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Opinión

El sexismo anticuado del vicepresidente de Estados Unidos

Me quito el sombrero ante los conservadores: es el año 2017 y no sé muy bien cómo tienen a los estadounidenses debatiendo si es apropiado o no cenar a solas con una mujer.

Verán, la semana pasada un artículo en the Washington Post sobre Karen Pence revelaba que el vicepresidente no se va a comer con otra mujer que no sea su mujer. Los conservadores se han lanzado a elogiar la devoción marital de Pence y su fortaleza moral, reconociendo que tal tipo de regla es una especie de defensa bien pensada contra la tentación sexual.

Un blog conservador se preguntaba qué buena razón podía haber para que una persona casada comiera a solas con otra persona del sexo opuesto. El antiguo consejero delegado de RedState contestó: “Para planear una fiesta sorpresa a tu pareja o su funeral, eso es todo”.

¿Por qué el deseo sexual irrefrenable solo es peligroso cuando hay un plato de pasta delante? No estoy segura, pero quizá esto explique la evidente falta de mujeres en las fotos que se publican de la Casa Blanca: las han mandado a almorzar. Mientras que los republicanos se entusiasman por la supuesta corrección anticuada de Pence, al resto de nosotros simplemente nos recuerda que no hace falta que “agarres coños” para ser un misógino.

No importa lo que supone para las (poquísimas) mujeres que trabajan en la Casa Blanca, que al parecer no pueden acudir a cenas de negocios o a comidas con consejeros. El mensaje subyacente de una regla como la de Pence es el mismo que se enseña a los adolescentes en las clases de educación sexual sobre la abstinencia: los hombres son incapaces de controlarse cuando están solos con una mujer.

Es insultante para los hombres. Y coarta el papel de la mujer. Parece ser que estamos aquí para seducir o domesticar a los hombres. Además, en general, es una visión arcaica sobre los roles de género. Como dijo el fundador de The Black List, Franklin Leonard, si Keith Ellison –que es musulmán– “se negase a cenar a solas con una mujer y utilizase su religión para justificarlo, los políticos de derechas se volverían locos”.

Sin embargo, mientras nosotros estábamos discutiendo sobre los planes para la cena de Pence, los republicanos estaban trabajando duro para atacar a las mujeres y a sus derechos, mientras montaban todo un espectáculo sobre su defensa de la justicia en cuestiones de género.

La misma semana en la que la primera dama dio un discurso en los Premios Internacionales de las Mujeres Coraje otorgados por el Departamento de Estado, en el que insistía en que “debemos seguir luchando contra la injusticia en todas sus formas, cualquiera que sea el nivel o el modo en el que se presente en nuestras vidas”, el jefe de prensa de la Casa Blanca Sean Spicer reprendió a la veterana reportera April Ryan por “negar con la cabeza” lo que él le respondía (justo el mes pasado Trump preguntó a Ryan si el grupo de parlamentarios negros eran “amigos” suyos).

Al mismo tiempo que el presidente preguntaba en una habitación llena de mujeres si alguna vez habían oído hablar de Susan B. Anthony, el presentador conservador de Fox News Bill O'Reilly estaba en el punto de mira por hacer un comentario racista y sexista sobre el pelo de la congresista de California Maxine Water, y un legislador de Iowa decía que si una mujer embarazada descubría que su feto estaba muerto, tenía que seguir con el embarazo de cualquier manera.

Y mientras Pence era tendencia en Twitter por su sexismo anticuado, lo que pasó desapercibido es que el vicepresidente emitió el voto de desempate para impulsar una legislación que permite a los estados discriminar a Planned Parenthood y otros proveedores de atención sanitaria que realizan abortos a la hora de conceder o no fondos federales del Título X (programa de planificación familiar).

Pence es un misógino. Lo sabemos por sus votaciones, lo sabemos por las cosas que dice sobre los derechos de las mujeres y ahora lo sabemos por su peculiar regla de no cenar con una mujer a solas. Pero no dejemos que el machismo de un hombre nos distraiga del programa machista de todo un partido.

Traducido por Cristina Armunia Berges