Mercenarios rusos en África han sido vinculados a masacres en las que han muerto varios centenares de civiles, lo que ha suscitado nuevos temores respecto al impacto de las cada vez más intensas intervenciones de Moscú en la estabilidad y la seguridad de los países de todo el continente.
Hasta ahora, los funcionarios occidentales habían evitado nombrar a los autores de las matanzas pero testigos, líderes de las comunidades locales, diplomáticos y analistas locales han atribuido muchas de las muertes a los combatientes desplegados por el Grupo Wagner, una red de empresas privadas dirigida por un estrecho aliado de Vladímir Putin.
Los incidentes se produjeron en Mali, el estratégico país de África occidental al que el Grupo Wagner entró el año pasado tras llegar a un acuerdo con su nuevo Gobierno militar.
Documentos internos del Ejército maliense, a los que ha tenido acceso The Guardian, revelan la presencia de miembros del Grupo Wagner —denominados “instructores rusos”— en “misiones mixtas” junto a soldados y gendarmes malienses y en las que muchos civiles fueron asesinados.
Según los datos recopilados por la ONG Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED), hasta 456 civiles murieron en nueve incidentes en los que participaron las fuerzas malienses y el Grupo Wagner. Las operaciones tuvieron lugar entre enero y mediados de abril de este año.
El incidente más grave, con diferencia, se produjo en marzo cuando el Grupo Wagner estuvo presuntamente implicado en una masacre en Moura, una aldea controlada por extremistas islámicos, en la que murieron entre 350 y 380 hombres a lo largo de cuatro días de enfrentamientos.
La semana pasada salieron a la luz nuevas denuncias por dos tiroteos en aldeas cercanas a la ciudad de Hombori, en la región central de Mopti, tras la muerte de uno o posiblemente dos mercenarios del Grupo Wagner que acompañaban a las tropas malienses en operaciones contra militantes islamistas.
Trabajadores humanitarios, expertos y defensores de los derechos humanos dicen que uno de los ataques se produjo después de que una patrulla militar sufriera una emboscada en las afueras de un pueblo hacia las 9:30 horas del 19 de abril. Según un documento interno del ejército maliense, un “instructor ruso” resultó herido por una mina improvisada y murió tras ser trasladado por aire a la ciudad de Sevare. Un funcionario médico de Sevare describió al hombre como un ruso de unos 30 años. Tras la emboscada, los soldados malienses dispararon contra un mercado abarrotado de gente.
Violaciones de derechos humanos
Los gobernantes militares de Mali, que tomaron el poder en un golpe de estado en mayo del año pasado, han dicho que los rusos en el país son instructores y no están desplegados en funciones de combate. Las Fuerzas Armadas Malienses —nombradas a veces por la abreviatura FAMA— niegan que un ruso haya muerto el 19 de abril y dicen que la víctima fue uno de sus propios soldados. También niegan haber matado a civiles y dicen que 18 terroristas fueron “neutralizados” durante “vigorosas” operaciones de seguridad.
Otro documento interno describe un enfrentamiento acontecido el 23 de abril entre militantes y “una patrulla conjunta integrada por las FAMA e instructores rusos”, que tuvo lugar entre las aldeas de Mondoro y Boni. Las “pérdidas provisionales” ascendieron a “dos muertos —uno de las FAMA y uno ruso— y 10 heridos —seis de las FAMA y cuatro rusos—”, dice la nota, emitida unas horas después del incidente. Los detalles de las “pérdidas enemigas” no estaban “disponibles por el momento”. Se cree que también murieron otras 12 personas, que puede que hayan sido extremistas.
Wagner está activo en una decena de países africanos y ha sido acusado en repetidas ocasiones de abusos contra los derechos humanos en el continente. En un informe publicado el martes, Human Rights Watch denuncia que las fuerzas en la República Centroafricana identificadas como rusas parecen haber estado matando y torturando a civiles desde 2019, en similitud con los hallazgos presentados por un grupo de expertos de la ONU el año pasado. El Grupo Wagner también ha participado en la invasión de Ucrania y ha sido vinculado a atrocidades en ese país.
Funcionarios británicos han expresado su preocupación ante el “deterioro significativo de la situación de los derechos humanos” en Mali en los últimos meses que, señalan, ha coincidido con la llegada de entre 600 y 1.000 combatientes Wagner. “Así como la presencia de mercenarios rusos impulsó un incremento de las violaciones y abusos a los derechos humanos en la República Centroafricana en 2021, lo mismo se está viendo ahora en Mali”, dice un diplomático británico.
Los expertos creen que el nuevo Gobierno del país contrató al Grupo Wagner por una tarifa estimada de 10 millones de dólares mensuales, pagados tanto en dinero como en derechos para la extracción de minerales.
El grupo instaló en diciembre un cuartel general cerca del aeropuerto internacional de la capital, según revelaron las fotografías por satélite compartidas por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y los registros de vuelos, antes de trasladarse a bases de operaciones avanzadas en una franja de territorio en el centro de Mali en enero y febrero.
Líderes comunitarios, diplomáticos y funcionarios han declarado a The Guardian que los combatientes del Grupo Wagner han sido vistos en patrullas conjuntas junto a las FAMA a lo largo de la conflictiva frontera con Burkina Faso y Níger, en la frontera occidental con Mauritania, y también en ciudades del norte de Mali, incluida Tombuctú.
Los pilotos del Grupo Wagner vuelan helicópteros del Ejército maliense. Asimismo, el grupo ha proporcionado combatientes para dirigir a las fuerzas malienses en operaciones de mayor envergadura, en especial una gran ofensiva contra los insurgentes islamistas iniciada a finales de febrero.
Atados, vendados y fusilados
A principios de marzo, más de 30 cadáveres calcinados fueron hallados en la ciudad de Niono, en el centro de Mali, tras las operaciones de las fuerzas malienses apoyadas por Wagner. Los testigos locales acusan a los combatientes malienses y rusos de haber asesinado a los civiles. Según Human Rights Watch, muchas de las víctimas habían sido atadas y vendadas, y después fusiladas. Las autoridades malienses han negado las acusaciones.
Moura, donde en marzo se produjo la presunta masacre de cientos de personas, es una aldea situada en una zona pantanosa e inaccesible de la llanura aluvial del río Níger, controlada desde hace muchos años por militantes del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en francés), vinculado a Al Qaeda. Los extremistas han impuesto a los habitantes su versión rigurosa e intolerante de la sharía (ley islámica), aumentado los impuestos y obligado a los hombres locales a seguir sus códigos de vestimenta.
Amadou Barry, que vive en la aldea vecina, cuenta a The Guardian que estaba en el mercado semanal de Moura el 27 de marzo cuando de repente aparecieron helicópteros y desembarcaron tropas. Un pequeño grupo de militantes islamistas de la aldea disparó a los soldados para después huir en motocicletas.
“Todos empezamos a correr en todas direcciones, algunos se metieron en las casas. Entonces, el Ejército maliense abrió fuego contra la gente que corría y mató a muchos”, dice Barry.
A continuación, los soldados malienses llevaron a cientos de hombres de la aldea a un lecho de río seco cercano para interrogarlos. Los hombres fueron retenidos allí con poca comida y agua durante cuatro días, mientras los soldados llevaban periódicamente a grupos de cautivos para matarlos, dicen Barry y otros testigos.
Algunos aldeanos fueron liberados después de que les inspeccionaran los dedos y los hombros en busca de signos que indicaran que habían disparado armas, pero todos los hombres de la minoría étnica fulani permanecieron detenidos, dice Barry.
El JNIM y otras facciones islamistas extremistas han tratado de reclutar entre los pastores fulanis explotando las disputas que tienen con el Gobierno y otros grupos étnicos. Según los supervivientes, todos los asesinados en Moura pertenecían a esta comunidad.
Héni Nsaibia, investigador senior de ACLED, dice que es posible que entre 60 y 100 de los muertos hayan sido militantes islamistas desarmados, pero el resto eran civiles. Las fuerzas gubernamentales hallaron grandes cantidades de armas en Moura.
Varios testigos dicen que la operación estaba dirigida por hombres blancos que hablaban “un idioma extraño”, identificado por algunos como ruso, aunque la mayoría de los soldados que mataron a los civiles eran “gente maliense”.
Ousmane Diallo, investigador de Amnistía Internacional en Mali, dice que los testimonios recogidos entre los supervivientes y los testigos confirmaron que los soldados blancos habían aterrizado en Moura el 27 de marzo en helicópteros y permanecido allí durante días.
“Sabemos que el Grupo Wagner está desplegado en el centro de Mali y que ha estado asistiendo en las operaciones para reclutar y trasladar más soldados a sus posiciones en la región. Creo que está bastante claro que era el Grupo Wagner el que dirigía esta operación”, dice Diallo.
Nsaibia dice que su propia investigación exhaustiva entre los supervivientes le llevó a una conclusión similar, mientras que un diplomático de África Occidental en Mali asegura que “las investigaciones sobre los acontecimientos en Moura confirmaron que las fuerzas del Grupo Wagner estaban trabajando con las fuerzas malienses en el centro de Mali”.
Human Rights Watch ha calificado el incidente como “la peor atrocidad registrada en el conflicto armado de Mali, que lleva una década”. El Ejército maliense dice que mató a 203 militantes durante una operación militar en Moura y niega los informes sobre ejecuciones.
Opacidad
Rusia vetó un intento de Naciones Unidas de abrir una investigación independiente sobre la masacre y Mali ha bloqueado los esfuerzos de la ONU por enviar un equipo a Moura. El embajador adjunto de Moscú ante la ONU dice que las autoridades de Mali “no tienen una agenda oculta” y que las afirmaciones sobre la participación de mercenarios rusos en la masacre forman parte de “un sórdido juego geopolítico”.
Estados Unidos y otros países han alegado que el Grupo Wagner está financiado por el poderoso empresario Yevgeny Prigozhin, estrechamente vinculado a Putin. Cuando fue contactado por The Guardian esta semana, Prigozhin negó tener conocimiento del grupo y desmintió la información sobre las masacres. “En cuanto a las [supuestas] atrocidades, ni yo, ni los hombres que conozco, ni el Ejército maliense las hemos cometido”, dijo. Prigozhin acusó a The Guardian de “falsedades, mentiras descaradas y... falsificación” y de intentar “escupir en mi cara, en la de los patriotas rusos y la del pueblo maliense”.
La semana pasada, extremistas islamistas del JNIM declararon haber capturado a un combatiente de Wagner en la región de Segou, en el centro de Mali: “Estas fuerzas asesinas participaron junto al Ejército maliense en una operación iniciada desde el aire contra un mercado en el pueblo de Moura, donde se enfrentaron a varios muyahidines antes de matar a cientos de civiles inocentes”.
Los analistas creen que el operativo del Grupo Wagner probablemente fue capturado en febrero. Se han confirmado “más o menos” las muertes de “tres o cuatro” operativos del grupo, pero es probable que el número total de víctimas sea mayor, dice Nsaibia.
Funcionarios y activistas asegura, que los grupos militantes islamistas también fueron responsables de la muerte de un gran número de civiles en ataques indiscriminados y de muchos otros abusos contra los derechos humanos. Varios ataques producidos por el Estado Islámico en el Gran Sahara, alrededor de Menaka, y en el sur, cerca de Gao, provocaron el mes pasado la muerte de al menos 40 civiles y el desplazamiento de miles de personas.
La presunta captura de uno de sus combatientes ha demostrado cuán profundamente el Grupo Wagner se había involucrado en el conflicto de Mali, dice Jared Thompson, investigador asociado del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales: “Ahora son un actor muy directo que se juega la piel en el conflicto”.
Un periodista en Bamako colaboró con información para este artículo.
Traducción de Julián Cnochaert.