos bien remunerados a los estadounidenses. Apple ha mostrado una actitud arrogante con los gobiernos y con sus detractores, tiene una enorme liquidez pero carece de grandes ideas. Ahora mismo no es más que el símbolo de un sistema económico disfuncional.
Se supone que esta no es la percepción que tenemos de Apple; la multinacional que camina a nuestro lado pero que, al mismo tiempo, siempre busca nuevas formas de avanzar. Cuando presentó el nuevo iPhone 7 a principios de mes, el responsable de marketing, Phil Schiller, explicó que este modelo no tiene una toma para los auriculares. “Se puede resumir en una sola palabra: valentía. La valentía de avanzar, hacer algo nuevo, algo que nos haga mejores”. Los 7.000 asistentes al acto se tragaron esta verborrea californiana sin sentido y con olor a pachuli y los medios de comunicación se burlaron de la idea, aunque muy sutilmente. Lo cierto es que este tipo de discurso sirve para cubrir características mucho más siniestras del nuevo modelo de iPhone, como por ejemplo, las condiciones en las que se fabrica.
Si usted tiene un iPhone, le gustará saber que lo montaron los trabajadores de alguna de estas tres empresas de China: Foxconn, Wistron y Pegatron. Foxconn es la más grande y también la más famosa. Se hizo famosa en todo el mundo en 2010, después de que 18 trabajadores intentaran suicidarse. Al menos 14 trabajadores murieron. La compañía reaccionó instalando redes en las instalaciones, para poder atrapar a todos aquellos trabajadores que salten al vacío. Ese mismo año, los trabajadores de la fábrica de Foxconn en Longhua ensamblaron 137.000 iPhones diarios, es decir, 90 dispositivos por minuto.
Una de las trabajadoras que intentó suicidarse, una chica de 17 años que se llama Tian Yu, se tiró desde la cuarta planta del edificio de viviendas del personal de la fábrica y se quedó paralizada de cintura para abajo. Cuando tiempo después habló con los expertos que intentaban investigar lo sucedido, describió con todo lujo de detalles sus condiciones laborales y yo cubrí su declaración para The Guardian. La trataban como si fuera una gallina ponedora que funcionaba con una batería humana y que trabajaba 12 horas al día, seis días a la semana, en turnos de día y de noche y durmiendo en una habitación con otras siete personas.
Tras los escándalos del año 2010, Apple prometió mejorar las condiciones de sus trabajadores chinos. Desde entonces, ha publicado varios folletos para hacer alarde de estas intenciones. Sin embargo, nada hace pensar que la empresa californiana haya destinado un solo céntimo de sus descomunales beneficios para garantizar que las compañías que subcontrata ofrecen unas condiciones dignas a los trabajadores.
A lo largo del año pasado, la ONG China Labour Watch, con sede en Estados Unidos, publicó una serie de investigaciones en torno a Pegatron, otra fábrica de iPhone en China. Uno de sus investigadores estuvo trabajando en la cadena de montaje, entrevistó a decenas de trabajadores de la compañía y analizó cientos de comprobantes de pago.
Descubrió que la plantilla trabaja unas 12 horas diarias, seis días a la semana; todos trabajan una hora y media no retribuida. La compañía les obliga a hacer horas extras y no les proporciona la formación en seguridad necesaria.
El investigador montaba una placa base de iPhone cada 3,75 segundos y permanecía de pie durante todo su turno de diez horas y media. Este es el castigo que imponen las empresas que subcontrata Apple a los trabajadores que piden un salario digno.
En el último año, la administración local de Shanghái ha aumentado el salario mínimo. La respuesta de Pegatron no se ha hecho esperar: ha puesto fin a ayudas que tenían los trabajadores, como por ejemplo, seguro médico. De esta forma paga más salario sin pagar más dinero.
Cuando los medios le pidieron explicaciones, Pegatron emitió un comunicado en el que decía: “Nos esforzamos por garantizar que todas las fábricas de la compañía proporcionan un entorno de trabajo seguro y saludable y las afirmaciones que sugieren todo lo contrario son falsas, hemos impulsado medidas para garantizar que nuestra plantilla no trabaja más de 60 horas a la semana y seis días a la semana”.
Una ONG danesa descubrió que en otra de las grandes empresas subcontratadas por Apple, Wistron, los estudiantes tenían que hacer trabajo forzoso. Los adolescentes que estudiaban contabilidad o administración de empresas tenían que trabajar en las cadenas de montaje de Wistron durante meses. Se trata de una grave violación de la convención de la Organización Internacional del Trabajo. Los investigadores de DanWatch encontraron pruebas que demuestran que miles de estudiantes hacían el mismo trabajo que la plantilla, pero por mucho menos dinero.
Los adolescentes explicaron que les habían obligado a trabajar en contra de su voluntad. “Todos estamos deprimidos”, explicó una chica de 19 años: “No tenemos opción, ya que nuestro centro educativo nos ha dicho que si no trabajamos no nos darán el diploma”. Wistron no ha querido hacer declaraciones.
Esta investigación no tuvo lugar en una fábrica de iPhones pero Apple ha confirmado que Wistron y Pegatron son dos de sus principales fabricantes en China. Si bien no hablaron en nombre de la compañía, algunos responsables de prensa de Apple me proporcionaron información de las auditorías que han hecho a las empresas subcontratadas. Las auditorías son bastante superficiales. Como muestra, el informe de la que se hizo en Foxconn en 2012, tras los intentos de suicidio. Foxconn es el principal empleador de China. En su fábrica de Longhua trabajan 400.000 personas. Sin embargo, el informe de Apple, vinculado a una investigación impulsada por la Asociación de Trabajo Justo, solo analizó las condiciones de tres instalaciones; una por día.
Jenny Chan, experta en abusos laborales en China y coautora del libro Dying for an iPhone (Morir por un iPhone) lo llama “auditoría con paracaídas”, una forma de permitir que todo siga como está. Sin duda, una estrategia muy rentable. Los trabajadores de Pegatron que montan los iPhone ganan 1,60 dólares por hora trabajada, en cambio Apple es la empresa más rentable de Estados Unidos. En 2015 obtuvo unos beneficios de 47.000 millones de dólares.
¿Eso qué significa? Apple mueve más dinero que el gobierno de Estados Unidos: 231.000 millones de dólares, pero todo parece indicar que no está dispuesta a destinar un solo céntimo en la mejora de las condiciones de aquellos que le permiten ganar dinero. Tampoco está dispuesta a fabricar los iPhones en Estados Unidos. Esto crearía puestos de trabajo en el país y seguiría siendo la compañía de teléfonos móviles más rentable del mundo.
Probablemente los accionistas de Apple, como el director ejecutivo de la compañía, Tim Cook (cuya participación está valorada en 785.000 millones de dólares), podrían acumular más dinero. Los defensores de Cook señalan su vocación filantrópica. Sin embargo, lo cierto es que aunque esté dispuesto a hacer donaciones que para él son insignificantes, se niega a pagar una factura tributaria de la Unión Europea que asciende a 13.000 millones de euros y señala que se trata de “basura política”. También afirma que los miles de millones de Apple no regresarán a Estados Unidos hasta que “no se establezca una tasa razonable, porque no es cierto que pagar más te convierte en mejor patriota”. El oligarca del sector tecnológico cree tener más autoridad que los 300 millones de estadounidenses que han elegido a unos representantes en el gobierno que establecen los impuestos que se deben pagar.
Cuando los historiadores que estudian la globalización se pregunten cómo llegó a su fin, probablemente descubrirán que compañías como Apple desempeñaron un papel clave. Los votantes tuvieron que elegir entre un modelo económico que beneficiaba a unos pocos y un discurso populista que prometía beneficiar a muchos; Cook de un lado y Farage del otro. Los votantes se decantaron por la opción que prometió “valentía”.
Traducción de Emma Reverter