Al menos la mitad de los focos de contagio de la COVID-19 en Estados Unidos están relacionados con plantas de procesamiento de aves de corral, cerdos y ganado vacuno, tanto en mataderos como en el envasado. Esto ha provocado un aumento del virus en muchas ciudades pequeñas y ha dado lugar a llamamientos a favor de reformas urgentes en una industria aquejada de problemas sanitarios y de seguridad.
The Guardian ha llegado a la conclusión de que al menos la mitad de los 25 puntos en los que se registran más contagios de coronavirus en Estados Unidos –los condados con las tasas de infección per cápita más alta- están relacionados con plantas en las que se procesa carne y en las que los trabajadores, muchos de ellos migrantes, desempeñan sus tareas en condiciones de hacinamiento.
En Nebraska, cinco condados tienen brotes vinculados a plantas de procesamiento de carne. En uno de ellos, Dakota, casi uno de cada 14 habitantes ha dado positivo por coronavirus. Se trata de la segunda tasa de contagio per cápita más alta de Estados Unidos. El pasado jueves, los condados de Dakota, Hall, Dawson, Saline y Colfax, registraban casi la mitad de los entonces 9.075 positivos del estado, según los datos de The New York Times.
Parece que plantas de procesamiento de carne se han convertido en lugares en los que el virus se incuba y extiende a gran velocidad entre trabajadores que no pueden aplicar las medidas de distancia física recomendadas. Por ahora, al menos 30 empleados de empresas cárnicas han muerto por las complicaciones derivadas de la Covid-19. Más de 10.000 se han contagiado o han estado expuestas al virus según datos del sindicato United Food and Commercial Workers International Union.
El virus se expande entre personas que mantienen contacto estrecho durante un período prolongado de tiempo. Se transmite, sobre todo, a través de gotitas que salen de la nariz y boca de las personas contagiadas cuando estas tosen, estornudan o hablan, por lo que es sencillo que los trabajadores de estas empresas se contagien si no se respeta la distancia de seguridad.
El miércoles murió en Dodge City, Kansas, el cuarto inspector de seguridad alimentaria del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. La ciudad está ubicada en el condado Ford, donde uno de cada 28 habitantes se ha contagiado, lo que implica la undécima tasa de infección más alta de Estados Unidos. En Kansas, los brotes de cuatro de los condados más afectados están relacionados con el procesamiento de carne.
Según datos del propio Departamento de Agricultura, casi 300 de esos inspectores, un colectivo que ha peleado para que les entreguen equipos de protección personal adecuados, están de baja por coronavirus o han decidido ponerse en cuarentena por haber estado expuestos a la COVID-19. El departamento para el que trabajan supervisa y regula 6.500 fábricas, de las que 300 tienen más de 500 empleados.
Una industria que no cumple las medidas de seguridad
Hace dos décadas que la industria de los mataderos y el procesamiento de carne ha entrado en un proceso de simplificación normativa que ha incrementado la producción y los beneficios de las empresas a costa, en opinión de algunas organizaciones, de todo lo relativo a la salud y la seguridad.
Ya antes de la pandemia, y según la agencia que regula la seguridad laboral en Estados Unidos, la industria cárnica asumía el estigma provocar “graves riesgos para la salud y la seguridad… entre los que se incluyen aquellos relacionado con los materiales utilizados, enfermedades de los huesos y músculos y químicos dañinos”.
Tony Corbo, que trabaja en el área de incidencia política de Food & Water Watch, un observatorio del sector alimentario sin ánimo de lucro, cree que “la pandemia ha puesto el foco en la industria cárnica, que hace años explota a sus trabajadores en fábricas donde se los penaliza, entre otros motivos, por no presentarse cuando están enfermos. Incluso ahora han tenido que cerrarse fábricas para que las empresas dieran equipamiento de protección a los empleados”.
Al menos 30 fabricas han suspendido operaciones en los últimos dos meses y muchas más han tenido que reducir su producción entre protestas que crecían a medida que se conocían las condiciones de trabajo de, sobre todo, trabajadores migrantes.
Muchas ya comienzan a abrir de nuevo. Esa decisión, que cuenta con el apoyo del presidente Donald Trump, está relacionada con evitar posibles roturas en la cadena logística que derivarían en escasez en los supermercados. Las fábricas en las que se procesa la carne fueron declaradas el mes pasado como infraestructuras vitales para el sistema.
En el condado de Noble, en Minnesota, casi 500 de los empleados de una gran empresa brasileña de producción de carne de cerdo, JBS, han dado positivo. El brote se extendió rápidamente por todo el condado y el miércoles ya había 1.291 positivos, muchos más que el puñado de casos identificados a mediados de abril. Casi uno de cada 17 habitantes del condado es positivo, aunque la infección comienza a ralentizar su contagio.
La fábrica de Nobles reanudó producción la semana pasada después de dos cerrada. Se supone que ha introducido una serie de medidas de seguridad entre las que se incluyen protectores faciales para quienes deben trabajar sin mantener las distancias requeridas. Este viernes, el Congreso votará el un nuevo paquete de rescate relacionado con la COVID-19, en el que se recogen medidas de seguridad e higiene para todos los empleados de industrias de gran importancia para el funcionamiento de la economía, como el procesamiento de carne y los cuidados a personas en sus hogares.
Traducido por Alberto Arce