Un miércoles por la noche, en el vestíbulo de una residencia de estudiantes situada en la zona sur de París, a los estudiantes les sorprende encontrarse con un grupo de personas que lucen la misma camiseta de color gris y que llaman a las puertas de sus dormitorios para saber su opinión sobre los problemas de Francia. “¿Podrías citar algún ejemplo de algo que funcione?”, pregunta uno de los integrantes del grupo. Una chica de 19 años que estudia Recursos Humanos se rasca la cabeza y dice que no se le ocurre nada. “De acuerdo, entonces, ¿nos podrías decir qué no funciona en Francia?”, es la siguiente pregunta. Esta sí obtiene respuesta: “El desempleo y saber que nunca vas a encontrar un trabajo acorde a tus calificaciones”, señala la estudiante, que explica que procede de un suburbio pobre y marginado de la ciudad de Toulouse. Su respuesta es diligentemente apuntada.
Esta escena describe una tarde de trabajo típica de los voluntarios del último movimiento político de Francia, En Marche! (¡en marcha!), auspiciado por el joven ministro de Economía, el iconoclasta Emmanuel Macron, como plataforma de una posible campaña presidencial que anunciaría el año que viene.
A los 16.000 voluntarios del movimiento de Macron, conocidos como marcheurs, se les ha asignado la tarea de ir puerta por puerta en más de 50 ciudades y pueblos del país y conseguir antes de fin de mes más de 100.000 propuestas ciudadanas que serán procesadas y pasarán a integrar un programa político que se presentará este otoño.
Averiguar si Macron, un político que destaca por su franqueza, se presentará como candidato a la presidencia es algo que obsesiona a la clase política de la capital. El próximo martes participará en el primer mitin del movimiento En Marche!, que se celebrará en París, pero todavía no ha mostrado sus cartas.
El ministro, que tiene 38 años, es uno de los políticos más populares de Francia. Este intelectual ha sido filósofo y banquero, y cree que hay un nexo de conexión entre sus impulsos rebeldes y la santa del siglo XV Juana de Arco. Afirma luchar contra “la parálisis, las desigualdades y la lentitud” de una Francia en crisis.
Más del 30% de los electores cree que el ministro sería un buen presidente y el 55% considera que aporta nuevas ideas. Es mucho más popular que François Hollande, al que los ciudadanos aborrecen profundamente. El presidente socialista fue el mentor de Macron. Sin embargo, el ministro no pertenece a ningún partido político y nunca se ha presentado a unas elecciones, dos factores que podrían jugar en su contra.
El ministro afirma que el movimiento En Marche no es de izquierdas ni de derechas. Ha conseguido más de 50.000 miembros desde que se creó en abril y contribuye a mejorar su imagen en vistas a una posible candidatura. Sin embargo, la posición de Macron es delicada: por un lado, intenta ganar tiempo y no se pronunciará hasta que Hollande decida si se presenta a un segundo mandato, y por otro lado, intenta ganar posiciones para estar preparado si el presidente decide no presentarse. No quiere que sus ambiciones parezcan una puñalada en la espalda de su mentor. Todavía no.
Contra los pilares sagrados de la izquierda
La carrera política de Macron es atípica y esto tiene ventajas e inconvenientes. Era un simple asesor presidencial pero Hollande lo catapultó a una de las posiciones más estratégicas del gobierno cuando dos años atrás le ofreció la cartera de Economía.
Desde entonces, Macron, un reformista que es partidario de impulsar medidas que favorezcan a los negocios, ha atacado todos los pilares sagrados de la izquierda y ha cuestionado la semana de 35 horas y también las dimensiones del sector público. Ha incomodado a los socialistas con sus críticas constantes contra las desigualdades y la discriminación que persiste en los suburbios.
Los voluntarios de En Marche! que van puerta a puerta contribuyen a mejorar la imagen de Macron. El político quiere demostrar que escucha y que no se ha desentendido de las preocupaciones de la ciudadanía. A la mayoría de políticos franceses se los acusa de estar desconectados de la realidad. De hecho, las encuestas muestran que Macron está especialmente bien valorado por los profesionales de derechas de una cierta edad. Su objetivo es ser un orador con los pies en la tierra, capaz de transmitir mensajes claros y conectar con votantes de distintas procedencias.
Pero incluso los estudiantes que responden a los marcheurs plantean las dudas sobre la consistencia de su propuesta. “Macron parece dispuesto a escuchar a los ciudadanos y quiere impulsar una reforma, pero ya veremos si su movimiento es una tendencia pasajera o perdurará”, dice un joven de Metz (en el norte de Francia), que cursa Economía y cuyos abuelos procedían de la colonia francesa de Argelia.
“Macron escucha a la gente y parece ser uno de los pocos políticos que se ha percatado de la situación que atraviesa nuestra sociedad”, señala Christophe Jaunet, un sociólogo de 57 años que estudia la fractura social de los pueblos franceses y la periferia urbana. Jaunet, un exactivista socialista que ya no milita en el partido, es uno de los voluntarios de En Marche!
La fama y la arrogancia
Solo hay un político más popular que Macron; Alain Juppé. El exprimer ministro quiere ser el candidato presidencial de la derecha. Sin embargo, en los últimos meses la popularidad de Macron ha caído, tras haber protagonizado varios incidentes que lo han hecho parecer arrogante. Una cámara inmortalizó una discusión con un manifestante que lucía una camiseta, en la que el ministro le espetó que “si trabajaba se podría permitir un traje”.
También lo han criticado por haber sucumbido a las mieles de la fama y haber aparecido en la portada de varias revistas junto a su esposa. La prensa rosa constantemente habla de la pareja. Los padres del ministro eran médicos y creció en la ciudad de Amiens, situada en el norte del país, pero sus padres lo mandaron a París cuando todavía no había terminado el instituto, en un intento por alejarlo de su profesora de lengua francesa, Brigitte Trogneux, 20 años mayor que él. Macron y Trogneux no rompieron y se casaron hace nueve años.
François Miquet-Marty, responsable de Viavoice, una empresa centrada en los análisis y encuestas políticas, señala que la popularidad de Macron refleja que los ciudadanos anhelan una nueva generación de políticos: “Da la sensación de estar al margen del sistema pero también parece competente y una apuesta bastante segura”.
Sin embargo, indica que el hecho de que Macron no tenga el apoyo de un partido o de una base de votantes supone un problema, como también lo es el perfil de votante que atrae; un votante que es de derechas a pesar de que él forma parte de un gobierno de izquierdas.
“Tiene un tono más racional que pasional”, subraya Miquet-Marty: “En un contexto de crisis económica esto puede suponer una ventaja pero no en una campaña presidencial. Ser racional, pragmático y un intelectual no es suficiente para convencer a las masas. Para atraer a un perfil de votante diferente necesitará grandes dosis de pasión. Ya lo está intentando pero la gran pregunta es si logrará llegar a estos votantes antes de las elecciones”.
Mathilde Sarda, una estudiante de ciencias políticas que trabaja como voluntaria en la campaña puerta a puerta los miércoles y los fines de semana indica que se identifica con el discurso de Macron sobre la importancia de trabajar duro: “Tengo tres trabajos y estudio. A las seis de la mañana reparto periódicos en una estación, luego voy a clase y por la tarde cuido a un niño. Me gusta que afirme que trabajar duro tiene su recompensa. A principio de curso, me costaba estudiar. Fui a un mitin de Macron. Habló de la importancia del trabajo. Cuando regresé a casa me puse a estudiar; su discurso me inspiró”.
Traducción de Emma Reverter