Cuando la cadena de ropa Zara cerró sus tiendas en Rusia por la invasión de Ucrania, Alexander Gorbunov, un inversor inmobiliario de la ciudad siberiana de Krasnoyarsk, encontró una solución simple: importar él mismo la mercancía de la empresa española.
“La idea de empezar a vender ropa de Zara se le ocurrió a mi esposa, que me dijo que realmente quería que volviera la ropa”, dice Gorbunov, que dice que acaba de abrir una tienda llamada Panika (pánico) y que vende exclusivamente productos de Zara y Zara Home.
Gorbunov cuenta que rápidamente encontró un vendedor en Kazajistán que vendía ropa de Zara, y entonces importó un lote de prendas por valor de entre 1,5 y dos millones de rublos (alrededor de 32.000 euros). Dice que el sobreprecio era de apenas 200-300 rublos (alrededor de cuatro euros).
“Es una importación oficial paralela”, dice, mientras Rusia empieza a permitir a prácticamente cualquier persona vender productos comprados en el extranjero. “No compramos todo… Tenemos un diseñador que elige lo que comprar de las últimas colecciones; no queremos solo llenar nuestras tiendas de productos de Zara”.
Las marcas occidentales se han retirado de Rusia en protesta por la guerra y para evitar una posible respuesta negativa por obtener beneficios en Rusia. Pero la salida de las empresas occidentales también tiene una importancia política enorme, porque les recuerda a los rusos comunes su estado de aislamiento de una manera más visceral que las sanciones a políticos del Kremlin o a las reservas del banco central.
Importaciones paralelas
Rusia ha publicado una larga lista de bienes de fabricantes de coches extranjeros, compañías tecnológicas y marcas que caen bajo la llamada importación paralela, que permite a compañías rusas comprar bienes de cualquier compañía fuera de Rusia sin aprobación de los dueños de la marca, abriendo las compuertas a mercados dudosos y otros sistemas para mantener las estanterías llenas.
La intención original detrás de muchos de los productos vendidos por las marcas occidentales que llegan ahora a Rusia era exportarlos a países que son parte de la Unión Económica Euroasiática, con la que Moscú comparte una unión aduanera: Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán. Pero los productos luego son enviados a Rusia y vendidos en el mercado, de modo que las marcas occidentales pierden todo el control sobre su distribución y venta.
En referencia a esta política, Vladímir Putin dijo a finales de mayo que permitiría a los rusos seguir importando bienes de “clase de lyuksus”, un término compuesto por la palabra rusa para lujo y la marca de automóviles Lexus.
“Solo serán un poco más caros”, dijo.
La tienda re:Store, que se presenta como el mayor revendedor de productos Apple en Rusia, estuvo en aprietos cuando Apple anunció su salida oficialmente a principios de marzo, interrumpiendo el abastecimiento de ordenadores y teléfonos iPhone.
Pero su tienda en la calle Tverskaya de Moscú está ahora repleta de teléfonos iPhone 13 Pro y Pro Max de color verde alpino, un color que Apple lanzó después de haberse retirado de Rusia por la invasión de Ucrania. Los empleados de la tienda en Moscú dicen que esperan que haya un atraso en el abastecimiento del iPhone 14, que se espera Apple lance en septiembre. “Va a llevar más o menos un mes, así que en octubre”, dice un vendedor. “Pero lo tendremos”.
Si bien la compañía no contestó preguntas acerca de cómo importan los nuevos productos de Apple, la respuesta es clara: importaciones paralelas. “En el sitio se pueden descargar instrucciones para el teléfono en ruso”, dice la tienda, indicando que sus teléfonos no están destinados al mercado ruso. Y en una declaración extremadamente vaga del mes pasado, la compañía anunció que estaba “cambiando”, subrayando que seguiría vendiendo “productos originales hechos bajo el control del fabricante”. “Seguimos con nuestro trabajo para crear un lugar donde todo el mundo es bienvenido”, dijo.
Una sensación de normalidad
Grigory Yudin, un sociólogo, dice que el Kremlin desea mantener “una sensación de normalidad en la vida cotidiana” para estimular la evasión de la realidad a la que se han aferrado muchos ciudadanos rusos desde el inicio de la guerra.
“Esta sensación de normalidad también implica que los rusos todavía tengan acceso a todos los productos a los que se han acostumbrado”, dice. “Las importaciones paralelas, entonces, tienen un papel importante para asegurarse de que la vida no se vea alterada por la guerra. Putin no quiere que los rusos cambien sus hábitos a causa de la guerra, quiere que sigan viviendo como antes. Los productos de consumo occidentales que pueden parecer insignificantes tienen mucho valor para el ruso promedio”.
Vladislav Surkov, colaborador de Putin, se jactó de que las sanciones no lo afectaban porque todavía podía acceder a los trabajos del rapero Tupac Shakur y el escritor Allen Ginsberg. Los rusos muy ricos ahora podrían decir lo mismo acerca de sus Mercedes y sus BWMs, que están disponibles para quienes estén dispuestos a pagar el precio.
Una creciente demanda de coches
Ararat Mardoyan, dueño de la empresa moscovita de venta de coches Auto Dealer University, dice que ha importado varias docenas de coches de lujo desde que empezó la guerra. Los encarga en Dubai, India, China y Sudamérica y luego le llegan a través de países como Armenia o desde el puerto de Bandar Anzali, en Irán. Es mejor evitar países que él llama “hostiles” como los bálticos o Georgia.
“La demanda de coches occidentales existe. Es grande”, dice. Y los revendedores ahora son la única opción. “No lo llamaría importación paralela; la importación de verdad está totalmente detenida así que esta es la única que hay”.
Los clientes también organizan directamente la importación de coches como Mercedes, BMW y Range Rovers. “La demanda de coches de lujo es especialmente alta. Coches que cuestan más de 100.000 dólares”, dice. “Vendemos los coches alrededor de un 20% más caros que antes”.
Un nuevo mercado
Esta nueva política está transformando el mercado ruso, presentando riesgos para las compañías que no se retiraron del país. Nikita, que antes trabajaba para un vendedor mayorista en Internet, ha empezado a importar productos cosméticos coreanos, como máscaras faciales y cremas, que aún se venden en tiendas importantes.
“Si no fuera por la situación con las importaciones paralelas, nuestra venta de producto no sería completamente legal”, dice acerca de su inventario, que incluye la marca Dr. Jart+. “Pero vemos una gran oportunidad, porque estas compañías tienen un sobreprecio increíble”.
Ha organizado importaciones a través de Kirguistán, que permite que los productos ingresen por la unión aduanera controlada por Rusia, antes de ser enviados en camiones de Bishkek a Moscú, un viaje que dura seis días.
Nikita dice las plataformas de comercio online rusas como Ozon y Wildberries también han creado cadenas de abastecimiento en una escala mucho mayor y están aliviando las restricciones sobre vendedores para tratar de satisfacer la demanda de bienes occidentales en Rusia.
También hay un nuevo mercado en plataformas de mensajería como Telegram, donde los vendedores ofrecen importar productos de lujo y electrónicos, e incluso ocuparse de transacciones financieras complicadas, por ejemplo el envío de dinero entre Rusia y Estados Unidos, por una comisión del 5%.
Nurbek, de Kirguistán, dice que ha conseguido cientos productos de Apple para Rusia y que muchos de ellos se venden en Telegram.
“Hasta ahora, he comprado alrededor de 300 iPhones y 100 MacBooks”, dice. “Tengo amigos que lo hacen en Kasajistán, Uzbekistán y otros países de la ex Unión Soviética. Yo me quedo con un 5% de la venta, así que estoy ganando muy buen dinero. Es mejor que trabajar en la construcción o conduciendo un taxi”.
Traducción de Patricio Orellana