La guerra vuelve también a Kiev: “Pensé que los bombardeos se habían terminado”

Lorenzo Tondo

Kiev (Ucrania) —
27 de junio de 2022 22:26 h

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A finales de mayo, cuando la ópera de Kiev reabrió sus puertas, muchos lo interpretaron como un símbolo del regreso a la normalidad tras meses de guerra, cuando la música de El barbero de Sevilla, de Rossini, sustituyó al estruendo de la artillería rusa.

Las autoridades locales relajaron los horarios del toque de queda; se terminaron los controles antitanque; y la calle principal Khreshchatyk volvía a estar llena de cafés, bares y tiendas.

Tras varias semanas siguiendo la evolución de la ciudad en calma, Oleksandr Litvin, que tiene 23 años y es director de marketing, decidió que había llegado la hora de regresar a su casa en el céntrico barrio de Shevchenkivskyi. Este fin de semana, volvió a su apartamento después de meses de ausencia.

Kiev recuerda que la guerra sigue

“Me fui de Kiev justo después de la invasión, me trasladé a un pueblo de la provincia de Zakarpattia, la región más occidental de Ucrania”, dice a The Guardian. “Mis amigos me decían que la capital ya era bastante segura y pensé que tal vez había llegado el momento de volver después de más de tres meses. Pensé que los bombardeos se habrían terminado, pero me equivoqué”, asegura.

En la madrugada de este domingo, se sucedieron en cuestión de segundos cuatro explosiones que devolvieron a Litvin, y a toda la ciudad de Kiev, a la cruda realidad. Columnas de humo se elevaron sobre unos edificios -cercanos a su apartamento- que albergan universidades, restaurantes y galerías de arte. Los misiles que Rusia lanzó desde el mar Caspio sirvieron de violento recordatorio de que la capital ucraniana sigue siendo zona de conflicto.

A pesar de que la vida normal vuelve poco a poco, Kiev sigue en guerra en un momento en el que el país, entre la espada y la pared en el Donbás, se enfrenta al que tal vez es su momento más difícil desde el comienzo de la invasión: se cree que hasta 200 ucranianos mueren cada día en el campo de batalla.

Un hombre murió en el ataque en dos edificios de apartamentos de Kiev y otras seis personas, entre ellas una mujer rusa, resultaron heridas. Una niña de siete años fue rescatada de los escombros. El alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko, dijo que el ataque fue un intento de “intimidar a los ucranianos” antes de las cumbres de la OTAN y del G7.

Este lunes, otro ataque contra un centro comercial mató a al menos 18 personas y hirió a decenas en la ciudad de Kremenchuk, en la región de Poltava, en el centro del país. Según las autoridades ucranianas, había más de 1.000 personas en este lugar de compras. Varios vídeos muestran un edificio completamente en llamas y una gran columna de humo elevándose en el aire.

“No regresaré hasta que acabe la guerra”

“Me desperté y vi una gran columna de humo desde mi ventana”, dice Litvin. “Esa noche había salido con unos amigos; empezamos a gritar porque había habido otras explosiones; nos encerramos en el baño y esperamos durante 10 minutos; después salimos a ver qué había pasado, fue aterrador”, recuerda.

Cuenta que su plan es mudarse a casa de sus padres. “Ya no me siento seguro en ese apartamento, no regresaré hasta que acabe la guerra”, confiesa.

Antes de la invasión, la población total en el área metropolitana de Kiev ascendía a 3,5 millones de habitantes. La capital empezó a parecer una ciudad fantasma tras los primeros bombardeos de febrero, cuando uno de cada dos residentes abandonó la ciudad.

Miles de vecinos comenzaron a regresar con el anuncio de que la región había sido liberada de los rusos, en lo que se ha considerado el mayor triunfo de Ucrania en la guerra.

La nueva realidad

Muchas personas habían abandonado Kiev por las explosiones de la artillería rusa a lo lejos. Pero la esperanza de que la guerra no fuera ya más que un mal recuerdo hizo que empezaran a ignorar las sirenas por ataque aéreo diarias y volvieron a formarse colas frente a los locales nocturnos. En un ambiente a veces surrealista, los habitantes de Kiev tomaban café y cerveza mientras sonaban, esporádicamente, las detonaciones en la distancia.

“Me acostumbré a vivir en estas nuevas condiciones”, dice Sonia Lassud, una diseñadora de interiores de 34 años. “Lo que antes consideraba imposible ahora es la nueva realidad”, dice.

Lassud ha estado en Kiev desde que comenzó la invasión rusa y conoce la guerra y su poder destructivo. Se crió en Mariúpol, la ciudad que tras un largo asedio cayó bajo control ruso.

Su madre y su hermano, herido por un ataque aéreo ruso, se quedaron en Mariúpol hasta justo antes de la llegada de las tropas de Moscú. Luego buscaron refugio en un pueblo cercano. “Dormían con mucho frío porque las ventanas se habían roto por las explosiones”, dice Lassud. “La temperatura en la casa era de seis grados bajo cero”, cuenta.

Tras la toma de Mariúpol, que posiblemente es el mayor avance estratégico de Vladímir Putin desde que comenzó su invasión, Rusia ha seguido consolidando sus progresos en el este de Ucrania, con la inercia bélica cambiando lenta y progresivamente a favor de Moscú.

Tras reducir a escombros a la ciudad de Severodonetsk, las fuerzas rusas en el este del país tratan ahora de arrinconar Lysychansk, su ciudad gemela. Si cae Lysychansk, toda la región de Lugansk –que junto con Donetsk conforma el Donbás– podría caer en manos rusas.

Las tropas ucranianas, que demostraron su fuerza al principio de la guerra, ahora se están enfrentando a dificultades en el campo de batalla.

Pero a pesar de las grandes pérdidas en el frente; de la escasez de armas; y de los incesantes bombardeos rusos, sus ciudadanos siguen luchando. A pesar de todas las dificultades, no están dispuestos a hacer ninguna concesión al enemigo.

“Sí, es cierto, los rusos tienen más potencia de fuego”, dice Lassud. “Tal vez nos estemos quedando sin armas, pero nuestro espíritu... nuestro espíritu nunca morirá”, concluye.

Traducción de Francisco de Zárate