En marzo recibí una gran oportunidad científica: una beca de 2,5 millones de euros del Consejo de Investigación Europeo (ERC) para estudiar cómo bacterias que causan enfermedades intercambian genes para volverse más contagiosas o eludir tratamientos como los de los antibióticos. La beca del ERC es un premio muy prestigioso e implicaba que, junto a los científicos en mi laboratorio del Imperial College de Londres, podíamos finalmente ponernos a trabajar en cuestiones y experimentos que habíamos planificado durante años.
Pero un par de semanas después, me informaron de que la financiación estaba en peligro. Puesto que Reino Unido no había logrado negociar un acuerdo para permanecer en el programa Horizon Europe de la Unión Europea (UE) -a pesar de haberse comprometido a hacerlo- mi beca, junto con las de otros 142 científicos que viven en Reino Unido, no podía ser utilizada en este país.
Era un problema enorme. Empecé a hablar con universidades de la Unión Europea sobre la posibilidad de trasladar el programa de investigación, pero hay entre ocho y 10 científicos trabajando bajo mi mando en mi laboratorio, y actualmente soy director del Centro de Infección y Bacteriología Molecular del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido. Los científicos trabajan en redes profundamente interconectadas de colaboradores e instituciones y mudarse a Francia o España, incluso a tiempo parcial, interrumpiría mucho más que solo este proyecto de investigación.
Finalmente no me mudé, y entonces perdí el dinero. Fue muy doloroso. Aún me duele. El Gobierno de Reino Unido indicó que ofrecería un reemplazo de los fondos a través de su propio esquema de investigación e innovación, pero todavía no está claro si cumplirá con todos los términos de los programas del ERC —el prestigio, la flexibilidad, las conexiones—. Hoy, esta parte de nuestra investigación está paralizada hasta que sepamos que tenemos la estabilidad necesaria para hacer ciencia. Sé que otros han tomado la difícil decisión de irse del país y llevarse su trabajo a Europa.
Pero el asunto es mucho mayor que nuestro trabajo en particular o el de los investigadores afectados. Los científicos pueden hacer un trabajo increíble e innovador que beneficie a la sociedad en general, pero necesitan estabilidad y apoyo. La debacle reciente contribuye a que la ciencia en Reino Unido parezca más incierta y poco atractiva. Reino Unido era muy bueno a la hora de atraer tanto a estudiantes y becarios jóvenes y talentosos como a investigadores y profesores más mayores. Y era algo bueno para la economía y para la vida social e intelectual del país.
Ahora tengo la sensación de que esto está cambiando. Reino Unido hoy no es un lugar atractivo. Sé que en los últimos años cada vez menos investigadores que viven en la UE han decidido trasladar su trabajo y sus fondos aquí. Si la política no cambia, esto va a continuar. Mucha gente aquí ha tomado una actitud muy británica que consiste en pensar que simplemente se las arreglarán. Algunos me han dicho que todo irá bien porque me repondrán el dinero de la beca o porque puedo recibir otra, puesto que soy un investigador ya establecido. Pero esa no es la cuestión. Me preocupa la posición de la ciencia británica en el mundo, y lo que pase en el futuro con los científicos más jóvenes.
Amo este país. Llegué aquí desde Europa en 2013 y me he quedado. Estoy agradecido por poder hacer mi trabajo aquí y siempre me he sentido bien recibido. De hecho, nunca me he sentido como un inmigrante. Pero me preocupa pensar en alguien que tome la misma decisión hoy. Las cosas son mucho más inciertas.
* José R. Penadés es profesor de microbiología en el Imperial College de Londres y director del Centro de Infección y Bacteriología Molecular del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido.
Traducción de Patricio Orellana