Polonia acude a las urnas: guía básica para entender unas elecciones cruciales para la UE
Las elecciones que se celebran este 15 de octubre en Polonia podrían otorgar al partido nacionalista Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco) un tercer mandato sin precedentes, o dar a la oposición la oportunidad de revertir lo que los críticos describen como ocho años de retroceso democrático.
Otra posibilidad es que obtengan un resultado igualado, sin que ninguno de los partidos pueda formar una coalición. Pase lo que pase, la política polaca seguirá profundamente polarizada tras unos comicios que, en plena guerra en Ucrania y una agria disputa con la UE, despiertan más interés del habitual en el extranjero.
¿Cuál es el contexto y por qué son tan importantes estas elecciones?
El partido Ley y Justicia, de derechas, populista y socialmente conservador, resultó elegido por primera vez en 2015. Ha sido acusado de manera generalizada de politizar el poder judicial, convertir los medios de comunicación públicos en portavoces del partido, utilizar activos del Estado para extender su control del poder y fomentar la homofobia.
El partido argumenta que su objetivo es que el sistema judicial sea más eficaz y la economía, más justa. También ha indicado que busca defender la identidad católica del país de las presiones liberales occidentales. Los críticos afirman que otra victoria del PiS alejaría aún más a Polonia de los estándares democráticos.
La principal agrupación de la oposición –Plataforma Cívica (PO), de centroderecha, liderada por el expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk– ha prometido deshacer los cambios introducidos por el PiS en el poder judicial y los medios de comunicación para garantizar su independencia y el cumplimiento de la Constitución.
Una victoria de Plataforma Cívica también allanaría el camino para que Polonia mejorara sus relaciones con Alemania, cada vez más tensas debido a que el gobierno del PiS ha insistido en abrir pequeñas disputas con Berlín, principalmente con la finalidad de atraer a su base nacionalista.
Los aliados occidentales siguen de cerca estos comicios, ya que cualquier parálisis política tras la votación –un horizonte probable si no hay una mayoría clara– podría suscitar dudas sobre el importante papel que sigue desempeñando Polonia en el apoyo a Ucrania, su país vecino, en su guerra con Rusia.
Bruselas y otras capitales de la UE también observan con interés: al igual que Hungría, Polonia está inmersa en una prolongada y cada vez más tensa disputa por el Estado de Derecho con el bloque comunitario, y un cambio de gobierno supondría el inicio de unas relaciones más fluidas.
Una de las tareas más urgentes del gobierno entrante será convencer a Bruselas de que su historial democrático está mejorando lo suficiente –tras los recientes ajustes propuestos en el sistema judicial– para desbloquear miles de millones de euros de los fondos de recuperación y cohesión de la UE para hacer frente a las consecuencias económicas y sociales de la pandemia de COVID-19.
¿Quiénes son los principales actores y qué quieren?
Liderado desde la sombra por Jarosław Kaczyński, primer ministro de Polonia entre 2006 y 2007, el PiS pretende dar más pasos para inculcar sus valores conservadores en la vida pública, incluso a través de planes de estudio obligatorios. Kaczyński también ha prometido que “esta vez, nadie nos detendrá” a la hora de promulgar cambios judiciales, con planes para limitar aún más los poderes de los jueces y la capacidad del Tribunal Supremo para revisar el programa y las acciones del gobierno.
En medio de una inflación de dos dígitos y unos costes de la energía en alza, el partido espera galvanizar a su electorado de las zonas rurales o pequeñas ciudades, mayoritariamente de edad avanzada y más pobre, aumentando su programa de subsidios infantiles en un 60%, incrementando el pago de las pensiones y recortando los precios de la gasolina.
El PiS también libra una dura batalla en el frente nativista antiinmigración, según el cual deberían ser los polacos nativos quienes tengan los mayores derechos y libertades. El partido ha convocado un referéndum de cuatro preguntas en paralelo a las elecciones, con cuestiones candentes, en particular sobre la “admisión de miles de inmigrantes ilegales de Oriente Medio y África”, supuestamente impuesta por la UE.
Plataforma Cívica, que afirma que las preguntas son xenófobas y el proceso es nulo, busca el voto femenino, prometiendo permitir el aborto hasta las 12 semanas (prohibido casi totalmente por el PiS) y declarando derechos fundamentales la interrupción del embarazo, la fecundación in vitro y la anticoncepción. Además, ha anunciado su intención de permitir las uniones civiles entre parejas del mismo sexo, a favor de las cuales están casi dos tercios de los votantes polacos, y ampliar la definición legal de violación. También pretende sacar partido del reciente escándalo de corrupción relacionado con la venta de visados para la zona Schengen.
¿Cómo funciona el sistema?
Polonia aplica un sistema de voto proporcional a la lista de partidos para las elecciones al Sejm, la cámara baja del Parlamento, de 460 escaños. Los partidos obtienen escaños en función del número total de votos obtenidos por sus candidatos en una circunscripción, y luego los asignan a los candidatos con los totales más altos.
Al menos el 35% de los candidatos en las listas de los partidos deben ser mujeres, y otro 35%, hombres. Cada partido debe obtener al menos el 5% de los votos a nivel nacional para obtener un escaño en el Parlamento, y las coaliciones deben obtener al menos el 8%.
¿Quién parece que va a ganar?
Tras una campaña agresiva y bronca, llena de ataques a la oposición en general y a un Tusk supuestamente “no polaco” en particular, la mayoría de los sondeos muestran al PiS y a sus aliados, Polonia Soberana y Los Republicanos, en cabeza con cerca del 36%. Sin embargo, su ventaja se ha reducido desde que en las elecciones de 2019 el PiS revalidó su dominio en Polonia con un 43,6% de los votos. El hecho de que el partido, si acaba primero, pueda realmente formar un gobierno operativo podría depender de varios factores, especialmente del rendimiento de los partidos más pequeños.
PiS podría recibir un empujón significativo si uno o más de sus rivales más pequeños –incluidos el centrista y agrario Tercera Vía, la Confederación (de extrema derecha) y Nueva Izquierda– no superan el umbral para obtener escaños en el Parlamento.
Otra posibilidad, como sugieren algunas encuestas, es que PiS termine por delante, pero por un margen ajustado, y que Plataforma Cívica –actualmente en torno al 30%– y Nueva Izquierda o Tercera Vía obtengan tan buenos resultados que la oposición tenga la primera oportunidad de formar una coalición mayoritaria.
La Confederación, libertaria en lo económico y conservadora en lo político, especialmente popular entre los jóvenes, podría llegar a ser un partido decisivo. Llegó a alcanzar el 14% en las encuestas durante el verano, aunque ahora se ha hundido hasta el 9%.
Aunque los analistas creen que el PiS intentará persuadir a los diputados de la Confederación para que cambien de bando tras la votación, los líderes de este último partido han dicho que no formarán coalición, lo que significa que si obtiene buenos resultados, las dos formaciones principales podrían ser incapaces de formar una mayoría.
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