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The Guardian en español

“¿No podemos matarlos a todos?”

Los asistentes desplegaron un escenario de teorías conspirativas y representaciones falsas del islam e insinuaron que la línea dominante de los musulmanes tiene la intención subrepticia de asesinar a los que no comparten su credo.

Jordan Green

Tom Jones, un hombre de voz pausada, cabello blanco y chaqueta gris, sostenía un ejemplar de The Terrorist Next Door, del derechista Erick Stakelbeck. Estaba en un acto que se celebró hace poco en una marisquería de Kernesville (Carolina del Norte), haciendo una presentación que había anunciado el mes anterior durante el almuerzo semanal que celebran algunos portavoces conservadores y representantes republicanos en la vecina localidad de Winston-Salem. Había alrededor de veinte personas, entre activistas conservadores profesionales, voluntarios del partido y gente de aspecto paramilitar.

Para Jones, fue algo así como salir del armario. Se dirigió a sus compañeros de ultraderecha y leyó en voz alta: “Las organizaciones de los Hermanos Musulmanes están creando redes en todo el cinturón bíblico”. Luego, mirando de izquierda a derecha, hizo una pausa dramática y añadió: “Nosotros vivimos en ese cinturón”.

La Sociedad de los Hermanos Musulmanes es una organización egipcia, culturalmente conservadora, que se fundó en 1928 y tomó el poder brevemente tras la “primavera árabe”. Pero también es el foco de una paranoia reaccionaria según la cual hay un complot islamista para infiltrarse en Estados Unidos, subvertir sus instituciones e implantar la ley islámica.

“La táctica de los Hermanos Musulmanes consiste en abrir mezquitas o centros con intención de reclutar miembros para la yihad y establecerse de forma permanente allá donde se lo permiten”, continuó Jones, cuya lectura del texto de Stakelbeck se vio interrumpida una y otra vez —sin que nadie lo impidiera— por los comentarios de Frank del Valle, un inmigrante cubano profundamente anticomunista que sólo quería matar musulmanes. De hecho, apenas habían transcurrido quince minutos desde el inicio de la presentación cuando dijo, durante un debate sobre las diferencias entre suníes y chiíes: “¿No podemos matarlos a todos?”.

Como vecino de Winston-Salem, Del Valle está más cerca del ambiente progresista de la Triad (una zona urbana que incluye poblaciones como Kernersville) que sus compañeros del mundo rural. Es un percusionista que participó en la creación de una banda de jazz latino a finales de la década de 1990 y que mantiene relaciones de amistad con músicos, pintores y chefs. Sin embargo, su conservadurismo y su naturaleza iracunda no son ningún secreto. Un periodista local tuvo que bloquearlo en Facebook por dirigirse así a otra persona: “No te he insultado ni te he llamado nada, pero si sigues con tus insultos y estupideces te encontraré y te pegaré una paliza”.

Una comunidad “completamente traumatizada”

Los violentos comentarios sobre la posibilidad de matar musulmanes se hicieron públicos el 18 de febrero y se extendieron con rapidez entre la comunidad musulmana de Carolina del Norte, que se quedó “completamente traumatizada”, según dice Abdullah Antepli, imán de la Duke University. “Cuando alguien habla de matar musulmanes, ellos piensan en lo que les podría pasar a sus seres queridos. Y cuando supieron de aquella reunión, sintieron pánico”.

Antepli afirma que algunos musulmanes de Carolina del Norte se están planteando la idea de buscar empleo en otros estados, como los de la parte noreste del país, que les parecen más hospitalarios.

Muchos de los ultras de Kernersville comparten la visión de Jones sobre el islam, que no encuentran ni mucho menos exagerada. Les preocupan cosas como el inminente colapso financiero, la sustitución del Obamacare por otro sistema “estatalista” y la perspectiva de que los inmigrantes indocumentados se beneficien de los lazos que se crearon hace poco en una escuela local, durante una ronda de presentaciones personales.

Beverly Lung, una enérgica activista republicana que registró votantes para la campaña de Trump, pasa de la confabulación islamista para hacerse con el control de los EEUU al National Council of La Raza, una organización que lucha por los derechos de los inmigrantes latinoamericanos: “Eso es básicamente como La Raza, que toma vecindario tras vecindario y comunidad tras comunidad. Pones a tu gente en cargos electos y conquistas ciudad tras ciudad con intención de recuperar lo que supuestamente te robaron, como los estados del Suroeste. Pero se van a quedar con todo el país”.

Jones, que dijo haber tenido miedo de expresar sus opiniones en público cuando Obama estaba en la Casa Blanca, reconoció la posibilidad de que su audiencia estuviera uno o dos pasos por delante de él: “Aquí hay gente que sabe de lo que estoy hablando, así que os ruego que me interrumpáis y me corrijáis si digo algo con lo que no estáis de acuerdo o que os parece incorrecto”.

Los asistentes desplegaron un escenario de teorías conspirativas y representaciones falsas del islam e insinuaron que la línea dominante de los musulmanes tiene la intención subrepticia de asesinar a los que no comparten su credo. En opinión de Jones, los Hermanos Musulmanes exigen que todos los musulmanes participen en la yihad, con la advertencia de que “cualquiera que se oponga a dichos métodos y objetivos —incluidos los musulmanes que viven aquí mismo, en todo el país— se convertirá en un kafir, un ateo, un apóstata, un musulmán que ha renunciado a la fe, pecado que se paga con la muerte”. Y Robert Goodwill, que se presentó como miembro de Act for America (el mayor grupo de base antimusulmán de los EEUU, según el Southern Poverty Law Center) añadió por si acaso: “Por cierto, todos sois kafir”.

Hacia el final de la presentación, Del Valle preguntó a Jones: “¿Qué podemos hacer para detenerlos? Porque lo único que se me ocurre a mí es empezar a matarlos a todos”. Entonces, Goodwill intentó sacar la violencia del debate y mencionó que el triunfo de Donald Trump es un factor positivo para su causa: “Vamos a contraatacar. La corrección política tiene los días contados. Hay muchas personas que participan en reuniones como estas y estamos avanzando en buena dirección”. Sin embargo, Del Valle replicó que él ya había “pasado ese punto” y que estaba “dispuesto a empezar a cargarse gente”, a lo que Goodwill dijo: “Lo comprendo, pero aún no estamos en eso”.

Durante la reunión, los asistentes polemizaron acaloradamente sobre dos mezquitas de la zona y sobre el portavoz local del Partido Demócrata, hermano del primer diputado musulmán en el Congreso, Keith Ellison, quien también es candidato a la presidencia del Comité Nacional Demócrata.

Una respuesta gubernamental poco contundente

La noticia de que alguien hablaba abiertamente de matar musulmanes provocó una gran preocupación, según Antepli; sobre todo, porque las mezquitas del estado acababan de organizar actos en honor de los tres universitarios musulmanes que fueron asesinados en Chapel Hill. El 10 de febrero del año 2015, Deah Shaddy Barakat, Yusor Mohammad Abu-Salha y Razan Mohammad Abu-Salha cayeron muertos a manos de un vecino que vivía en su mismo bloque. Muchos musulmanes de Carolina del Norte lo interpretaron como un episodio de odio religioso, pero la esposa del acusado afirmó que se había debido a una discusión por una plaza de aparcamiento. El caso aún no ha llegado a juicio.

Antepli se va reunir este domingo con miembros de la comunidad musulmana del Triangle (la zona urbana de Raleigh, Durban y Chapel Hill). “No sé qué les voy a contar. No sé qué puedo hacer para tranquilizarlos. Es un asunto increíblemente grave, pero la respuesta de las autoridades ha sido bastante decepcionante, por no decir algo peor”.

El Council on American-Islamic Relations, una importante organización de defensa de los derechos civiles, ha pedido una investigación de carácter estatal y federal. “El FBI y las autoridades del Estado tienen que investigar la incitación a la violencia contra los miembros de cualquier minoría”, dijo Ibrahim Hooper, su portavoz nacional. “Pedimos al presidente Donald Trump que condene el fanatismo creciente contra los musulmanes, los hispanos, los refugiados y otros grupos minoritarios”.

La respuesta del FBI ha sido esta: “Estamos trabajando con las autoridades locales para determinar si las amenazas de violencia suponen una violación de la ley federal o un acto protegido por la primera enmienda, que garantiza la libertad de expresión. La seguridad de nuestros ciudadanos es una de las prioridades del FBI, y nos hemos reunido con líderes de las comunidades locales para hacerles saber que nos lo tomamos muy en serio”.

Antepli dice que los musulmanes están aterrados ante la posibilidad de que unos extremistas sopesen la idea de recurrir a la violencia sin que se haya producido ninguna provocación. “Hay un sentimiento de desesperación e impotencia. Hay miedo a que las cosas vayan a peor. Y lo que más asusta a la gente, lo que les quita el sueño, es que ocurre en ausencia de atentados terroristas organizados por musulmanes. Por suerte, el 11-S está muy lejos, y ruego a Dios para que no se repita algo así, que pueda prender la mecha. ¿Qué serían capaces de hacer en ese caso?”.

Las declaraciones de Del Valle han asustado a muchos residentes de la Triad, tercera región urbana más importante de Carolina del Norte y microcosmos de su división política: mientras los líderes comunitarios de las ciudades se enorgullecen de contribuir al reasentamiento de refugiados, el rencor contra los inmigrantes se extiende en las localidades periféricas.

Nancy Vaughan, alcaldesa de Greensboro y descendiente de sirios, respondió así al acto de Kernersville en su página de Facebook: “Las palabras importan. Pidan responsabilidades a quienes las pronuncian. Denuncien el odio allá donde se encuentre”.

Traducido por Jesús Gómez

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