Enfurecido porque Donald Trump utilizó su canción Happy de 2013 en un mitin en Indiana el pasado sábado, Pharrell Williams ha amenazado con iniciar acciones legales contra el presidente. En una carta de cese y desistimiento enviada por el abogado de Williams, la solicitud critica especialmente el uso de la canción con fines políticos apenas unas horas después de un ataque en una sinagoga.
“Un día después del asesinato de 11 seres humanos a manos de un 'nacionalista' degenerado, usted puso la canción Happy a la gente en un evento político celebrado en Indiana”, sostiene la carta. “No hubo nada de 'happy' en la tragedia cometida contra nuestro país el sábado y no se dio permiso para utilizar la canción con estos fines”, añade.
Williams se une así a una larga lista de artistas que han pedido a políticos, en su mayoría conservadores, que dejen de utilizar su música. Abba pidió a John McCain que dejase de poner la canción 'Take a Chance on Me' (apuesta por mí) durante su campaña presidencial, los Dropkick Murphys fueron más contundentes cuando el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, subió al escenario con su canción 'Shipping up to Boston'. “Scott Walker, por favor, deje de utilizar nuestra música... ¡Literalmente le odiamos! Amor, Dropkick Murphys”.
No hay nada nuevo en grupos de música que protestan contra políticos, pero la lista de músicos que han pedido a Trump que deje de poner sus canciones forma en sí mismo un salón de la fama del Rock and Roll.
Trump termina prácticamente todos sus mítines con la canción de los Rolling Stones 'You can't always get what you want' (no siempre puedes conseguir lo que quieres). El grupo ha pedido ya al presidente en varias ocasiones que deje de poner su música, pero hasta ahora no ha tenido éxito.
Neil Young, que solicitó a la campaña que se abstuviese de poner 'Rockin' in the Free World', acabó cediendo. “Una vez que la música se publica, cualquier persona puede utilizarla para cualquier cosa”, afirmó.
Michael Stipe, de REM, expresó su repulsión hacia Trump de una forma un poco más directa cuando este utilizó su canción 'It's the end of the world as we know it (and I feel fine)' (es el fin del mundo como lo conocemos y no me importa) en una de sus paradas durante la gira de campaña de 2015. Algunos críticos podrían pensar que esta canción es una elección adecuada para el Gobierno.
“Idos a la mierda todos. Hombres tristes sedientos de poder y atención. No usen nuestra música ni mi voz para su estúpida farsa de campaña”, denunció Stipe. Asimismo, Adele también dejó claro en 2016 que no daba permiso a la campaña de Trump para utilizar su música.
Este verano, Steven Tyler, de Aerosmith, envió una carta de cese y desestimiento oponiéndose al uso de 'Livin' on the edge' (viviendo al límite) en un acto de campaña tras una queja similar realizada tres años antes y que la campaña ignoró.
“Utilizando 'Livin' on the edge' sin el permiso de nuestro cliente, el señor Trump está dando a entender de forma falsa que nuestro cliente, una vez más, apoya su campaña o su presidencia, tal y como reflejan las reacciones de los fans de nuestro cliente en las redes sociales”, rezaba la carta.
“Esto viola específicamente la sección 43 de la ley Lanham, dado que 'es probable que genere confusión, error o que engañe respecto a la afiliación, conexión o asociación de la persona en cuestión con otra persona'”, se afirmaba en el escrito.
La ley Lanham se refiere a “la confusión o debilitamiento de una marca (tales como una banda musical o un nombre de un artista) a través de su uso no autorizado”, explica Ascap, uno de los principales grupos de artistas y productores.
La confusión avivada por los políticos con el uso de determinadas canciones con fines políticos lleva a la cuestión de si los artistas pueden realmente hacer algo para impedirlo. A menudo en el caso de mitines de campaña celebrados en el tipo de sitios donde aparece Trump hay una licencia general a través de las principales empresas editoras que permiten el uso de las canciones, señala Gandhar Savur, vicepresidente de Rough Trade Publishing.
“Si la localización de un mitin político tiene una licencia del tipo 'organización con derechos de actuación', entonces a un político puede no pasarle nada por poner una determinada canción de fondo”, asegura.
Sin embargo, si la canción se convierte en una banda sonora habitual para un determinado político, eso puede dar al artista, a la discográfica o al distribuidor más poder para pararlo.
“En gran parte, esta es una ley no resuelta y sin duda ha saltado a la primera plana con el actual Gobierno, pero la forma más común de actuar contra el uso repetido de una canción por un político es hacer una petición de derecho de publicidad”, sostiene Savur.
Generalmente, los derechos de publicidad, bajo la legislación del estado, protegen a los individuos frente al uso de su imagen, incluida la voz, con un propósito comercial, “que puede incluir usos de explotación y promoción”.
“Los artistas argumentan que los políticos están creando un 'falso apoyo', es decir, están dando la impresión falsa al público de que el artista apoya a ese político o a su campaña mediante el uso repetido de sus canciones y de su voz”, señala Savur.
A menudo un político simplemente cumplirá con la solicitud porque la atención negativa de un grupo musical popular es más problemática de los beneficios que puede traer seguir poniendo la canción. Pero como con todo lo demás, Trump parece estar jugando con sus propias normas. Y sigue terminando todos sus mítines con 'You can't always get what you want'.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti