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El enésimo plan fallido para derrocar a Maduro: el mercenario que rompió con Guaidó y buscó la recompensa de EEUU

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, muestra los pasaportes de dos ciudadanos estadounidenses, acusados por el gobierno venezolano de participar en un supuesto intento de incursión durante una rueda de prensa sobre un presunto golpe de estado.

Julian Borger / Joe Parkin Daniels / Chris McGreal

Washington / Bogotá —

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Pocas veces el dinero fácil se ofrece a cambio de una operación tan complicada. Cualquiera habría desconfiado. No era tan simple como parecía. Les pedían invadir un país del que lo desconocía casi todo. Secuestrar a su presidente para llevarlo a Estados Unidos. Cobrar la recompensa de 15 millones de dólares que ofrece el gobierno de Estados Unidos y luego esperar que la suma aumentara en función de la generosidad de quienes asumieran el poder.

No obstante, el plan para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro y llevárselo a Florida para que enfrentara allí un juicio por narcotráfico parecía solvente para un antiguo sargento del ejército estadounidense, Jordan Goudreau. Al menos mientras lo diseñaba en un lujoso apartamento en Miami a finales de 2019. El antiguo boina verde de 43 años, que también tiene nacionalidad canadiense, estaba seguro de que su experiencia en Irak y Afganistán le había preparado para una misión como esa.

A sus interlocutores de la oposición venezolana también debía sonarles sensato, incluso tras el fracaso del último de los intentos previos de golpe de Estado ese mismo 2019. Por eso los representantes de Juan Guaidó, a quien Estados Unidos y la mayor parte de sus aliados reconocen como presidente legítimo de Venezuela, firmaron un contrato con Goudreau con ese objeto: Derrocar a Maduro.

Pero en entrevistas concedidas a The Guardian, uno de los líderes más importantes de la oposición ha explicado que comenzaron a dudar de Goudreau y llegaron a cortar relación con él meses antes de que lanzara una incursión que terminó en desastre y cuyo eco recuerda al fracaso de la invasión de Cuba a través de la Bahía de Cochinos en 1961. La debilidad de su plan fue puesta de manifiesto cuando dos antiguos miembros de las fuerzas especiales de Estados Unidos acabaron expuestos ante el público en harapos. Airan Berry y Luke Denman fueron detenidos en el mar, antes de poner pie en Venezuela.

Se cree que en la operación murieron ocho personas y más de 100 acabaron detenidas. Berry y Denman aparecieron en la televisión pública venezolana dando algunos detalles sobre el plan para tomar la casa presidencial y enviar a maduro a Estados Unidos.

Goudreau había anunciado una “audaz incursión anfibia”. Su nombre en código, de inspiración bíblica: Operación Gideon, símbolo de la victoria del débil frente a un rival de mayor envergadura. “Hemos activado unidades en el sur, el oeste y el este de Venezuela”, dijo vestido con una camisa verde y junto a quien fuera capitán de la Guardia Nacional de Venezuela, Javier Nieto Quintero.  

Pero en el momento de hacer público tan importante anuncio, el operativo ya había fracasado. La agencia Associated Press había publicado una larga investigación dos días antes exponiendo el plan. Si AP lo sabía, es probable que el Gobierno venezolano estuviera al corriente.

Goudreau formó parte del Ejército de Canadá en la década de los 90 y estudió en la Universidad de Calgary antes de unirse a los boinas verdes estadounidenses. Fue sargento médico durante 15 años y estuvo destacado en Irak y Afganistán varias veces. En 2018, después de abandonar el Ejército, Goudreau creó una empresa de seguridad, Silvercorp USA.  Su plan era ofrecer guardias a las escuelas de Estados Unidos para protegerlas de los ataques armados que sufren.

En su página web, Silvercorp se ufana de que Goudreau lideró “equipos de seguridad multinacionales para el Presidente de Estados Unidos”. Ha provisto de seguridad privada en mítines políticos de Donald Trump.

Juan José Rendón, un viejo conocido en Latinoamérica

A principios de 2019, Goudreau prestó sus servicios en un concierto en apoyo a los refugiados venezolanos en la frontera colombiana organizado por Richard Branson, el multimillonario dueño del imperio Virgin. Allí conoció a Cliver Alcalá, un exgeneral venezolano que desertó para sumarse a las filas de la oposición. El dúo comenzó a hablar de la posibilidad de derrocar a Maduro.

En septiembre, el complot avanzaba. Se reunió en Miami con Juan José Rendón, un exiliado venezolano al que Guaidó ha encargado el diseño de estrategias para tomar el poder.

Juan José Rendón es un viejo conocido de la política latinoamericana. Dimitió como asesor del entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos debido a las acusaciones de que había recibido dinero de narcotraficantes. También lo acusaron de manipular las elecciones de 2012 en México. Él niega categóricamente ambas informaciones.

Guaidó creó un grupo asesor al que encargó el diseño de planes para terminar con el régimen de Maduro. La función de Rendón era asesorar a ese grupo sobre el mejor modo de poner esos planes en marcha. 

El asesor cuenta que habían explorado todas las posibilidades –legales– de derrocar al presidente. Incluso las leyes referentes a la piratería. Entrevistaron a expertos en seguridad, la mayor parte exmilitares que ofrecen sus servicios especializados a cambio de cifras multimillonarias. “No había límites, 1000 millones, 1500 millones de dólares”, señala Rendón a The Guardian.

La empresa de Goudreau era mucho más barata. Un fijo de millón y medio de dólares y algo más de 200 millones a pagar a partir de los beneficios futuros de la explotación del petróleo venezolano. Rendón afirma que [Goudreau] “estaba preparando algo en Venezuela que pasaría por la frontera colombiana”. Goudreau dijo que tenía 800 hombres listos para la invasión.

Tras una serie de encuentros, en octubre llegaron a un acuerdo que consistía en “una operación para capturar, detener, derrocar a Nicolás Maduro… derrocar el régimen en vigor e instalar al presidente reconocido de Venezuela, Juan Guaidó”, señala Rendón.

Goudreau ha publicado varias de las páginas del acuerdo, una de ellas firmada aparentemente por Guaidó. Quien iba a convertirse en presidente del país dice que la firma no es suya y ha negado vínculo alguno con el plan.

Rendón se tomó la relación con Goudreau tan en serio como para pagarle 50.000 dólares de su propio dinero para cubrir gastos. “Se quejó de que yo era rico y él estaba gastando dinero sin serlo”, cuenta.

El acuerdo entre ambos recogía que Silvercorp tenía 45 días para entrenar y equipar una fuerza de invasión antes de que varios equipos se infiltraran en Venezuela para tomar posiciones y edificios desde los que alentar a la población a un levantamiento.

Goudreau empieza a perder credibilidad

Pero Rendón no tardó mucho en comenzar a dudar de la disponibilidad de los recursos y la experiencia de los que Goudreau se jactaba y comenzó a preocuparse por un comportamiento errático que incluía peticiones de dinero constantes.

Rendón ha mostrado a The Guardian mensajes de texto que, afirma, son de Goudreau y en los que muestra su enfado y pide un avance de millón y medio de dólares. “Recibiré el millón y medio por la vía legal. Qué vergüenza”, dice uno de los mensajes. “Te lo pusimos en bandeja de plata y lo jodiste todo”, dice otro.

“Después de esto, tu credibilidad en Washington equivale a cero”, se lee en otro. “Eres multimillonario, debería darte vergüenza no arreglar tu país. No te mereces vivir en Estados Unidos”. Ni Goudreau ni su abogado han contestado a The Guardian.

Mientras preparaba la incursión que acabaría abortada, Goudreau declaró a Factores de Poder, un canal de Youtube que emite desde Miami: “Siguieron prometiéndome que pagarían semana tras semana. Eso duró un mes hasta que más o menos nos dimos cuenta de que no iba a pasar nada”.

Rendón sostiene que había perdido la confianza en Goudreau por su “carácter y su comportamiento”, así como por “falta de respeto”. Asegura que Guaidó había comenzado a sospechar que Goudreau hablaba demasiado.  “En Colombia se reunía antes que con nosotros con gente relacionada con ciertos grupos que no aprobamos porque están relacionados con el régimen”, añade el asesor.

La disputa sobre la cantidad fija de millón y medio de dólares llegó a su momento crítico en noviembre, durante una reunión en el apartamento de Rendón en Miami en la que Goudreau, Nieto y otros exiliados se enfrentaron con el asesor político. “La conversación se calentó más y más y al final Nieto tuvo que proponer que saliéramos al balcón para relajarnos”, recuerda Rendón. Goudreau se fue sin su dinero. Rendón dijo que no supo más de él hasta abril, cuando recibió una carta de un abogado que le reclamaba el pago del millón y medio de dólares.

Rendón no había sido el primero en desmarcarse del acuerdo con Goudreau. Drew White, que sirvió en el Ejército con Goudreau, Denman y Berry y había ayudado a crear Silvercorp se separó de él en 2019, al empezar a prepararse el plan para secuestrar a Maduro. Le parecía que iba más allá de lo que debía. “Por mucho que quieras apoyarle como amigo, no tenía los pies sobre el suelo”, dijo White a Associated press. “Nada de lo que decía tenía sentido”.

Ephraim Mattos, que fue miembro de la Marina de Estados Unidos y formó en medicina táctica a algunos de los hombres que participaron en la invasión declaró a The Wall Street Journal que había tratado de detener la operación, pero Goudreau decidió seguir adelante.

Los preparativos sobre el terreno comenzaron a caer en marzo. La policía colombiana detuvo entonces a Jorge Alberto Molinares conduciendo un Renault Duster lleno de fusiles de asalto, chalecos antibalas y cascos rumbo a una casa en Riohacha, una localidad costera a menos de 100 kilómetros de la frontera venezolana.

Las autoridades vigilaban la casa desde que el propietario se había quejado de que los conspiradores no pagaban el alquiler. Molinares dijo a los investigadores que llevaba el cargamento a un hombre apodado “Pantera” que las autoridades venezolanas identificaron como Robert Levin Colina Ibarra, fallecido durante el fracaso de la invasión.

Los planes de Goudreau se complicaron aún más cuando Alcalá, el exgeneral venezolano con cuyo apoyo creía contar, fue acusado de los mismos delitos de narcotráfico lanzados contra Maduro. Antes de entregarse, Alcalá dijo a The Guardian que hizo lo que hizo con conocimiento de “contratistas estadounidenses y el Gobierno colombiano”, pero no dio más detalles.

En Marzo, al anunciar las acusaciones, las autoridades estadounidenses ofrecieron una recompensa de 15 millones de dólares por pistas que permitieran la captura de Maduro y aportaran pruebas a la investigación abierta por narcotráfico.

Una vez que Goudreau tuvo claro que no iba a recibir dinero de Rendón, ganó fuerza la supuesta recompensa que podría recibir de su propio Gobierno. El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, arqueó las cejas esta semana al tiempo que negaba implicación “directa” en el complot.

Berry, uno de los mercenarios estadounidenses capturados, dijo en la televisión venezolana que el plan consistía en llevarse al presidente de la casa presidencial, un edificio del siglo XIX situado en pleno centro de Caracas. Pero no dio detalles sobre la logística del operativo más allá de que iban a tomar un aeropuerto militar cercano y aviones para llevarse a Maduro.

Una vez los pretendidos liberadores de Venezuela fueron conducidos a la costa el pasado domingo, tras su detención, Maduro afirmó que tenía agentes infiltrados en la operación hace tiempo y que estaban listos para desmontarla. “Lo sabemos todo”, dijo. “Qué comen, qué no comen, lo que bebieron. Quién pagó”. 

Guaidó dijo que si el presidente venezolano había dejado que la operación avanzara pese a toda esa información, tenía las manos manchadas de sangre. “Nicolás Maduro eres responsable. Sabían de la operación, se infiltraron y esperaron para masacrarlos”, afirmó.

Goudreau ha sido más gráfico al referirse a la 'Operación Gideon' una vez que todo se hundía a su alrededor: “He perdido mucho dinero. Mucho. Fuimos muchos los que nos unimos para preparar esto. He luchado toda mi vida por la libertad. Es todo lo que sé”.

 Traducido por Alberto Arce

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