Lo busquen por donde lo busquen, el Brexit no aparece por ningún lado. Nadie quiso pronunciar “la palabra que empieza por B” en la conferencia laborista de Brighton y tampoco en la de los “tories” de Manchester. A primera vista, hasta podría parecer que el primer ministro ha cumplido con su promesa de “completar el Brexit”.
Y sin embargo, el Brexit está por todos lados. Se argumenta, en voz baja (y sin que lo oiga ningún ministro) que es una de las causas de la escasez de combustibles y alimentos. Se murmura que será un lastre para el crecimiento futuro. Se insinúa como la clave que permitirá a Reino Unido hacer las cosas de forma diferente para crear la “economía de salarios altos” que nos ha sido prometida. El Brexit se completó, pero el Brexit no ha terminado.
Tres motivos
Este silencio relativo se debe a varios motivos. El primero, el aburrimiento. Personalmente, no entiendo cómo ninguna persona puede dejar de sentirse infinitamente fascinada por el gigantesco experimento social que es el Brexit. Pero empiezo a darme cuenta de que tal vez mi caso no sea representativo. Cinco años de discusiones acaloradas y una polarización paralizante, sumados a 18 meses de pandemia, han dejado a la opinión pública desesperada por seguir hacia delante. No en vano el eslogan “Get Brexit done” (completar o terminar con el Brexit) resultó tan popular.
En segundo lugar, las expectativas. Sea cual sea la responsabilidad del Brexit en la actual escasez, su impacto es relativamente sutil y su relación con otros factores, compleja. En otras palabras, estamos muy lejos del “borde del precipicio” sobre el que nos alertaban muchos de los que querían quedarse en la Unión Europea.
El efecto económico del Brexit siempre iba a tener más de pinchazo gradual que de impacto dramático, siempre iba a ser más paulatino de lo que implicaba la retórica anti-Brexit. En nuestro actual malestar económico es de verdad muy difícil distinguir las razones atribuibles al Brexit de las que tienen su origen en los confinamientos por la pandemia.
En tercer lugar, la polarización y la percepción. Como han argumentado la politóloga Sara Hobolt y sus colaboradores Thomas J. Leeper y James Tilley, uno de los rasgos de la “polarización afectiva” que ha caracterizado a los debates post-Brexit ha sido lo que ellos llaman un “sesgo evaluativo en la forma en que se percibe el mundo”. En pocas palabras, lo que cada uno piensa del Brexit, nuestra identidad Brexit, está moldeando nuestra percepción de lo que sucede. En este sentido, y de acuerdo con su investigación, la identidad Brexit es aún más fuerte que la identidad de partido. No es de extrañar entonces que los partidarios de dejar la Unión Europea no estén responsabilizando al Brexit de la escasez.
Ni tories ni laboristas
Lo que nos lleva a la política. No hace falta un doctorado en ciencias políticas para darse cuenta de que los conservadores no van a decir que el Brexit es el origen de nuestros problemas económicos. En gran medida, el éxito de Boris Johnson en las elecciones de 2019 se debió a su capacidad para formar una coalición electoral que apoyaba la decisión de abandonar la UE, así que puede contar con las reticencias de sus votantes a interpretar el Brexit como una posible razón para cualquier problema económico que se presente.
Las veces en que los ministros sí mencionan el Brexit lo hacen recurriendo a la estrategia de presentarlo como la llave que abrirá la puerta de una nueva economía de salarios altos en Reino Unido. Sin embargo, y por motivos evidentes, nadie está prestando mucha atención a lo larga o perturbadora que puede ser la presente “transición” (como la llamó el ministro de Empresas, Kwasi Kwarteng).
En el bando laborista, el partido se ha mostrado reacio a pronunciar la palabra Brexit durante gran parte del período transcurrido desde la entrada en vigor del Acuerdo de Cooperación y Comercio [el nuevo tratado para regular las relaciones comerciales entre Reino Unido y la UE].
En la conferencia del partido hubo alguna referencia de pasada. Keir Starmer habló de “hacer que el Brexit funcione”, y Rachel Reeves, responsable de Exteriores en la oposición, relacionó la crisis del coste de vida con el “lío del Brexit de los tories”. Pero hay pocas evidencias del ataque sostenido y repetido que haría falta para afianzar la relación entre el Acuerdo de Cooperación y Comercio (TCA, por sus siglas en inglés) y la escasez en los surtidores de combustible y en las estanterías de los supermercados.
Al descubierto
Esto no quiere decir que todo vaya a seguir siendo así. Es muy posible que las diferentes economías se recuperen de los confinamientos a velocidades diferentes, y eso podría dejar al descubierto el efecto Brexit.
La escasez de camioneros es más grave en Reino Unido que en otros Estados europeos, en parte debido al Brexit. La escasez general de mano de obra, y especialmente en la agricultura y los servicios de asistencia social, también está claramente vinculada con la decisión de abandonar la UE. Es posible que al Gobierno británico le resulte más difícil argumentar que se trata de un problema global si las cifras económicas de Reino Unido comienzan a diferir de las de los países vecinos.
Lo que nos lleva a Irlanda del Norte. Stephen Bush, de la revista New Statesman, ha argumentado que uno de los motivos por los que David Frost, el encargado de negociar el Brexit, tiene tantas ganas de renegociar el infame protocolo para Irlanda del Norte es el hecho de que esa región no ha sufrido la escasez como el resto de Reino Unido. La Asociación de Minoristas de Gasolina ha declarado que no hay problemas de suministro en Irlanda del Norte y lo han atribuido a la diferente relación que tiene con el mercado único de la UE.
Si no se cierra la renegociación del protocolo, estas diferencias podrían poner en duda la afirmación del Gobierno de que el Brexit no ha afectado negativamente a la economía británica.
Además, los efectos totales del Brexit aún no se han hecho sentir. Por un lado, el Gobierno británico aún no ha puesto en marcha todas las medidas que exige el TCA para controlar las importaciones de la UE en Reino Unido, lo que afectará a la relación comercial.
En segundo lugar, los confinamientos impidieron la mayoría de los viajes de negocios. Por ello, aún no se ha experimentado cómo se transformarán los requisitos de visado y otros trámites tras el Brexit, especialmente entre los empresarios proveedores de servicios.
Mucho dependerá del comportamiento de la economía británica en los próximos meses. El tema podría volver a perseguir a los conservadores si suben más los precios, si continua la escasez y, sobre todo, si los laboristas están dispuestos a transmitir un mensaje que relacione esos problemas con el acuerdo del Brexit.
Sin final (por ahora)
Ya hay algunas pruebas, aunque pocas, de un cambio en la opinión pública sobre el proceso del Brexit. Según una encuesta de YouGov del 29 de septiembre, el 53% de la gente cree que el Brexit no está yendo bien.
Todo eso sin mencionar la posibilidad de una crisis. Los franceses hablan de represalias contra Reino Unido por lo que consideran un incumplimiento de sus compromisos en todo, desde los acuerdos de pesca hasta el protocolo para Irlanda del Norte.
Una decisión de Reino Unido de suspender parcial o completamente ese protocolo haría surgir el fantasma de un enfrentamiento comercial tipo “ojo por ojo”. Es demasiado pronto para saber cómo podría afectar eso a la economía y a la opinión pública sobre el gobierno.
En cualquier caso, la conclusión es que, aunque en la temporada de conferencias de los partidos nadie mencione el Brexit, hay pocas razones para creer que la palabra haya sido desterrada para siempre de la política británica. Tal vez hayamos terminado el Brexit, pero aún falta para que el Brexit haya terminado con nosotros.
Traducido por Francisco de Zárate.
Escucha este nuevo capítulo de 'Un tema Al día', en el que Juanlu Sánchez te explica más sobre el Brexit.