La situación actual en Reino Unido es parecida a la de la última temporada de una serie de Netflix. La clásica pregunta que se formula el espectador es: “¿Cómo conseguirá salir airoso de esta?”. Es el momento de máximo suspense, con todos los protagonistas enfrentados debido a sus respectivos némesis.
A pesar de la imprevisibilidad inherente a una de las crisis políticas más graves del Reino Unido en tiempos de paz, hay una línea argumental que está garantizada en el guion. En todos los escenarios posibles, la extrema derecha ascendente va a intentar sacar tajada.
No es una situación que solo se esté dando en Reino Unido en el contexto de la crisis que ha desencadenado el referéndum del Brexit. De las cuatro grandes democracias del mundo, tres, India, Estados Unidos y Brasil, tienen presidentes que o bien son de extrema derecha o bien cuentan con su apoyo.
Los partidos de extrema derecha integran los gobiernos de Italia y de Austria. Tanto Hungría como Polonia están en manos de líderes autoritarios de extrema derecha. Además, en muchos países europeos, desde Francia hasta Suecia, los partidos de extrema derecha han logrado sus mejores resultados electorales desde la derrota militar del fascismo europeo.
Los migrantes y los refugiados se han convertido en los chivos expiatorios de las medidas de austeridad y de este clima de inseguridad económica, en un contexto en el que la inestabilidad y los conflictos a lo largo y ancho del mundo están obligando a millones de personas a huir de la violencia y la persecución. De estas, una minoría ha conseguido llegar a las costas europeas y se ha encontrado con una reacción de hostilidad. Los medios de comunicación y los políticos han optado por un discurso no exento de prejuicios en contra de los musulmanes. Lo mismo pasó en el periodo de entreguerras; el antisemitismo se convirtió en una forma de racismo “respetable”, como ocurre ahora con la islamofobia.
Para poder entender qué estrategia se debe seguir para derrotar a la extrema derecha del Reino Unido primero es necesario explicar cómo hemos llegado a la situación actual.
Los repuntes migratorios tuvieron lugar bajo los gobiernos del Nuevo Laborismo, pero sin que se articularan políticas para ayudar a los migrantes; de hecho, más bien todo lo contrario. El gobierno de Tony Blair despojó a los refugiados de las prestaciones sociales y optó por los cupones. Con el objetivo de no permitir que los conservadores se beneficiaran en exclusiva del discurso en contra de la migración, Blair denunció a los solicitantes de asilo “tramposos” y afirmó que los refugiados menores de edad “inundaban” las escuelas (a las que en realidad no tenían acceso).
Cuando David Cameron llegó al poder denunció la “inmigración incontrolada” de la era laborista y presentó la llegada de migrantes al Reino Unido como un problema que debía ser “controlado” y se fijó objetivos que no eran realistas. Theresa May, por aquel entonces titular de la cartera de Interior, fue el miembro de su gabinete que se posicionó más ardientemente en contra de los migrantes. De hecho, es de sobra conocido el hecho de que en barrios con mucha migración mandó furgonetas con el mensaje de “iros a casa”.
El referéndum del Brexit, que por su misma esencia iba a crear una fractura social, se convirtió en el altavoz de la campaña en contra de la migración, cuyas mentiras y bilis alimentaron los crímenes de odio posteriores.
El regulador de prensa, Ipso, ha tenido que llamar la atención a periódicos de gran difusión como The Times y The Sun, por haber publicado noticias “distorsionadas” sobre la comunidad musulmana. Lamentablemente, el daño ya estaba hecho.
Al mismo tiempo, las políticas de austeridad, con la reducción salarial más acusada de las últimas décadas, así como la falta de vivienda asequible y la presión sobre los servicios públicos, son el caldo de cultivo perfecto para el discurso en contra de la migración.
La situación a partir de ahora no hará más que empeorar. El 9 de diciembre, un estafador y matón que responde al nombre de Stephen Yaxley-Lennon y que se hace llamar “Tommy Robinson”, encabezará una marcha en Londres conocida como “la protesta en contra de la gran traición del Brexit”. Los conservadores partidarios a salir de la Unión Europea hicieron promesas imposibles durante la campaña a favor del Brexit de 2016. La desilusión resultante es una oportunidad de oro para la extrema derecha.
Un estudio de la campaña Hope Not Hate (Esperanza y no Odio) refleja la profundidad de este sentimiento de traición. Tomemos como ejemplo la circunscripción de Dudley North, donde casi el 70% de los votantes se pronunció a favor del Brexit. El 58% cree que su situación económica mejorará si salen de la Unión Europea, mientras que solo el 4% cree que esto mismo pasará si Reino Unido opta por la permanencia. ¿Qué pasará si un gobierno conservador partidario de impulsar medidas de austeridad sigue en el gobierno y la situación de estas personas no mejora?
El clásico tropo de la extrema derecha consiste en sacar a colación el mito “de la puñalada por la espalda”; un gran proyecto nacional, normalmente una guerra, traicionado por una subversión interna y no haber luchado lo suficiente. Tanto si May consigue que su plan prospere como si fracasa, la extrema derecha construirá un discurso según el cual las élites han traicionado el Brexit. Yaxley-Lennon quiere presentarse como el líder del 52% que votó a favor del Brexit en el referéndum. No le podemos permitir que se cuelgue esta medalla. Sería conveniente que el mismo día de la protesta en contra de la gran traición del Brexit se organice una manifestación paralela con personas que votaron a favor de permanecer en la UE, y que no quieren un segundo referéndum, y los que votaron a favor de salir de la UE.
Se debe aislar a Yaxley-Lennon para que sea visto como el ídolo de una minoría de fascistas; nada más que eso. También es necesario investigar la financiación procedente de Estados Unidos a movimientos de extrema derecha como este.
Cuando algunos presentan a los votantes del Brexit como si se tratara de un bloque homogéneo de fanáticos e ignorantes a los que se les ha lavado el cerebro le están haciendo un gran favor a la extrema derecha. También, cuando la campaña a favor de la permanencia refuerza el mensaje de los derechos adquiridos por la casta. Nick Lowles, de Hope Not Hate, recuerda un grupo de discución organizado en Sheffield poca antes del referéndum. Sheffield ha pasado a ser la ciudad de mayor tamaño que votó a favor de salir de la UE. Cuando a los participantes se les mostró una afirmación de la campaña a favor de la permanencia en la que se indicaba que el Brexit era malo para el sector financiero de Londres, una mujer de clase trabajadora que vota a los laboristas contestó: “Mejor. Así comprenderán nuestro sufrimiento”.
Para vencer a la extrema derecha, primero es necesario solidarizarse con este sufrimiento y ofrecer propuestas radicales para abordar este problema.
Tal vez la única opción viable sea convocar un segundo referéndum. La campaña sería mucho más agresiva que la primera y la extrema derecha tendría el altavoz perfecto para difundir sus mensajes llenos de amargura y fanatismo. Algunos afirman que el hecho de mencionar esta posibilidad ya implica rendirse a la extrema derecha. Sin embargo, si consideramos que desde 2016 han aumentado los crímenes de odio, es necesario que contemplemos esta posibilidad y estemos preparados.
La franja de votantes de Jeremy Corbyn de más edad teme que en el caso de que se celebre un segundo referéndum a ellos se los considere miembros del “status quo” cuando en realidad, en el contexto actual de indignación, todo su proyecto político gira en torno a la insurgencia.
El peligro es que sea la derecha populista conservadora, así como la extrema derecha sin representación parlamentaria, la que entonces se cuelgue la medalla. Con independencia de lo que pase en las agitadas semanas y meses venideros, es clave que los que se oponen al Brexit tory diseñen una estrategia política en torno a una ruptura con la casta y con el status quo.
La estrategia política centrista de volver al pasado de Chuka Umunna o de Anna Soubry no da una respuesta a los agravios que nos han llevado al contexto político actual. Derrotar el plan de May tiene que ser la primera acción de una revolución pacífica y democrática, en la que participen tanto los que votaron a favor como a los que votaron en contra del Brexit, cuyo objetivo final sea reconstruir el Reino Unido y terminar con las injusticias que alimentaron esta crisis. La extrema derecha se crece cuando permitimos que se apodere del discurso contra la casta: no lo podemos permitir.
Traducido por Emma Reverter