El turno de guardia de Gloria Mertoli concluye cuando el alba alumbra los postes del campo de juego en Librino, un barrio de Catania y bastión de la Cosa Nostra, la temida mafia siciliana. Desde que los mafiosos incendiaron la sede del club y su autobús, ella y otra jugadoras del equipo femenino de rugby, Briganti Librino RUFC, se han turnado para hacer guardia después de la práctica vespertina y cuidar la zona por las noches.
Desde que el club comenzó a trabajar para sacar a los niños –fáciles de reclutar para la mafia– de las calles de Librino, los clanes han intentado dejarlo fuera de juego. “Librino es un barrio complejo”, dice Piero Mancuso, uno de los fundadores del Briganti, al Observer. “Sabíamos que no sería fácil trabajar aquí. Estos ataques criminales querían destruir todo lo que logramos en los últimos años. Pero si observamos lo que hemos hecho hasta ahora, puedo decir que nos han fortalecido”.
La historia del pequeño equipo Briganti de Catania ha sido noticia en todo el mundo y recibió mensajes de solidaridad del entrenador del equipo nacional de Inglaterra, Eddie Jones, así como del excapitán inglés Bill Beaumont. Incluso la Asociación Mundial de Rugby ha expresado su apoyo al equipo. El año pasado, el equipo amateur de rugby de Bolton, fundado hace 150 años, forjó una asociación con el equipo siciliano. “Para la gente de Librino el rugby ofrece una alternativa a una vida de crimen en las calles”, dijo el presidente de Bolton, Mark Brocklehurst, en una nota el año pasado. “Si ayudamos a Briganti ofreciendo un destello de esperanza, pueden suceder cosas asombrosas. ¿Qué mejor motivación habría para que Bolton se involucre?”
Más que un club
El Briganti, que tiene varios equipos juveniles y de adultos, así como equipos femeninos en distintos grupos de edad, fue fundado en Librino en 2006, con objetivos que van más allá de jugar al rugby. “Construimos una sede para el club con una pequeña biblioteca, una cafetería y una cocina”, dice Mancuso. “Ofrecemos actividades extraescolares para los niños menos privilegiados del barrio, y comenzamos a enseñarles el noble deporte del rugby, que se basa en el respeto por los contrincantes y las reglas”.
En Librino, con una población de 70.000 habitantes, las tasas de abandono escolar están entre las más altas de Europa. La mafia ha utilizado la zona como un centro para el narcotráfico y almacenamiento, controlado por los clanes Cursoti Milanesi y Cappello de la Cosa Nostra. Aquí, el crimen es visto como el camino hacia el éxito económico, y también al respeto dentro de la comunidad.
Tal como en otras zonas deprimidas del sur de Italia, existen pocas instituciones que ofrezcan una alternativa creíble para los niños de estos barrios. Y el sur es un blanco ideal para el reclutamiento mafioso. En 2017 una investigación policial reveló que un niño de seis años estaba siendo utilizado para traficar drogas. En este contexto, la educación sobre la legalidad y el respeto por los otros se enfrenta a la desconfianza de los mafiosos.
En la medianoche del 11 de enero de 2018 se desató un incendio en la sede del club Briganti. Los libros, los balones, la cafetería, los ordenadores, las camisetas y los trofeos se quemaron hasta quedar irreconocibles. “Al menos 10 años de recuerdos se convirtieron en humo”, dice Mancuso. “Fue horrible”.
La sede fue reconstruida en pocos meses, gracias a donaciones privadas, pero los robos y ataques persistieron. En abril de 2021, alguien derribó la puerta de hierro del club y sustrajo equipamiento. El 16 de mayo de 2021, el autobús del equipo fue incendiado. “Toda mi vida he escuchado a la gente hablar de la mafia, pero cuando la tienes enfrente es una historia completamente distinta”, dice Martoli, de 22 años, la capitana del equipo femenino de rugby. “Cuando incendiaron el autobús, fue como si prendieran fuego mi propia casa. Te encuentras en una situación difícil porque no sabes cómo lidiar con ella. No sabes si debes acudir a la policía. Realmente no tienes idea de cómo reaccionar”.
Desde ese día, Mertoli y sus compañeras se turnan para hacer guardia en los vestuarios, la nueva sede y la biblioteca. “Pasamos toda la noche allí”, dice Mertoli. “Pedimos comida y pasamos el tiempo jugando al Risk o al Monopoly. Si escuchamos algún ruido, tomamos nuestros palos”.
Una molestia para los mafiosos
Claudio Fava, el presidente de la comisión antimafia de Sicilia e hijo de Giuseppe, asesinado en Catania por la mafia en 1984, dice que “cualquiera que ofrezca una vida diferente a los niños que nacen y crecen en estos bastiones de la mafia son una molestia para los jefes mafiosos”.
Fava compara los actos de terrorismo contra el Briganti con el asesinato del Padre Pino Puglisi en Palermo, un cura fusilado por los sicarios de la mafia en 1993 después de que desafiara el control de la organización sobre uno de los barrios más duros de la ciudad. El párroco había luchado por construir un campo de fútbol para sacar a los niños de las calles. “En estos barrios, ofrecer un camino para estos niños, a través de la escuela o el deporte, es una afrenta a los capos mafiosos”, dice Fava.
Pero la vida, como el rugby, es un juego de resistencia, y cualquier cosa puede cambiar el resultado de un partido, hasta el último minuto. Gracias al apoyo internacional y a las donaciones, el Briganti logró inaugurar su nuevo campo de rugby oficialmente en febrero. “Nos hemos levantado de las cenizas del fuego que esta gente encendió”, dice Mancuso. “Y si vuelven a molestarnos, estaremos aquí”, agrega Mertoli. “Y como en un partido de rugby, no cederemos un solo centímetro. Continuaremos defendiéndonos porque este es nuestro hogar”.
Traducción de Ignacio Rial-Schies