Opinión

Israelíes y palestinos se enfrentan a su momento de mayor peligro desde 1948

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Israel acaba de vivir el peor día de su historia. En un solo día fueron masacrados más civiles israelíes que la suma de todos los perdidos por Israel, civiles y militares, durante la guerra del Sinaí de 1956, la guerra de los Seis Días de 1967 y la segunda guerra del Líbano de 2006. De la zona ocupada por Hamás llegan imágenes e historias aterradoras. Muchos de mis propios amigos y familiares han sufrido atrocidades indescriptibles.

Esto significa que los palestinos también se enfrentan ahora a un peligro inmenso. El país más poderoso de Oriente Próximo está rabiosamente enfadado, dolorido y asustado. No tengo ni los conocimientos ni la autoridad moral para hablar sobre cómo se ven las cosas desde la perspectiva palestina, pero, en el momento de mayor dolor de Israel, quiero hacer una advertencia sobre la forma en que se ven las cosas desde el lado israelí de la valla.

A menudo, la política se asemeja a un experimento científico de pocas barreras éticas que se hace con millones de personas. Primero se intenta algo, como puede ser un aumento en el gasto social, la elección de un presidente populista o una oferta de paz. Luego se observan los resultados y se decide si seguir por ese camino o dar marcha atrás para probar otra cosa. Ensayo y error, así es como el conflicto palestino-israelí se ha desarrollado desde hace décadas.

En los años noventa, Israel dio una oportunidad a la paz con los Acuerdos de Oslo. Sé que desde el punto de vista palestino, y desde el de algunos analistas externos, las ofertas de paz israelíes eran insuficientes y arrogantes. Aun así, ha sido la oferta más generosa que Israel haya hecho nunca.

En aquel proceso de paz Israel cedió a la Autoridad Palestina el control parcial de la Franja de Gaza. El resultado para los israelíes fue la peor campaña de terror sufrida hasta entonces. A los israelíes aún les duele el recuerdo de la vida cotidiana a principios de la década de 2000, con bombardeos diarios de autobuses y restaurantes. Una campaña de terror que no solo terminó con cientos de civiles israelíes; también fue el fin del proceso de paz y de la izquierda israelí. Tal vez la oferta de paz de Israel no fue lo suficientemente generosa, ¿pero era el terrorismo la única respuesta posible?

Tras el fracaso del proceso de paz, el siguiente experimento de Israel fue la retirada de Gaza. A mediados de la primera década del siglo XXI, Israel se retiró unilateralmente de toda la Franja, desmantelando en su totalidad los asentamientos de la zona y regresando a la frontera internacionalmente reconocida antes de 1967. Es verdad que seguía imponiendo un bloqueo parcial a la Franja de Gaza y que mantenía la ocupación en Cisjordania, pero la retirada de Israel de Gaza era un paso muy significativo y los israelíes esperaban ansiosos a ver cuál sería el resultado del experimento.

Los restos de la izquierda de Israel confiaban en que los palestinos intentaran de verdad transformar Gaza en una ciudad-Estado próspera y pacífica, un Singapur de Oriente Medio, para mostrar al mundo y a la derecha israelí lo que los palestinos eran capaces de hacer cuando les permitían gobernarse a sí mismos. Por supuesto, no es fácil construir un Singapur bajo un bloqueo parcial. Pero aun así se podía haber hecho un intento honesto. En ese caso, la opinión pública de Israel y las potencias extranjeras habrían podido ejercer más presión sobre el Gobierno israelí para que terminara con el bloqueo a Gaza y llegara a un acuerdo decente sobre Cisjordania.

En lugar de eso, Hamás se hizo con el control de la Franja de Gaza y la transformó en una base terrorista desde la que lanzar repetidos ataques contra civiles israelíes. Otro experimento que terminaba en fracaso. Así fue cómo lo que quedaba de la izquierda israelí se desacreditó por completo y Benjamin Netanyahu llegó al poder con sus gobiernos de mano dura.

Netanyahu fue el primero en llevar a cabo un nuevo experimento: ante el fracaso de la coexistencia pacífica, adoptó una política de coexistencia violenta. Israel y Hamás intercambiaban ataques cada semana y casi todos los años había una gran operación militar, pero durante una década y media los civiles israelíes pudieron continuar con su vida separados a cientos de metros de las bases de Hamás en el otro lado de la valla.

Incluso los fanáticos mesiánicos de Israel mostraban poco fervor por reconquistar la Franja de Gaza, y los israelíes de derechas confiaban en que Hamás se fuera moderando poco a poco con las responsabilidades derivadas de gobernar a más de dos millones de personas. De hecho, entre los halcones israelíes consideraban a Hamás mejor socio que la Autoridad Palestina, ya que los partidarios de la mano dura en el Gobierno querían seguir controlando Cisjordania y temían la posibilidad de un acuerdo de paz. Hamás parecía ofrecer a la derecha israelí el mejor de los mundos: liberaba a Israel de la necesidad de gobernar la Franja de Gaza y lo eximía de hacer una oferta de paz que pudiera trastocar el control israelí sobre Cisjordania.

El día de horror que acaba de vivir Israel es un punto y final al experimento de coexistencia violenta de Netanyahu. ¿Qué será lo siguiente? Nadie lo sabe con certeza, pero en Israel algunas voces se inclinan por reconquistar la Franja de Gaza o por bombardearla hasta reducirla a escombros. El resultado de esa política podría ser la peor crisis humanitaria vivida en la región desde 1948, con muchos miles de muertos y millones de personas expulsadas de sus hogares, especialmente si Hizbulá y las fuerzas palestinas de Cisjordania se unen a la pelea.

En los dos lados de la valla hay fanáticos religiosos obsesionados con la guerra de 1948 y con las promesas divinas. Los palestinos sueñan con darle la vuelta al resultado de aquella guerra; y en Israel, fanáticos judíos como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, han llegado a decirle a los ciudadanos árabes del país que están en Israel “por error”. “Porque Ben-Gurion [el primero en ocupar el cargo de primer ministro de Israel] no terminó el trabajo en el '48 y no os expulsó”, dijo.

Para los fanáticos de los dos bandos, 2023 podría ser la excusa que les permita llevar a cabo sus fantasías religiosas y volver a escenificar con más ganas una guerra como la de 1948. Pero incluso sin llegar a esos extremos, es probable que este conflicto sea el último clavo en el ataúd del proceso de paz palestino-israelí.

Los kibutz a lo largo de la frontera con Gaza han sido las comunas socialistas y bastiones de la izquierda más persistentes de Israel. Conozco a personas de esos kibutz que tras años de ataques con cohetes casi diarios desde Gaza se mantenían aferradas a la esperanza de paz como una creencia religiosa. Son esos kibutz los que acaban de ser arrasados, con algunos de los últimos pacifistas asesinados, enterrando a seres queridos o cautivos en Gaza como rehenes. Vivian Silver es un ejemplo: activista pacifista en el kibutz Be'eri, durante años transportó a hospitales israelíes a personas enfermas de Gaza. Ahora mismo está desaparecida y, probablemente, retenida como rehén en Gaza.

Lo que ya ha ocurrido no puede deshacerse. Los muertos no pueden volver a la vida y los traumas personales nunca terminarán de sanar. Pero tenemos que evitar una nueva escalada. Muchas de las potencias regionales están dirigidas actualmente por fanáticos religiosos irresponsables. Por eso las fuerzas de fuera tienen que contribuir a desescalar el conflicto. Cualquiera que desee la paz debe condenar las atrocidades cometidas por Hamás de manera inequívoca, presionar a Hamás para la liberación incondicional e inmediata de todos los rehenes y ayudar a disuadir a Hizbulá y a Irán de una posible intervención. Para los israelíes, esto sería un respiro y un pequeño rayo de esperanza.

En segundo lugar, una coalición en la que participen desde Estados Unidos y la UE, hasta Arabia Saudí y la Autoridad Palestina, debería arrebatar el gobierno de Gaza a Hamás, reconstruir el territorio, desarmar por completo a Hamás y desmilitarizar la Franja.

No hay muchas posibilidades de que estas medidas se lleven a cabo. Pero tras los horrores recientes, la mayoría de los israelíes no cree posible vivir con menos.

Yuval Noah Harari es historiador y autor de 'Sapiens, de animales a dioses' y 'Homo deus: breve historia del mañana'

Traducción de Francisco de Zárate