Malas noticias: estamos en problemas. Un nuevo informe del Instituto de Investigación de Políticas Públicas sugiere que estamos amenazados por una serie de crisis que podrían desencadenarse simultáneamente: desde el calentamiento global hasta la pérdida de fertilidad de las tierras.
Las consecuencias podrían incluir desequilibrios gigantescos, no sólo en algunos países, sino a escala global. Y no estamos ni de lejos preparados para enfrentar los daños ocasionados a la salud ni los posibles desplomes en la economía que podrían producirse, por ejemplo, con un inédito aumento de las peticiones a los seguros por incendios o inundaciones en Estados Unidos.
Piensen sólo en uno de los escenarios. Según la principal autora del informe, Laurie Laybourn-Langton, la crisis climática podría multiplicar por 10 el número de 12 millones de refugiados de Oriente Medio que se han desplazado en estos años de revuelo y confusión. La extrema derecha supo manipular esa crisis de refugiados azuzando a la opinión a su favor. Fue uno de los factores detrás de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, de la llegada de la extrema derecha a los gobiernos de coalición de Italia y Austria y de la consolidación del autoritario régimen de Viktor Orbán en Hungría. ¿Qué va a ocurrir cuando vengan muchos más refugiados?
La lógica macabra del asunto llama la atención: los extremistas de la Administración Trump, oportunamente rebautizados como “pirómanos” del cambio climático por la escritora Naomi Klein, hacen que las migraciones masivas forzadas sean más probables (debido a sus destructivas políticas medioambientales) y después cosechan perversos beneficios políticos incitando al odio contra esas oleadas de personas desesperadas.
Pero hay esperanza. Es importante subrayarlo porque centrarse exclusivamente en los escenarios apocalípticos del cambio climático solo provoca angustia, desorganización, y desmotivación: hace que parezca un reto insuperable. Es cierto que llegamos tarde para detener muchas de las nefastas consecuencias de crisis medioambientales que se están desencadenando, pero aún estamos a tiempo de evitar la catástrofe.
El ascenso político de Alexandria Ocasio-Cortez ha transformado el debate sobre cambio climático en Estados Unidos. El establishment demócrata se ha visto obligado a adoptar varios de los puntos de su Green New Deal, como el compromiso de emisiones cero de carbono, la reparación y mejora de las infraestructuras, la eficiencia energética para todos los edificios, el tren de alta velocidad y la inversión en un sistema de transporte público asequible.
La magia del Green New Deal es que vincula la lucha contra la crisis medioambiental con la justicia económica y social. Entre sus propuestas figura la de que cada estadounidense tenga un trabajo garantizado con salario y condiciones decentes, así como atención médica de alta calidad, acceso a una vivienda asequible y seguridad económica.
Esto es clave. Para muchos, el cambio climático es algo importante pero abstracto, demasiado técnico y rivalizando con otros problemas que, a primera vista, parecen más urgentes. Pero es mucho más fácil despertar el entusiasmo de la gente si convertimos a la crisis medioambiental en una cuestión cotidiana sobre la vivienda, el empleo y el nivel de vida.
Después de todo, invertir en energía renovable podría generar millones de empleos seguros y cualificados en todo el mundo. Si la crisis medioambiental amenaza con agrandar las actuales desigualdades, una transición equitativa hacia las energías renovables podría reducirlas.
La diputada laborista Rebecca Long-Bailey ha trabajado de forma admirable con sus ideas para la llamada Transformación Verde. Pero el Partido Laborista en su conjunto, así como la izquierda en general y el movimiento obrero, no se han preocupado lo suficiente por las crisis que se avecinan. Tienen que ser más contundentes en su reacción.
Ocasio-Cortez ha demostrado que incluso en la era Trump es posible disparar un debate nacional sobre las crisis existenciales que enfrenta la humanidad. Los laboristas deben seguir el ejemplo y defender con entusiasmo la idea de que salvar el planeta servirá también para liberarlo de la injusticia social y económica que lo fustiga.
Traducido por Francisco de Zárate