Hace tan sólo cuatro años, Donald Trump mostró su tono autoritario en el discurso de aceptación de la nominación presidencial ante una asistencia de fieles enfervorecidos. Entonces saltaron las alarmas sobre el riesgo de muerte inminente que afectaba a la democracia estadounidense, que ya había recorrido 244 años de gloria. Nadie se lo tomó demasiado en serio.
Ahora, Barack Obama ha planteado con seriedad la hipótesis de la caída del Imperio Romano. Nunca antes un expresidente de Estados Unidos había criticado a su sucesor durante una convención como hizo Obama la noche del miércoles. Ninguno había formulado una advertencia sobre la posibilidad de que su sucesor “derribe nuestra democracia si necesita hacerlo para ganar”.
El mensaje corre en paralelo con el momento, que viene marcado por la pandemia y no tiene ya la asistencia multitudinaria vivida en las convenciones de 2004 –cuando un Obama más joven dijo: “No hay un Estados Unidos progresista y un Estados Unidos conservador, sólo existen los Estados Unidos de América”–, de 2008 y 2012 lideradas por quien ha sido el primer presidente negro del país.
En esta ocasión tampoco se ha escuchado la larga despedida elegíaca pronunciada en Filadelfia en 2016 cuando, ante lemas como “¡Cuatro años más!”, Obama defendió a Hillary Clinton y demostró con el ejemplo que las reglas de la democracia exigen que incluso el más popular de los presidentes debe abandonar el poder.
En 2020, Obama regresó a la ciudad en la que se redactó y firmó la constitución de Estados Unidos. Pero en esta ocasión lo hizo pronunciado su discurso en soledad, ante un atril en el Museo de la Revolución Americana. Los presidentes suelen defender su legado, eso no sorprende, lo que es mucho menos habitual es que adviertan de que lo que está en juego es el legado de George Washington y el resto de padres fundadores.
Los discursos de Obama suelen recibir elogios por su poética elocuencia. Para esta ocasión eligió un lenguaje frío y musculoso: utilizó hasta en 18 ocasiones la palabra “democracia”. Quien hiciera famoso el lema “Esperanza y cambio” ha descubierto que la primera no siempre es suficiente. “Esperaba, por el bien de nuestro país, que Donald Trump mostrara algún interés en tomarse en serio su trabajo”. El presidente número 44 ha evitado pronunciar el nombre de Trump en público durante mucho tiempo. Este discurso ha supuesto un punto de inflexión.
En la intimidad tan particular de una convención que ha sido virtual y en la que los participantes le hablaban directamente al espectador, Obama fue directo a la yugular: “Durante casi cuatro años, no ha mostrado ningún interés en hacer el trabajo; ningún interés en buscar puntos de encuentro; ningún interés en usar el gran poder de su cargo para ayudar a nadie más que a sí mismo o sus amigos. No ha mostrado interés alguno en tratar la presidencia como algo más que otro reality show al servicio de la atención que quiere para sí mismo”.
Obama se hizo eco de la sugerencia de su esposa Michelle durante su discurso del lunes en el que dijo que Trump es simplemente incapaz de ser el presidente que Estados Unidos necesita. Dijo: “Donald Trump no ha crecido en su puesto porque no puede. Y las consecuencias de ese fracaso son graves”.
El propio Trump fue quien demostró que Obama tenía razón al twitear en vivo el discurso siguiendo su estilo característico, marcado por el uso de interjecciones infundadas como: “¡ESPIÓ EN MI CAMPAÑA Y LE PILLARON!”.
Trump y el poder de la política identitaria
No obstante, Obama cayó en una trampa ya habitual, dejando ver que Trump es una anomalía, un caso único, una aberración. No hizo hincapié en el poder de la política identitaria blanca, el modo en que los medios y las redes azuzan el conflicto o la política-espectáculo que tan bien maneja Trump, hasta el punto de auparlo a la presidencia, en la posibilidad de que sea más síntoma que causa. Este no ha sido ni mucho menos el tema de la semana. Sólo lo tocó el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, al decir: “Donald Trump no creó la fractura que se encuentra en el punto de partida. La fractura creó a Trump. Él sólo lo ha empeorado”.
Algunos temen que Joe Biden represente el viejo statu quo. Obama prometió que su exvicepresidente “ve este momento no como una oportunidad para volver a donde estábamos, sino para hacer los cambios que se esperaban desde hace mucho tiempo para que nuestra economía sirva en realidad a hacer la vida un poco más fácil para todos”.
Durante los últimos cuatro años, quienes han advertido de esa amenaza existencial han sido acusados de sufrir “el mal derivado de los desvaríos de Trump” que representaban el papel de Pedro en la fábula del lobo. Pero los recientes intentos del presidente por socavar ese pilar sagrado de la democracia, las elecciones, están centrando la atención de muchos.
El congresista demócrata Jim Clyburn, cuyo apoyo a Biden fue fundamental para la nominación presidencial, dijo a Axios en marzo: “Me preguntaba cómo pudo permitir el pueblo alemán que existiera Hitler. Comienzo a entenderlo a medida que pasa el tiempo. Por eso hago sonar las alarmas ”.
El miércoles, Thomas Friedman, un columnista influyente del New York Times advertía: “Ahí va una frase que no pensé leer ni escribir en un millón de años: este noviembre, por primera vez en nuestra historia, los Estados Unidos de América podrían no celebrar unas elecciones libres y justas tras las que si el Presidente Trump es derrotado por Joe Biden, haya una transferencia de poder legítima y pacífica”.
Nadie siente tanto peso sobre sus espaldas como Obama que, por lo que parece, expresa un sentimiento que comparten el resto de expresidentes vivos: Jimmy Carter, Bill Clinton y George W. Bush.
“No permitas que te arrebaten tu poder”, dijo al pedir que la gente vote y lo haga por anticipado, en uno de los temas que lideran el debate desde que Trump ha comenzado a amenazar al servicio postal. “No permitan que les quiten la democracia. Planeen desde ya cómo van a participar y votar... Lo que hacemos se proyectará a las generaciones futuras”.
En algo que parece de otra época, Obama habló en la sede de la Unión Africana en Addis Abeba sobre el precioso regalo que supone la democracia. El miércoles, perseguido por la historia y con un cierto temor ante el futuro, pidió que los ciudadanos estadounidenses valoren lo que tienen.