Este verano, el policía Qiu Rui estaba de servicio en la ciudad china de Chongqing cuando el sistema de reconocimiento facial le envió un alerta. Según el ordenador había una alta probabilidad de que un hombre registrado por las cámaras en una plaza de la ciudad fuera el mismo que las autoridades habían clasificado como sospechoso de un asesinato cometido en 2002. Tres días después, la policía lo capturó y el hombre confesó ser la persona que buscaban.
A partir de las imágenes de la calle que toman las cámaras, el sistema de videovigilancia de Chongqing escanea en directo los rasgos faciales de las personas para codificarlos en planos virtuales de cada rostro. A continuación, compara esos datos con las caras de sospechosos registradas en la base de datos de la policía y notifica inmediatamente a los agentes cuando la coincidencia supera un umbral mínimo del 60%.
El uso de sistemas de reconocimiento facial para ayudar a la policía a resolver delitos es común en esta ciudad del suroeste de China, que en un reciente análisis de la consultora tecnológica británica Comparitech, ocupó el primer lugar entre las más vigiladas del mundo.
Con 2.580.000 cámaras para controlar a 15.350.000 personas (una cámara por cada seis habitantes) Chongqing tiene más cámaras de vigilancia por habitante que ninguna otra ciudad del mundo, por encima incluso de Pekín, de Shanghai y de la ciudad tecnológica de Shenzhen.
Ocho de las diez ciudades más videovigiladas del mundo están en China, según el informe, que coloca a Londres en el sexto lugar, con 627.707 cámaras para 9 millones de habitantes; y a Atlanta (EEUU) en el décimo, con 7.800 cámaras para 501.178 habitantes.
Chongqing es la ciudad china con mayor densidad de población y forma parte del proyecto piloto contra la delincuencia Xue Liang (ojos atentos) que clasifica la fiabilidad de los ciudadanos para penalizarlos o darles puntos. Chongqing tiene además una zona en la que muchos de los crímenes son cometidos por no residentes y las cámaras de reconocimiento facial son percibidas como una forma de evitarlo. Según el Ministerio de Seguridad Pública del país, China tendrá 626 millones de cámaras de videovigilancia activas el próximo año.
Pero los críticos advierten de que la vigilancia generalizada atenta contra el derecho a la privacidad garantizado en el derecho internacional. Según las normas internacionales de privacidad consagradas en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la recopilación de datos biométricos y su uso debe limitarse a personas involucradas en actos ilícitos y no aplicarse sobre la población de forma general.
También hay que garantizar el derecho de las personas de saber cuáles son sus datos biométricos en poder del Gobierno. Los sistemas automatizados de reconocimiento facial de China violan los dos principios.
Según Maya Wang, responsable de las investigaciones sobre China en la ONG Human Rights Watch, lo que está ocurriendo ahora mismo es “una carrera a la baja” en temas de privacidad entre las diferentes agencias de policía de China. “Cada una de ellas afirma ser la mejor y más innovadora en vigilancia masiva y control social”.
“Estos sistemas se están desarrollando e implementando sin la protección a la privacidad frente a la vigilancia estatal. Es posible que no haya antecedentes históricos de una vigilancia masiva tan profunda, amplia e invasiva como la que el Gobierno chino está ejerciendo sobre sus ciudadanos”, explica Wang.
El caso de la vigilancia en Londres
Hay ciudades de otros países que podrían estar no muy lejos de la vigilancia masiva de China. Este verano, el servicio de transporte público londinense Transport for London (TfL) aprovechó sus más de 260 estaciones con wifi para recolectar la dirección única que los teléfonos inteligentes le envían cuando están buscando una conexión y determinó así los itinerarios de sus portadores. TfL no informó a los pasajeros sobre el proyecto hasta que los medios de comunicación lo hicieron público.
Unas semanas más tarde se supo que la contrata a cargo del desarrollo urbanístico de King's Cross, también en Londres, había usado técnicas de reconocimiento facial con las imágenes captadas por su red de cámaras sin advertir al público ni pedir el consentimiento expreso. El clamor público que provocó la noticia y una investigación de la Oficina del Comisionado de Información terminaron con el programa.
“Tenemos casi tantas cámaras de videovigilancia como China. No llegamos a su nivel, pero vamos en esa dirección”, señala Paul Wiles, responsable de biometría en el Reino Unido. “Con el aumento de técnicas como las de reconocimiento facial, necesitamos leyes nuevas que decidan cuál es el interés público y el marco legal dentro del cual se pueden usar, no deberíamos derivar hasta ahí por accidente”.
San Francisco se convirtió en mayo en la primera gran ciudad de Estados Unidos en implementar una prohibición. Según el concejal Aaron Peskin, que defendió la legislación, “se puede tener una buena policía sin ser un Estado policial y parte de eso se logra creando un clima de confianza a partir de información valiosa generada por la comunidad, y no a partir de tecnologías tipo Gran Hermano”.
Desde entonces, las también californianas ciudades de Oakland y Berkeley se han sumado a la prohibición de cualquier uso de reconocimiento facial por parte del Gobierno. Este verano fue la ciudad de Somerville, en el estado de Massachusetts, la que aprobó una ley similar.
“Creo que algunas ciudades del Reino Unido podrían seguir a las de Estados Unidos y prohibir el reconocimiento facial o al menos pedir una suspensión temporal hasta que estudiemos una legislación”, sostiene Wiles. “En mi opinión, el problema con prohibirlo es que no se está tomando la importante decisión de ver si alguno de sus usos tiene interés público. Yo preferiría un marco legislativo adecuado y un ensayo adecuado”, añade.
Hay quien defiende el reconocimiento facial con el argumento de que la tecnología siempre impulsa los cambios y de que, si se usa de manera responsable y proporcionada, será una fuerza para el bien. Como dice Stuart Greenfield, de Facewatch (la empresa líder en reconocimiento facial del Reino Unido), “el genio de la tecnología de reconocimiento facial ya ha salido de la lámpara”. “Si las fuerzas de seguridad y las empresas lo usan de forma responsable para combatir el crimen, es una fuerza positiva para el bien”, afirma.
Pero a otras personas les preocupa la cantidad de cámaras de vigilancia y sistemas de recogida de datos que hay dentro de iniciativas de “ciudades inteligentes”. Según Edin Omanovic, de la ONG Privacy International, las autoridades municipales y los ciudadanos a los que sirven no se deben creer tan fácilmente eso de que tener más datos es la panacea y tendrían que preocuparse más por los nuevos riesgos que se crean.
“El riesgo evidente es que esto sólo beneficie a las autoridades de la ciudad y a las grandes empresas de tecnología que venden las soluciones, en vez de a los ciudadanos a los que dicen ayudar”, indica Omanovic.
Según Omanovic, el reconocimiento facial de imágenes en vivo representa una amenaza fundamental contra las sociedades libres. “Tal vez empiece con la supervisión de unos pocos miles de personas, pero está claro que no terminará ahí”, dice. “Antes de que sea demasiado tarde, las autoridades deben prohibir su desarrollo de forma permanente”.
No parece que haya muchos indicios de lugares pensando en reducir la vigilancia. “De todas las ciudades que observamos, la gran mayoría está aumentando la videovigilancia o tiene planes de hacerlo”, dice Paul Bischoff, de Comparitech.
“Singapur tiene el plan de instalar 100.000 cámaras con reconocimiento facial en farolas, la policía de Chicago ha pedido 30.000 más y Moscú quiere tener 174.000 funcionando para finales de este año”.
Traducido por Francisco de Zárate.