Un suave olor a azufre, un agudo silbido del gas y una foto panorámica del Gran Valle del Rift salpicado por varias decenas de columnas de vapor marcan la vanguardia del crecimiento de la energía renovable en Kenia. El parque nacional Puerta del Infierno, en Nairobi, da paso a las plantas geotérmicas que cada vez proveen con más energía a una de las economías en mayor crecimiento del este africano.
Las jirafas pasean entre las tuberías gigantes que serpentean en el paisaje, a modo de metáfora entre lo viejo y lo nuevo: un ya anticuado modelo de desarrollo basado en los safaris para turistas extranjeros frente al esfuerzo actual de dejar atrás el crecimiento a base de combustibles fósiles.
Kenia lidera la expansión en la accesibilidad a la electricidad. Desde 2010, la proporción de su población de 44 millones de habitantes con energía eléctrica pasó de uno cada cinco a tres cada cinco. Y esto ha sido principalmente gracias al vapor que emerge de las profundidades subterráneas.
El nombre Puerta del Infierno proviene de los manantiales termales de azufre que hay en esta parte del Gran Valle del Rift, una falla geológica de 5.600 que poco a poco va abriéndose el continente africano permitiendo que el calor subterráneo emerja a la superficie.
Esta energía se aprovecha perforando hasta a 5.000 metros de profundidad e inyectando agua que regresa a la superficie en forma de vapor, impulsando turbinas. Mientras el agua sea reciclada con cuidado, la energía es renovable. Hay emisiones de metano y otros gases invernadero en el proceso, pero el impacto en el clima por cada kilovatio hora es de entre un quinto y un noveno del que produce la quema de combustibles fósiles.
Tras un lento inicio, Kenia se ha volcado en esta tecnología y presume de la planta Olkaria IV, que tras una expansión reciente se ha convertido en la instalación geotérmica más grande del mundo con una capacidad de 280 megavatios. El país se ha convertido en el noveno con mayor producción de energía geotérmica y seguirá subiendo cuando en julio se inaugure la nueva planta Olkaria V, de 165 megavatios.
“A finales del próximo año seremos uno de los mayores productores de energía geotérmica del mundo”, anticipa Cyrus Karingithi, subdirector de Kenya Electricity Generating Company, KenGen. “Estamos transformando la vida de la gente, como si pasaran de ser orugas a mariposas”, cuenta.
Desde 1999, la capacidad de producción de energía geotérmica ha aumentado en un 117% gracias a la inversión de 898 millones de euros del Gobierno keniata, con apoyo de organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones y el Fondo Global para el Medio Ambiente. Los 302 manantiales geotérmicos del país ahora proveen 400 megavatios de energía, suficientes para abastecer a dos ciudades del tamaño de Nairobi, según la empresa.
Hasta ahora, la energía hidráulica ha sido la fuente principal de electricidad, pero esto ya está cambiando. En los próximos cinco años, el gobierno planea duplicar la capacidad, abriendo tantos manantiales geotérmicos como sean necesarios para cubrir el 49% de la red eléctrica. Este suministro es más barato y estable que los embalses, que se ven muy afectados por las sequías.
“Kenia está reduciendo su dependencia de la energía hidráulica por el cambio climático. Actualmente, cuando los embalses se secan, el gobierno tiene que paliar el desabastecimiento energético importando gasóleo. Eso es costoso y por eso quieren tener más energía geotérmica”, explica Geordie Colville, coordinador del Fondo Global para el Medio Ambiente de Naciones Unidas.
Otros países africanos seguirán los pasos a Kenia. El año pasado, Etiopía contrató a una empresa islandesa para evaluar posibles ubicaciones para una planta geotérmica en su tramo del Valle del Rift. Tanzania, Uganda y Ruanda estarían desarrollando planes similares.
El lado negativo: la destrucción del hábitat
Pero la energía geotérmica tiene un gran costo para el ecosistema local. Expertos en medio ambiente afirman que el complejo Olkaria afecta a casi la mitad del parque nacional Puerta del Infierno, que es un importante refugio de cebras, jirafas y antílopes. KenGen dice que ese dato es exagerado e insiste en que ha intentado minimizar el impacto, por ejemplo, colocando las tuberías sobre pilotes para que los animales puedan pasar por debajo. Aún así, muchos pájaros han muerto al chocar contra los cables eléctricos o han tenido que abandonar sus sitios de reproducción.
El futuro podría ser aún peor. La empresa quiere instalar molinos de hierro y acero y crear un complejo industrial al borde de la zona protegida. Esto sería altamente contaminante por la degradación de la calidad del aire y el agua, el tráfico y el aumento de población que implica.
Un mal menos para quienes defienden la energía geotérmica. En los próximos cinco años la producción de carbón y gas sufrirá un importante aumento por los planes del Gobierno, que pretende abastecer a una población que se espera que casi se duplique en el año 2050.
Algunas de las primeras inversiones en energía geotérmica en África fueron aprobadas por Inger Andersen, que acaba de dejar el Banco Mundial para ponerse al frente de la agencia medioambiental de la ONU. Desde hace dos décadas, Andersen ha organizado expediciones a Islandia para aprender de sus plantas geotérmicas. Ahora, sin embargo, las visitas se hacen a Kenia, que este año superará a Islandia en capacidad de producción.
El objetivo actual se centra en que las economías regionales se salten la fase sucia de desarrollo a base de combustibles fósiles y pasen directamente a un crecimiento limpio, plantea Andersen. “Creo absolutamente en saltar de nivel cuando observo los recursos renovables que están disponibles en África”, explica a The Guardian. “Kenia está ubicada sobre enormes recursos geotérmicos y ha sido bendecida con una increíble luz solar”, añade.
También ha habido avances en energía solar y eólica. Según la ONU, el 10% de las 600 millones de personas que viven sin energía eléctrica en África ya está teniendo acceso a algún tipo de energía renovable. En septiembre Kenia inauguró el mayor parque eólico de África subsahariana: una planta de 310 megavatios cerca de las costas del Lago Turkana. Y para 2024 se quiere terminar la instalación de 50 megavatios de energía solar.
La energía geotérmica lleva la delantera. Tras 31 años en esta industria, Karingithi se alegra de que las condiciones de inversión por fin son las ideales. “Es mucho más fácil ahora conseguir financiación porque los inversores internacionales están más interesados en energías renovables y el Gobierno promueve este sector”, ha explicado Karingithi, e insiste en que el objetivo de abastecer a la mitad del país con energía geotérmica es realizable. “Si te pones un objetivo, el universo conspira a tu favor”, sentencia.