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Nezhat Amiri, directora de orquesta, desmonta los tabúes sobre las mujeres y la música en Irán

Nezhat Amiri, durante el concierto celebrado en enero en Teherán.

Saeed Kamali Dehghan

A lo largo de sus 38 años de carrera, una historia tan larga como la de la República Islámica de Irán, la primera y única mujer directora de orquesta del país ha dirigido tantos conciertos públicos como dedos sujetan la batuta.

Pero en enero Nezhat Amiri dirigió una orquesta de 71 músicos en la sala de conciertos más prestigiosa de Teherán, todo un hito en un país donde se considera tabú que la televisión estatal muestre instrumentos musicales, donde a las mujeres no se les permite cantar como solistas y donde las ciudades fuera de la capital no permiten que las músicas suban al escenario.

“He nadado a contracorriente desde el principio, fui invisible, la sociedad no hizo ningún esfuerzo por proteger mis habilidades y la élite en el poder me dio la espalda”, señala Amiri, de 57 años, a The Guardian. “Pero lo sigo haciendo, estoy demostrando que hay caminos y que siempre los habrá.”

En la actuación de dos horas de Amiri, parte del festival de música fajr, tocaron 55 músicos y cantaron 16 miembros del coro. Las mujeres representaban casi la mitad de los dos grupos. Interpretaron tres piezas de maestros de la música clásica persa, entre ellas una obra del legendario compositor Morteza Hannaneh.

El conjunto Naghmeh-Baran (La melodía de la lluvia) llevaba seis meses ensayando. Todos, incluida Amiri, lo hicieron sin cobrar. Fue la primera actuación de Amiri a tan gran escala en 12 años y tuvo lugar en el auditorio Vahdat. Cuando se inauguró, antes de la revolución islámica de 1979, era uno de los teatros modernos de ópera mejor equipados del mundo. Pero ni siquiera en aquella época en la que había muchas actuaciones musicales y de danza en Teherán ninguna directora de orquesta iraní aparecía en el escenario del Vahdat.

La publicidad que recibió la última actuación de Amiri no tiene precedentes en Irán. El periódico reformista Ghanoon publicó una entrevista con su foto en la portada y una cita: “Ni siquiera llego a lo que gana un obrero de la construcción”.

Press TV, la cadena estatal iraní de televisión en inglés para extranjeros, emitió su actuación. Pero las restricciones siguen vigentes para la televisión nacional. En una sutil protesta que eludió el veto de los censores, la banda iraní Pallet emitió una vez una interpretación en la que representaban con mímica la ejecución de la canción con instrumentos invisibles.

Amiri tiene un máster en composición musical por la Universidad de Artes de Teherán y ha estudiado con el aclamado músico Parviz Mansouri. La directora celebra la relevancia de su actuación, pero sostiene que no puede permanecer callada por los retos enfrentados hasta ese momento.

“Hay un cansancio. ¿Cuántas veces puedes seguir llamando a una puerta cerrada?”, se pregunta. “¿Cuántos años puedes seguir callada y no hablar de tu dolor? Cuando la pena es pública, también necesita un remedio público”, añade.

El reciente nombramiento de Marin Alsop como la primera mujer en convertirse en directora artística de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena ha sido noticia en todo el mundo.

Amiri habla de las dificultades de ser música en Irán, pero también señala que los problemas dentro de las artes son más amplios. “La música en mi país es como un niño sin padres, como un huérfano”, se lamenta.

Después de la Revolución Islámica, Irán emprendió una campaña contra la música. Primero prohibió hasta la música tradicional persa, que no era objeto de ninguna polémica. Desde entonces, las restricciones se han relajado. El pop y hasta el rap y el rock se han vuelto populares. Pero las leyes y los códigos que rigen las artes son ambiguos y, a veces, arbitrarios. En particular, las músicas se enfrentan a problemas mayores y más de base.

Una foto reciente, muy compartida en Internet, muestra a una música a la que le prohibieron aparecer en el escenario de una ciudad provincial asomándose por detrás de las cortinas, viendo tocar a sus compañeros hombres en la banda.

“Después de 38 años, las autoridades tienen que dar un paso al frente y aclarar si la música es haram [prohibida por la ley islámica] o halal [permitida]”, explica Amiri. “Deberían decir si las mujeres pueden actuar o no sobre el escenario. Tenemos un sistema y un país, ¿cómo es que en una ciudad [Teherán] puedes y en las otras no puedes?”.

Bajo la actual Administración del presidente Hassan Rohaní se ha recuperado la Orquesta Sinfónica de Teherán, anteriormente disuelta. Amiri afirma que la presión bajo su predecesor, Mahmud Ahmadineyad, fue enorme, pero que también significó que la música se convirtiera en un refugio para muchos que buscaban esperanza o una expresión de su resistencia.

“Ser músico [en Irán] te plantea muchos desafíos”, apunta Amiri. “En nuestro país, la música es un arte al que, según los edictos religiosos, no se le debe dar espacio o prioridad. Hemos perdido generaciones de músicos, historiadores y teóricos de la música. Hay gente en este país que ha dado su vida por la música”, añade.

Sin embargo, los cambios graduales que se han producido bajo el gobierno de Rohaní han decepcionado a muchos. “He visto muchos altibajos, ahora estamos cuesta abajo. Esta es la época de perder la esperanza después de haberla tenido”, aclara la directora.

Peso a todo, Amiri dice que quiere ser “un símbolo de esperanza”. “Vives porque tienes esperanza. A veces sabes que serás derrotada, pero te esfuerzas de todos modos. Sabes que tienes que intentarlo. Estuve quebrada, pero reuní fuerzas y me levanté cien veces”.

Traducido por Francisco de Zárate

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