Joe Biden ha decidido que 20 años son más que suficientes para la guerra más larga de Estados Unidos y ha ordenado que el resto de tropas estadounidenses en Afganistán salgan del país entre el 1 de mayo y el 11 de septiembre, pase lo que pase en ese período.
La retirada de Biden supone una continuidad de la política llevada a cabo por su predecesor, Donald Trump. La diferencia es que la nueva Administración sí consultó a los afganos, a los aliados de Estados Unidos y a las propias agencias estadounidenses antes de anunciar la decisión. Pero los dos presidentes responden al hartazgo que impera en Estados Unidos por las llamadas “guerras interminables”.
A nadie le sorprenderá el giro del Partido Republicano, que ha pasado de aprobar la orden de Trump de sacar a las tropas antes de mayo, a una crítica contra Biden por su “imprudente” decisión. Los ataques políticos aumentarán si fracasa la actual iniciativa de paz, como muchos estiman que ocurrirá, y si los talibanes intensifican su ofensiva.
Ningún presidente estadounidense puede escapar de la maldición de Afganistán: los culpan cuando hacen y los culpan cuando no hacen. En este caso, Biden ha decidido claramente que la mejor opción es “no hacer”.
En la Administración Obama, Biden siempre fue la voz escéptica frente a los que abogaban por el uso de fuerza militar en política exterior, hasta el punto de enfrentarse a la postura de los que defienden intervenciones humanitarias.
Durante la campaña electoral, en una entrevista por televisión dijo sin rodeos que sentiría “cero responsabilidad” si la situación de las mujeres afganas y otros derechos humanos se veían afectados como consecuencia de la retirada de Estados Unidos.
“¿Me está diciendo que deberíamos entrar en China, ir a la guerra con China, por lo que están haciéndole a los uigures?”, preguntó a su entrevistadora de la CBS.
Proteger a las mujeres afganas y a la sociedad civil nunca fue el objetivo oficial de la restante presencia militar estadounidense, pero a falta de un objetivo claramente definido se convirtió en parte de la justificación de facto.
Como dice la exrepresentante especial de Estados Unidos para Afganistán y Pakistán, Laurel Miller, “las autoridades estadounidenses han dicho cosas a lo largo del tiempo que han alimentado esa idea”. “Admito que cuando estaba en el gobierno no me sentía cómoda con algunas de esas declaraciones de compromiso duradero porque no me parecían creíbles”, dice Miller, que ahora dirige la sección de Asia en el International Crisis Group.
Con su decisión, Biden ha dejado claro que abandona la famosa regla “Pottery Barn” seguida por Colin Powell: 'if you break it, you own it' (si lo rompes, lo arreglas'). La cita es de 2002, cuando el entonces secretario de Estado invocó esa regla ficticia para advertir a George W. Bush de las consecuencias que tendría la invasión de Irak. En Afganistán, Estados Unidos lleva dos décadas siendo el país que tuvo que arreglar lo que rompió. Pero lo cierto es que los ciudadanos afganos, y su forma de ganarse la vida, siguen siendo machacados.
También hay victorias que se pueden echar a perder. Mientras Estados Unidos ha estado en Afganistán, el número de niños escolarizados pasó de mucho menos de un millón, y casi todos varones; a más de 9 millones, con un 40% de niñas. La esperanza de vida ha aumentado de 44 a 60 años.
No cabe duda de que estas mejoras están ahora en juego. Según el pronóstico anual 'Evaluación de Amenazas' que la comunidad de inteligencia estadounidense publicó este martes, las conversaciones de paz tienen pocas probabilidades de éxito.
“Si la coalición retira su apoyo, es probable que los talibán ganen terreno en el campo de batalla y que el gobierno afgano tenga dificultades para mantenerlos a raya”, dice el informe. “Los talibán confían en que pueden lograr la victoria militar”.
Que esa confianza de los talibán se vea confirmada o no depende de algunas incógnitas. Entre ellas, si se desmoronarán los consejos de seguridad afganos con la salida de sus patrocinadores (Estados Unidos y la OTAN) o si, por el contrario, se verán reforzados. También habrá que ver si la ausencia de un enemigo extranjero servirá para frenar el entusiasmo de posibles reclutas talibán.
Según Michael Semple, antiguo enviado de la Unión Europea en Afganistán, se debería haber avanzado más en la estabilización del país antes de la retirada. En opinión de Semple, que ahora es profesor en la Universidad Queen's de Belfast, “no se ha hecho lo suficiente para evitar el riesgo de guerra civil o que los talibán tomen el poder”.
También hay preguntas en torno al efecto que tendrá la retirada sobre el objetivo más específico del ejército estadounidense en Afganistán: impedir que Al Qaeda o ISIS resurjan en el país y lleguen a suponer una amenaza directa para Estados Unidos, sus intereses o sus aliados.
“Una política eficaz de contraterrorismo necesita buena información de inteligencia, buenos aliados, buenas capacidades y tener acceso”, declaró a la página web Defense One el general Joseph Votel, exresponsable del Mando Central del Ejército de Estados Unidos. “Aunque probablemente no sea imposible, todo esto será mucho más complejo y difícil en lo sucesivo”.
Los generales estadounidenses llevan años diciéndole a las sucesivas administraciones que en Afganistán ya se había dado la vuelta “a la esquina”, pero cada año aparecían nuevas esquinas. Biden ha optado por dejar de intentar darles la vuelta. Tras 20 años de presencia estadounidense en Afganistán, nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirá a continuación.
Traducido por Francisco de Zárate