Reino Unido ha tenido primeros ministros de ideas firmes, como Margaret Thatcher, Harold MacMillan y Tony Blair, quienes, para desesperación del gobierno y del ministerio de Exteriores, actuaron por su cuenta en cuestiones diplomáticas que más tarde fueron objeto de investigaciones porque se cometieron errores, ya que no respetaron el procedimiento o la debida transparencia.
Con el objetivo de evitar la falta de coordinación en el gobierno, David Cameron creó el Consejo de Seguridad Nacional. Sin embargo, desde que Theresa May se convirtió en la primera ministra del Reino Unido, y el Brexit agotó todo el oxígeno de la política exterior del país, ha surgido un nuevo problema: la ausencia de liderazgo en lo relativo a política exterior.
Dos grandes escépticos
Como consecuencia de esta falta de liderazgo, dos euroescépticos, Boris Johnson y la ministra de desarrollo internacional, Priti Patel, han campado a sus anchas. Patel ha actuado por su cuenta en Oriente Medio mientras que Johnson ha tenido dificultades para conseguir que su política exterior fuera coherente. Patel sabe perfectamente lo que quiere. Johnson, no tiene ni idea. Ambos tienen una mala relación con la precisión.
Si bien han cometido errores diferentes, juntos han conseguido debilitar el euroescepticismo y han reforzado la impresión de que el país, al menos en lo relativo a la política exterior, navega sin rumbo en medio del Atlántico. Los errores son terribles porque tienen que ver con Oriente Medio, una región al borde de una guerra entre Irán y Arabia Saudí y en el que el acuerdo nuclear con Irán, de mucha importancia en el Reino Unido, tambalea.
Patel: reuniones en sus vacaciones
Los errores de Patel han sido los más flagrantes. Es inaudito que no informara al embajador en Israel, al Ministerio de Exteriores y al gobierno de su plan de reunirse con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante las vacaciones que se tomó en agosto. Patel, que fue vicepresidenta del grupo parlamentario Conservative Friends of Israel (amigos conservadores de Israel), habló con el primer ministro acerca de su futuro encuentro con Theresa May, que iba a tener lugar coincidiendo con el aniversario de la declaración de Balfour. Sin embargo, no pasó esta información a la oficina de la primera ministro. Esto ha planeado interrogantes sobre su lealtad.
Cuando May se reunió el pasado jueves con Netanyahu todavía no sabía que Patel lo había visto este verano, a pesar de que tras reunirse con el primer ministro israelí Patel informó a un diplomático de la embajada. No se sabe cuántos funcionarios del Departamento de Desarrollo Internacional estaban al corriente de la reunión o si Patel no ha contado toda la verdad, de la misma forma que el pasado viernes no contó toda la verdad a the Guardian.
No se trata de una cuestión de modales o de cumplir con un protocolo. Liam Fox tuvo que dimitir como ministro de Defensa de David Cameron cuando saltó a la luz que impulsaba sus propias políticas de defensa al margen del gobierno.
Lord Ricketts, ex asesor de seguridad nacional señala: “No es solo una infracción del código ministerial. Las reglas y los procedimientos existen por un motivo, que es que la política exterior tiene que ser coherente; y si cada ministro va a un país sin informarse y sin haberlo consultado, puede generar confusión”. Difícilmente encontrarán una política exterior más sensible que la relativa a Palestina o Irán.
Palestina e Israel
Están en juego dos cuestiones concretas: la solidez del apoyo del Reino Unido a una solución de dos Estados en Oriente Medio, incluyendo el papel de la ocupación israelí, y el debate en torno a la necesidad de revisar el programa de ayuda del Reino Unido a Palestina, valorado en 54 millones de libras esterlinas (61 millones de euros).
En público, Patel siempre ha defendido la versión oficial del Ministerio de Exteriores en torno a la viabilidad de una solución de dos estados. Sin embargo, desde enero del año pasado ha abogado por revisar el programa de ayuda a Palestina.
En octubre del año pasado saltó a la luz que Patel había suspendido una transferencia de fondos por valor de 28 millones de euros a Palestina, y se dijo que la transferencia quedaba supeditada a una investigación. Su oficina desmintió esta información.
Patel ignora algunas posturas de Reino Unido
Los israelíes que se oponen a la transferencia de estos fondos alegan que directa o indirectamente sirven para ayudar a prisioneros palestinos, ONG con finalidades cuestionables y para comprar libros de texto que incitan al odio. Patel ha prometido en numerosas ocasiones que no enviará fondos a los destinatarios incorrectos. En julio, un mes antes de su visita, grupos británico-israelíes hicieron presión y consiguieron cambiar el destino de 3 millones de libras esterlinas (3,4 millones de euros), que sirvieron para financiar un programa conjunto centrado en la reconciliación entre personas.
Durante el viaje que Patel hizo este verano, en el que no visitó la Palestina ocupada, Netanyahu le explicó que los soldados israelíes desplegados en los Altos del Golán ayudaban a los refugiados sirios que cruzaban la frontera. El hecho de haber preguntado si Reino Unido podía apoyar esta ayuda denota que Patel desconoce que Reino Unido no reconoce la ocupación de Israel en los Altos del Golán o que Israel es una parte en conflicto, aunque de poca envergadura, en Siria.
Boris Johnson
Los errores de Boris Johnson son menos flagrantes, aunque no por ellos menos preocupantes, ya que ponen de relieve algunos rasgos de su personalidad. Nadie duda de su inteligencia, su fascinación por la política exterior o su optimismo sobre cómo será el Reino Unido tras el Brexit. Sin embargo, en lo relativo a las relaciones diplomáticas, como han indicado hoy varios ex ministros de exteriores, las palabras, el tono, la contención y los detalles importan. Como indicó el ex ministro de Exteriores laborista Jack Straw, “el hecho de no medir las palabras puede costar vidas” o la extensión de condenas de cárcel. Es el responsable del MI6, pero con su actitud no propicia que los servicios de inteligencia quieran compartir con él los secretos de mayor relevancia.
En su defensa en el caso de Nazanin Zaghari-Ratcliffe, al final de un largo y amplio interrogatorio de la Comisión de Asuntos Exteriores, insinuó que la detenida había formado a periodistas en Irán cuando lo que en realidad quería decir era que este es el delito del que la acusan las autoridades iraníes. En un inicio, la familia de la detenida elogió la promesa que hizo ante el comité de intentar visitarla en la cárcel y no lo criticó.
El auténtico culpable sigue siendo Irán. De hecho, antes de la metida de pata de Johnson ya habían presentado nuevos cargos contra Zaghari-Ratcliffe y amenazaban con extender su condena cinco años más.
La metedura de pata de Johnson no solo puso en una situación difícil a Zaghari-Ratcliffe. De hecho, puso su propia carrera política en manos de la justicia iraní. Johnson viajará ahora a Washington para tratar de convencer a los congresistas de que es importante mantener el acuerdo nuclear con Irán. Solo podemos esperar que él y el Reino Unido sean tomados en serio.
Traducido por Emma Reverter