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'Operación maceta': Ámsterdam quiere acabar con la “selva” de maceteros para desconcierto de sus vecinos

Varias macetas a las afueras de una vivienda de Ámsterdam.

Senay Boztas

Ámsterdam —

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Los vecinos de Ámsterdam han reaccionado con desconcierto al plan del Ayuntamiento para acabar con lo que considera una plaga de macetas desordenadas.

La “operación maceta”, como la han bautizado los medios locales, es una iniciativa del distrito centro de la capital neerlandesa para regular las macetas que pueden usar los residentes: dos, como máximo, y con un tamaño que no exceda de los 50x50 centímetros. Deben haber sido fabricadas con materiales “sostenibles” y solo podrán colocarse contra la fachada. De acuerdo con la nota que resume la medida, todas las macetas colocadas en aparcamientos, o bajo los árboles, serán confiscadas.

Durante una reunión el pasado 3 de septiembre, Amélie Strens, jefa municipal del distrito centro, aseguró que las macetas descuidadas son antiestéticas, perjudican a la biodiversidad y dificultan la accesibilidad de las instalaciones para carritos de bebé y personas con movilidad reducida.

“Una persona en prácticas pasó varios días recorriendo el distrito centro, inventariando más de 900 macetas”, dijo. “Han dejado de tener el aspecto de macetas bonitas y atractivas”, añadió. “Se van a poner pegatinas sobre ellas con un código QR y la pregunta '¿Soy de alguien? ¡Adóptame!'. Si en seis semanas no responde nadie, la ciudad las limpiará”.

Seǵun Strens, la prioridad es atajar la colocación “excesiva” de macetas. “Poco a poco, algunos residentes han terminado poniendo un montón de macetas junto a la puerta de su casa”, dijo. “Se han producido excesos que verdaderamente amenazan la accesibilidad y provocan roces entre los vecinos”.

“El espacio público nos pertenece a todos”

Algunos ciudadanos de Ámsterdam se alegran de que la ciudad esté haciendo algo para resolver la preocupación por las aceras abarrotadas. “El espacio público es vulnerable, nos pertenece a todos, pero al mismo tiempo no pertenece a nadie”, dice Rogier Noyon, presidente del grupo local Voordestad [Por la ciudad].

“Es difícil con el tema de lo verde, porque ha adquirido un aura sagrada, y los residentes piensan que todo lo relacionado con lo verde es bueno, pero el espacio es importante para las personas con discapacidad, las que usan un andador, las que llevan cochecitos...”, explica. “La labor del Ayuntamiento es comunicar que el espacio público nos pertenece a todos, pero también que eso no significa que sea la ley de la selva”.

Otros, sin embargo, son críticos con el plan de las autoridades y ponen la atención sobre la gran cantidad de espacio público que está siendo ocupada por otras razones, como las bicis aparcadas o abandonadas, las terrazas de los bares con licencia, la basura, y los 22 millones de turistas que pernoctan cada año en la ciudad.

Rogier Havelaar, concejal del partido Alianza Demócrata Cristiana, dijo que no debería destinarse un solo céntimo de dinero público en la aplicación de la ley para mejorar el estado de las macetas. “No creo que el Ayuntamiento deba hacerlo”, dijo durante un pleno. “Si hay una maceta en medio, la apartas; lo que no se hace es poner 31 normas para todo un barrio”.

Perplejidad en las calles

En las calles de Ámsterdam, los habitantes reaccionaron con perplejidad ante los planes. “El futuro es una ciudad con todo tipo de plantas, una especie de bosque de alimentos”, dice el ciudadano húngaro Karoly Almoes, que a sus 79 años ha instalado frente a la puerta de su casa en la localidad un banco rodeado de vegetación, con flores de plástico, luces de colores, un cactus y un árbol de clementinas en miniatura.

Ryan Pugh, de 24 años, señala que el Ayuntamiento sustituyó hace poco los aparcamientos en el canal de su barrio por vegetación que atrae a mariposas y abejas. En su opinión, el límite de las dos macetas “es ridículo”. “Yo tengo al menos diez... No están incentivando a los vecinos para que hagan suya la calle y la hagan más acogedora para todos”.

El inicio de las medidas contra las macetas será “un día triste”, dice Bert Nap, exdirector del periódico local d'Oude Binnenstad y activista por la habitabilidad. “Hay que cuidar a los residentes que aman el lugar donde viven y disfrutan decorándolo”, dice. “Si no eligen la vegetación adecuada, lo que tal vez podría hacer el Ayuntamiento es informar y animar a la gente a hacer jardines de forma responsable”.

Otros habitantes de Ámsterdam de espíritu más libre afirman no tener ninguna intención de cumplir con la nueva normativa, aunque la ciudad abogue por plantar directamente en los “jardines de acera” permitidos como alternativa más sostenible. En una esquina del canal Rechtboomssloot, una especie de biblioteca de macetas está en plena ebullición silvestre. “Queridos vecinos”, dice una etiqueta. “Si tenéis un esqueje o una planta, no dudéis en coger una maceta y añadirla aquí; todo pedacito de verde ayuda”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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