Las sirenas aéreas sonaban durante todo el día este lunes en Járkov. Como mínimo, cuatro misiles rusos golpearon esta ciudad nororiental en dos ataques ese día. Mataron al menos a una persona, hirieron a otras y provocaron nuevos trastornos en el suministro de electricidad y agua de la ciudad.
Aunque la liberación de las áreas de la región de Járkov ocupadas por Rusia ha sido celebrada por los ucranianos de todo el país, la situación en la ciudad —que hasta hace una semana estaba rodeada en parte por las fuerzas rusas— se ha vuelto más precaria en algunos aspectos.
Mientras tanto, las autoridades ucranianas han informado del hallazgo de cadáveres de civiles con aparentes signos de tortura, a medida que los fiscales continúan reuniendo pruebas de posibles crímenes de guerra.
A diferencia de la liberación de Kiev y otras regiones del norte de Ucrania, cuando los invasores se vieron obligados a emprender una caótica retirada, Rusia lanzó su contraataque de forma casi inmediata y no está dando señales de que vaya a abandonar sus planes en esta esquina del país.
Sin agua ni luz
El domingo, por primera vez desde el inicio de la guerra, los ataques de misiles de crucero rusos contra una central eléctrica de Járkov provocaron un apagón que se extendió por toda la región. Los ingenieros lograron restablecer el suministro eléctrico al cabo de cuatro horas, mientras un incendio hacía estragos en la central.
“Los rusos quieren dejarnos sin luz, agua y calefacción”, dice Kyrylo Tymoshenko, jefe adjunto de la administración presidencial de Ucrania.
En principio, también se informó de apagones en las regiones aledañas de Sumy y Poltava, así como en Dnipropetrovsk. Se estima que estos apagones han afectado a millones de civiles.
Rusia parece estar utilizando misiles con una frecuencia cada vez mayor, con al menos siete ataques en las últimas 24 horas. Después de haber sido empujados hasta casi llegar a la frontera, los rusos ya no pueden recurrir a rondas de artillería más baratas para atacar las posiciones ucranianas y asustar a la población de la ciudad.
La combinación de los ataques con misiles y los apagones supone una nueva fase de la guerra para la exhausta población de la ciudad.
Ataques rusos contra civiles
Tras los ataques del lunes, la electricidad y el agua de la ciudad volvieron a cortarse en la mayoría de los distritos de la ciudad de Járkov. En algunos de ellos, el servicio de agua no funcionaba desde la noche del domingo.
Las autoridades de Járkov dicen que los ataques tenían por objetivo zonas civiles, lo que podría indicar que la finalidad es infligir presión psicológica sobre la población.
“Se trató, principalmente, de un ataque a una zona residencial densamente poblada. No hay infraestructura militar alguna en las cercanías. Se está trabajando en esclarecer la información sobre el número de víctimas y la destrucción causada”, escribió Igor Terejov, alcalde de Járkov, en Telegram.
El Gobierno de Ucrania asegura que ya tiene el control de toda la región de Járkov y que ha conseguido expulsar a las tropas rusas de 6.000 kilómetros cuadrados de su territorio en los últimos días, incluyendo también algunas de las zonas ocupadas en el sur del país. En algunos casos, se trata de localidades que llevaban seis meses bajo la ocupación del Ejército ruso.
Los vídeos publicados en las redes sociales muestran a las tropas saludando a los residentes, mientras en lo alto ondean banderas ucranianas azules y amarillas.
Pero, aunque los ucranianos continúan su contraofensiva, la atención en los territorios recién liberados se centra en la experiencia de los ciudadanos que se vieron forzados a vivir bajo la ocupación rusa. Mientras tanto, cada vez hay más indicios de que se cometieron atrocidades similares a las descubiertas a principios de este año en las regiones del norte.
Señales de torturas
Las fuerzas ucranianas han encontrado cadáveres de civiles que parecen haber sido torturados, dice Inna Sovsun, miembro del Parlamento ucraniano, lo que evoca los sombríos hallazgos posteriores a que las fuerzas ucranianas recuperaran la localidad de Bucha.
La fiscalía regional indica que las tropas a cargo de la liberación descubrieron cuatro cuerpos de civiles con “señales de tortura” en el pueblo de Zaliznychne. “Tres de ellos fueron enterrados cerca de casas particulares, el otro fue encontrado en el terreno de la fábrica de asfalto”, dice la fiscalía en un comunicado en Facebook.
“Las tropas rusas cometieron crímenes y trataron de ocultarlos”, apunta Maksym Strelnikov, miembro del Ayuntamiento de Izium, ciudad que ha sido una base importante para las fuerzas de Moscú en la región de Járkov y como puerta de entrada al Donbás.
“Nuestro trabajo de investigación en las ciudades liberadas acaba de empezar”, indica Oleksandr Filchakov, el fiscal jefe de crímenes de guerra para la región de Járkov.
Al igual que cuando la región de Kiev fue ocupada en marzo, los soldados rusos en Járkov persiguieron a los hombres que habían servido en el Ejército, dicen representantes ucranianos a The Guardian.
Un soldado ucraniano que actualmente está evacuando a personas de las zonas liberadas dice que el trato a los civiles era peor cuanto más cerca vivían de las líneas del frente. “Cuanto mayor era la presencia de soldados en una zona, más historias [de abusos] escuchamos”, apunta.
Cuando las fuerzas rusas entraron en los pueblos de los alrededores de Kupiansk a finales de febrero, apresaron a un hombre de la zona que había luchado en el Donbás, según cuenta su vecina Luidmyla, una maestra. Luidmyla sostiene que los rusos llegaron con listas de quienes habían servido para trasladarlos a la administración regional del distrito, supuestamente para ser interrogados.
“No sabemos qué pasó con él”, dice Luidmyla. “Sus familiares intentaron ir a la administración para saber qué le había pasado. Pero los soldados [rusos] no quisieron recibir la comida [que los familiares habían comprado] para entregársela, y mientras el hombre estaba fuera de su casa, [los rusos] fueron allí y le robaron todo”, indica.
En un sótano tras el parto
Luidmyla dice que, aunque los aldeanos sufrieron la ocupación, no había visto ningún caso de violación o tortura. Después de que los rusos establecieran una base en el centro comunitario del pueblo, alguien les pinchó las ruedas. El oficial ruso procedió a reunir a los aldeanos e intentó llegar a un acuerdo para coexistir.
Anastasia, de 23 años, viene de un pequeño pueblo cerca de Balakliia y tuvo gemelos el 9 de febrero. Pasó las primeras semanas tras la ocupación en un sótano, saliendo apenas para tomar aire. Solo cuando cesaron los combates y vieron el puesto de control ruso se dieron cuenta de que estaban bajo ocupación.
“Lo peor es que mi marido estaba luchando [por Ucrania] en Járkov”, dice Anastasia. “Lo único que quería era matar a cada ruso que veía”, relata.
Los aldeanos no tenían señal telefónica, a excepción de un vecino que había comprado una tarjeta SIM rusa, y durante gran parte del tiempo, la televisión por satélite parecía estar interferida, lo que dejó a los pueblos en lo que Anastasia llama un “vacío de información”.
Aunque los soldados rusos no vivían en su pueblo y tenían una interacción limitada con sus habitantes, Anastasia no tiene dudas sobre lo que acaba de vivir: “No hay otra palabra más que ‘ocupación’ para definirlo”.
No hubo electricidad, gas, ni agua durante las tres primeras semanas. Después, el suministro iba y venía. El primer mes, sobrevivieron con lo que tenían. Cuando los productos rusos por fin empezaron a aparecer, eran muy caros.
“Un pañal costaba alrededor de un dólar”, dice Anastasia. “Los soldados rusos no nos trajeron ninguna ayuda humanitaria”, concluye.
Información adicional de Artem Mazulin
Traducción de Julián Cnochaert.