EN PRIMERA PERSONA

Mi hermana y yo somos homosexuales, pero solo uno de nosotros encontró comprensión en la escuela

Lily Velez / Luc Velez

Mi hermana Lily y yo estamos todavía más unidos que muchos hermanos porque somos miembros de un club exclusivo de hermanos: el de “los dos son homosexuales”. Aunque lo cierto es que nuestros casos no son iguales. Nuestra experiencia en el instituto fue completamente diferente. Mi hermana Lily se levantó el lunes con la noticia de la carta firmada por 34 líderes de escuelas anglicanas de Sidney que defiende el derecho de las escuelas religiosas a discriminar a profesores y alumnos que son como nosotros. En el metro, de camino a la escuela, vi un mensaje de nuestro padre en el chat familiar con un enlace a la carta. “Mirad quién la ha firmado”, afirmaba.

Me gradué en la Trinity Grammar School de Sidney el año pasado. El nuevo director de la escuela, Tim Bowden, firmó la carta. La escuela donde he pasado los últimos 12 años de mi vida ha decidido apostar abiertamente por la homofobia. Lily se graduó en la Uniting Church School en 2015, una escuela que tiene una filosofía muy distinta con sus profesores y alumnos LGTBI. Inmediatamente hablamos por Skype. Cara a cara, en países distintos, los dos teníamos la misma expresión facial: extenuación. Puede que nos hayamos graduado, pero nuestro enfado por el trato recibido permanece.

Lily y yo hemos hablado largo y tendido de nuestras experiencias como alumnos de instituto. Los dos somos conscientes de que hemos sido unos privilegiados porque hemos ido a institutos privados. También hemos tenido mucha suerte por el hecho de haber crecido en una familia que nos dio amor y a la que no le importó que fuéramos homosexuales.

En el caso de Lily, esta sensación de aceptación también se extendía a la escuela. En mi caso, me gradué en Trinity sin traumas, pero no estoy seguro de que sea el caso de otros compañeros homosexuales. Sin duda, resulta algo extraño ser alumno de una escuela que considera la homofobia parte de su “ethos”. Esto no hace que seamos menos homosexuales, pero sí nos impide ver otros alumnos como nosotros. Nos hace sentir que estamos solos.

A medida que me fui haciendo mayor, reaccioné a la homofobia de la escuela y mostré mi homosexualidad de la forma más visible que pude, casi como si se tratara de una cuestión de activismo. No puedo dejar de pensar que de pequeño mi experiencia como alumno habría sido muy diferente si hubiera visto que otros estudiantes mayores mostraban su homosexualidad sin complejos. Quería que otros tuvieran un referente que yo no tuve.

Lily consideraba que el hecho de que me mostrara como soy obedecía a una necesidad: “Todavía lamento no haber hecho más. Podría haber mostrado mi homosexualidad de una forma más abierta, pero tal vez no sentí que fuera necesario. Ser homosexual es solo una parte de mi experiencia escolar. En cambio para ti fue una parte esencial”.

Las reacciones homófobas eran una constante en mi escuela. En los pocos casos en los que denuncié la actitud de algún estudiante, la escuela reaccionó. Y le estoy agradecido por ello. Sin embargo, la escuela nunca trató de corregir la cuestión de fondo. Cuando crecí, el acoso cesó. No fue gracias a ninguna medida impulsada por el centro, sino simplemente porque los estudiantes maduraron y rechazaron la homofobia a la que la dirección de la escuela se había adherido. Todavía me sorprende el hecho de que mis compañeros de 17 años tuvieran una mejor educación en torno a esta cuestión que las personas que supuestamente nos tenían que formar.

En el instituto, tenía un grupo de amigos que mostraban su homosexualidad con orgullo y algunos amigos heteros que estaban dispuestos a plantar cara a las actitudes homófobas. Queríamos cambiar la mentalidad y mostrarnos tal y como éramos formaba parte de nuestra rebelión. Sin embargo, lo cierto es que ser un modelo a seguir para los estudiantes más jóvenes e intentar que se sintieran aceptados no hubiera tenido que ser mi trabajo a esa edad.

La página web de la escuela muestra mi cara y la de otros estudiantes gays de mi curso, con el objetivo de promocionarla. En sus publicaciones, la escuela incluye imágenes de obras de arte que hizo mi novio. Le ha pedido a un amigo homosexual que coordine algunos debates. Los responsables de los grupos de música y de los equipos deportivos son gays. Es decir, muchos alumnos homosexuales hemos contribuido a que la escuela sea lo que es. El centro educativo donde nos formamos no puede afirmar que nuestras tendencias sexuales no son acordes a sus valores y luego utilizarnos con fines publicitarios.

La carta en cuestión empodera a las escuelas a predicar sus prejuicios bajo la excusa de su “ethos”. Cuando tenía 14 años tuve que permanecer sentado en el laboratorio mientras un profesor nos explicaba que la bisexualidad era tan nociva como una violación. Unos años más tarde, un profesor nos explicó largo y tendido la, según él, obvia relación entre homosexualidad y pedofilia.

Obviamente con ello no estoy diciendo que Lily y yo no hayamos tenido profesores extraordinarios en el instituto. Muchos de los profesores preferidos de Lily eran homosexuales.

“Si eres un niño gay, tienes superpoderes secretos para captar los pronombres que utiliza tu profesor cuando se refiere a su pareja. Cuando no tienes ningún compañero de clase gay, pero sí profesores que lo son, te sientes acompañada. Es como un reconocimiento de que vas a estar bien en el futuro, un futuro en el que podrás encontrar a una pareja que te quiera y un trabajo que te guste. Para un niño gay que todavía no ha salido del armario no hay nada más potente que descubrir que no está solo. Es un arma que tendrás de por vida”.

En mi caso, no fue consciente de que tenía profesores homosexuales hasta que me gradué en el instituto. Tuve un profesor increíble que me ayudó a crecer y me inspiró. Cuando me gradué descubrí que era gay. Me avergüenza reconocer que mi primera reacción fue juzgarlo: a los 14 yo hubiera matado por tener un profesor abiertamente homosexual que me sirviera como referente. Pensé que el hecho de que lo hubiera mantenido en privado era un acto egoísta. Ahora entiendo que esta opinión es muy ingenua. No puedo imaginar cómo es trabajar en un ambiente para el que una parte esencial de mi forma de ser pudiera comportar mi despido.

Lily fue a una escuela que le dio la libertad para involucrarse en temas en torno a la homosexualidad. Recuerdo que me sentí orgulloso, y celoso, cuando regresó a casa y me contó que había dado un discurso en su escuela con motivo del día Wear it Purple [Lleva algo morado, un día de concienciación LGTBI para jóvenes que se celebra especialmente en Australia].

“Los religiosos y los profesores de la escuela apoyaban a los estudiantes gays. Di un discurso ante un grupo de chicas que lucían cintas moradas en el pelo y cordones morados en los zapatos. Poder pronunciar este discurso todos los años era una especie de catarsis para mí. Hablar con mis compañeros, hacerles escuchar ese mensaje, era importante”.

Los chicos de Trinity también necesitan esa libertad y liderazgo que tuvo mi hermana. ¿Cómo puedo justificar que amo un lugar que quiere proteger su derecho a rechazarme y a rechazar a personas que son como yo?

La diócesis anglicana afirma que las escuelas no expulsan a los estudiantes ni despiden a los maestros por sus tendencias sexuales. Sin embargo, sí mantienen el derecho a hacerlo y esto consolida la noción de que es inaceptable ser gay. La carta es un símbolo para los jóvenes que no han tenido el apoyo que Lily y yo tenemos y para los aplicados maestros que necesitan sus trabajos. Nos dice que no somos bienvenidos y que nuestra homosexualidad nos deja desprotegidos.

Las instituciones religiosas no necesitan más protecciones, pero los estudiantes y profesores homosexuales, sí.

Luc estudia moda en la Ecole de la Chambre Syndicale de la Couture de París. Lily estudia derecho y escritura creativa en la University of Technology de Sidney.

Traducido por Emma Reverter