India, confinamiento imposible

Hannah Ellis-Petersen, Shaikh Azizur Rahman y Manoj Chaurasia

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Delhi amaneció el miércoles envuelta en un silencio extraño. Los habitantes de la caótica ciudad se despertaron sorprendidos ante el comienzo fantasmagórico de un encierro de tres semanas impuesto sobre 1.300 millones de personas, que deben obedecer y actuar responsablemente para detener la expansión del coronavirus por el país. 

Ni rastro del tráfico colapsado; de las multitudes agolpadas en los callejones de los mercados de alimentos; ni un solo rickshaw a la vista; teterías cerradas; los puestos de comida desaparecidos y las bicicletas, con sus cestas de mimbre, apiladas en montones por las esquinas. No se veía ni siquiera a nadie rezando. Vacíos los templos hindúes, las mezquitas y los templos sikh

Las autopistas lucían desiertas y las únicas personas en las calles eran policías y paramilitares levantando puntos de control. Frente a algunos lugares como grandes tiendas de alimentación u hospitales, círculos de tiza en el suelo dejaban claro que la distancia social a la hora de formar una fila es algo a tomar en serio. 

Muchas personas se despertaron ante esa imagen de vacío y una gran incertidumbre. No están seguras de que tener la capacidad de sobrevivir al encierro. En la India, más de 300 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza, comiendo lo justo, con ingresos que duran lo que dura el día y nula capacidad de ahorro.  

Ram Yadav, de 55 años, maneja un rickshaw en el norte de Delhi  y comparte un cuarto con otros cuatro colegas. Pagan poco más de 12 euros al mes. Se siente abrumado y ansioso. No sabe cómo va a sobrevivir a tres semanas sin ingresos, tal vez más. “Tengo que pagar el cuarto, el alquiler del rickshaw y tengo una familia a la que enviar dinero. No sé cómo voy a hacerlo. Ya estamos hirviendo solo arroz con sal para comer”.  Yadav también apunta que en esas condiciones de hacinamiento es imposible mantener ninguna distancia social. 

Alta densidad de población y sistema sanitario débil

El consenso entre los expertos es amplio. El confinamiento es la decisión más razonable para un país como la India, donde el sistema sanitario es muy deficiente. El país sólo cuenta con 40.000 respiradores, un médico por cada 11.600 habitantes, una cama de hospital por cada 1.826 y una de aislamiento por cada 84.000 personas. Por ahora, la situación en la India no es la misma que en Europa o Estados Unidos. De momento se han registrado unos 600 casos y hay 10 personas muertas. Pero se están realizando muchas menos pruebas que en otros países, solo se han llevado a cabo unas 17.000.

Bhramar Mukherjee, profesor de epidemiología de la Universidad de Michigan y director de un grupo que investiga la expansión mundial del coronavirus, dice que “la India no puede arriesgarse en este momento. Incluso en los mejores escenarios que muestran las proyecciones, el sistema de salud, ya muy precario, colapsará. Morirá mucha gente”. El experto afirma que “hay que incrementar el número de pruebas y buscar estrategias de vigilancia que sean realistas. Tenemos que prepararnos para un proceso que va a ser largo”. 

En un país densamente poblado, en el que el espacio personal es un lujo, la decisión del primer ministro, Narendra Modi -distancia social y que la gente “olvide lo que significa salir”- parece una petición imposible de cumplir.  Compartir el espacio es parte fundamental de la cultura de la India, un país donde suelen vivir juntas hasta tres generaciones de la misma familia y millones de personas se juntan a diario para rezar en sus respectivos templos. Al menos 64 millones personas viven en barriadas marginales sin medidas higiénicas ni servicios. 

Los médicos carecen de medios

Ya hay indicios de que la India comienza a tambalearse bajo el peso del número de infecciones de coronavirus. Un médico de Calcuta, que trabaja en un hospital con personas contagiadas y prefiere mantener el anonimato, asegura a The Guardian a que los cuatro médicos de su hospital no tienen más remedio que trabajar sin el equipo de protección necesario que recomienda la Organización Mundial de la Salud porque los responsables de la institución no los han pedido. 

“Como muchos otros colegas y paramédicos, me preocupa estar ya contagiado y asintomático. Eso es estresante porque he seguido trabajando con pacientes”, lamenta, y añade que “tras trabajar directamente con los pacientes que sospechamos que pueden tener coronavirus, estoy seguro de que no vamos a ser capaces de evitar que la infección se extienda hasta que las autoridades no hagan muchas más pruebas”.

“A muchas personas susceptibles de portar el virus no les hacen la prueba de detección ni después de venir al hospital con síntomas. Muchas otras ni siquiera vienen al hospital”, asevera.

El panorama es igual de caótico en el estado de Bihar, que por ahora registra unos 50 casos de coronavirus. Al menos una persona, un hombre que regresó de Qatar, ha muerto. El doctor Ajay Kumar Bharti, médico jefe del Hospital Sadar, donde murió el paciente, afirma que no están equipados para enfrentarse al virus de forma segura. “No hay mascarillas quirúrgicas. Hemos pedido a una sastrería que nos haga 5.000 de tela y que las haga rápido”. 

Antes de que se impusiera el confinamiento en todo el país, algunos estados ya habían comenzado a sellar sus fronteras. Los ferrocarriles, que mueven a más de 20 millones de personas al día, dejaron de circular. Decenas de miles de trabajadores regresaron a sus lugares de origen desde estados como Kerala y Maharashtra, centros del estallido del coronavirus. El temor a que el virus ya se haya expandido por todo el país es real. 

El doctor Rajiv Rajan, experto en salud pública, denuncia que “el número de camas disponibles en los hospitales no es suficiente. Las alarmas saltarán cuando los enfermos comiencen a llegar a los hospitales”.

Para los habitantes de Jammu y Cachemira, la medida anunciada por Modi remite a un temor familiar. Desde que el Gobierno suspendió en octubre el estatus especial del territorio y lo partió en dos zonas, el confinamiento es ya parte de su realidad diaria. La represión sufrida durante estos últimos seis meses ha debilitado muchos servicios esenciales, entre ellos el sanitario.

El sistema de salud de Cachemira no tiene en este momento el personal ni el equipamiento necesarios para enfrentarse a la expansión de un virus. La tasa de pacientes por médico es la peor de todo el país, hay poquísimo personal de enfermería y sólo 100 respiradores para una población que asciende a 12 millones de personas. 

“Lo que estamos haciendo es tomar medidas preventivas para controlar y aislar el virus. Que Dios nos salve si recibimos muchos pacientes, o pacientes muy enfermos. El servicio se saturará en cuestión de horas”, explica uno de los de médicos de un hospital de Srinagar. “Tenemos pocos ventiladores. Entre 50 y 100. Y están ocupados. De suceder, será una pesadilla”. 

Traducido por Alberto Arce

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