El chapucero acuerdo del Brexit que Theresa May presentó al Parlamento la semana pasada representa un fracaso monumental y un grave perjuicio para Reino Unido. En vez del arreglo razonable que la primera ministra podía haber negociado, estamos frente a un acuerdo que incluye lo peor de los dos mundos. No le sirve ni a los que votaron por el Brexit ni a los que eligieron quedarse en la Unión Europea.
En lugar de retomar el poder de decisión, renuncia a él. En vez de proteger los empleos y las condiciones de vida, los pone en peligro al no sentar las bases para que se genere una relación comercial sin conflictos. Los conservadores llevan dos años y medio negociando con ellos mismos en lugar de con la Unión Europea. El resultado ha sido un acuerdo de retirada de la Unión Europea que deja al país sin capacidad de movimiento.
Las opciones que se presentan al Reino Unido son extender la fase de transición a un coste indeterminado o aceptar un desequilibrado acuerdo con una “salvaguarda” [la disposición para garantizar que no haya aduanas entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda] que impediría una salida independiente de la Unión Europea. Como se explica detalladamente en el asesoramiento legal que la primera ministra trató de que no viéramos la semana pasada, esa salvaguarda “perduraría indefinidamente” mientras la Unión Europea así lo desee.
En la práctica, lo que todo esto implica es que la lista de deseos del “futuro acuerdo de asociación” con la UE no pase de ser eso: una lista de deseos, sin margen para negociar un acuerdo comercial eficaz y sostenible. Gran Bretaña no podría decidir en sus propios acuerdos aduaneros ni en las regulaciones clave del mercado. Se permitiría retroceder en los derechos de los trabajadores, pero no podrían tocarse las restricciones que limitan las ayudas estatales a la industria.
Según May, solo se trata de una póliza de seguro, pero ya está más que claro que la disposición de la “salvaguarda” es una parte central de su acuerdo. Deja sin voz ni voto a Gran Bretaña en un humillante lugar de paso del que no podrá salirse sin el permiso de la UE. No conozco ningún precedente de un gobierno británico que firmase un tratado internacional del que fuera imposible retirarse sin el acuerdo de otros países. Es absolutamente inaceptable.
El único motivo por el que el Gobierno ha llegado a un acuerdo tan retorcido es el enfrentamiento entre las diferentes facciones del Partido Conservador. Pero ha fracasado. Al final, lo que ha conseguido es unir a los conservadores que querían irse de la UE con los que querían quedarse, a los miembros del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte con todos los que le hacen la oposición.
Este espantoso acuerdo debe ser derrotado en la votación del Parlamento. En el Partido Laborista estamos trabajando con diputados y partidos de toda la Cámara de los Comunes para garantizar su rechazo tanto como para evitar cualquier posibilidad de un Brexit sin acuerdo.
La primera ministra anda diciendo que no hay alternativa viable y que una derrota de su acuerdo significará que no hay Brexit o que no hay Brexit con acuerdo. Es mentira. El Partido Laborista tiene un plan alternativo que desbloquea las negociaciones para nuestra futura relación con la UE y nos distancia de la tan dañina “salvaguarda”.
Una nueva y amplia unión aduanera con la UE donde Reino Unido tenga voz y voto en los nuevos acuerdos comerciales reforzaría nuestro sector manufacturero y nos daría una base sólida para un renacer industrial bajo el próximo gobierno laborista, especialmente en las comunidades más rezagadas. Eliminaría la amenaza de tener varias legislaciones para diferentes partes de Reino Unido. Y solucionaría la mayor parte de los problemas para los que se pensó el mecanismo de la “salvaguarda”.
En segundo lugar, en vez del pésimo acuerdo de la primera ministra, tendría mucho más sentido firmar una nueva y firme relación con el mercado único europeo que genere una relación comercial sin conflictos y nos otorgue la libertad de reconstruir nuestra economía ampliando los servicios públicos y estableciendo políticas de migración que satisfagan las necesidades de mano de obra, en vez de alimentar la xenofobia con objetivos o umbrales de inmigración mentirosos.
Por último, queremos garantías de que los actuales derechos laborales de la UE, sus normas medioambientales y su protección para los consumidores serán un punto de referencia desde el que solo se podrá avanzar, y no dar marcha atrás para hacer competencia desleal a otros países a costa de nuestros ciudadanos. Lo que la gente quiere de verdad son estos derechos y salvaguardas, ya sean las que los protegen de los pollos lavados con lejía o las que fijan el número de festivos remunerados. Pero el Gobierno está decidido a negociar esas protecciones y mecanismos de defensa en una carrera a la baja.
Las prioridades del Partido Laborista son muy diferentes. Nuestro plan alternativo garantiza que la frontera siga abierta en Irlanda; otorga seguridad a los inversores y da al sector industrial un empujón para que se renueve; refuerza los poderes para reconstruir la economía y los servicios públicos; asegura que los trabajadores, los consumidores y el medio ambiente tengan una defensa del mejor nivel. Estamos absolutamente comprometidos con la cooperación internacional y con la solidaridad contra el racismo en toda Europa, también en los países que no forman parte de la Unión; y decididos a asegurar que los estudiantes sigan teniendo la oportunidad de estudiar en otros países.
A diferencia de la opción 'Noruega plus' que ahora se sondea entre los parlamentarios, nuestro plan no deja a Reino Unido como un acatador de normas global que implementa, sin voz ni voto, los reglamentos europeos. El nuestro es un plan susceptible de negociación con la Unión Europea, incluso en esta fase avanzada, en la que ya han sido colocados la mayoría de los ladrillos. La UE ha demostrado su disposición a renegociar acuerdos aún más complejos, como el Tratado de Lisboa. El nuestro es un plan que, en mi opinión, puede sumar una mayoría parlamentaria y unir al país.
Lo que está en juego no podría ser más importante. Si los parlamentarios no aprueban el acuerdo de la primera ministra, el Gobierno habrá perdido la mayoría en el tema más importante para el país y su capacidad para gobernar. En esas circunstancias, lo mejor que se podría hacer es permitir que el país decida el camino a seguir y el equipo para hacerlo. Es decir, elecciones generales.
En otras épocas, una derrota de tal magnitud como la que ahora enfrenta May habría significado elecciones automáticamente. Pero si bajo las condiciones actuales una elección no es posible, hay que poner todas las opciones sobre la mesa. Entre ellas, la alternativa de acuerdo del Partido Laborista y la opción de hacer campaña por una votación pública que nos haga salir del punto muerto, tal y como decidió el congreso laborista de septiembre.
Hace dos años, la gente que votó por quedarse en la UE quería una sociedad multicultural y una relación internacional y abierta con Europa. Muchos de los que votaron por salir lo hicieron por la rabia que les provocaba sentir que la clase política no los tenía en cuenta, con trabajos inestables y mal pagados y una infraestructura en decadencia. Nuestra misión es implementar un plan que sirva a todo el país y una a la gente.
Viendo lo que el Parlamento decidió la semana pasada, el apoyo para un plan alternativo que logre unir al país parece ahora más fácil de conseguir. El acuerdo del Brexit propuesto por el Gobierno no debe continuar. El parlamento ha demostrado que está listo para tomar el control y el Partido Laborista tiene la capacidad de liderar que necesita el país.
Traducido por Francisco de Zárate